La vida, la muerte, la pérdida, el dolor, la soledad, la búsqueda, todo tiene cabida en este "murmullo" que nos abraza y nos golpea. El vuelo de un pájaro que ve desde lo alto cosas que a nosotros nos pasan desapercibidas, la vida que golpea con fiereza, la vulnerabilidad del ser humano ante la muerte, la negación ante la pérdida de un ser querido, el vacío que crea, la perplejidad de la ausencia, el abismo ante una vida que no volverá a ser plena ya que le faltará una pieza importante. Un precioso relato lleno de metáforas que nos hará conmovernos y dejará una profunda huella sobre la que reflexionar.
Tras el apabullante éxito de "Todas las casas", llega a la sala Cuarta Pared la segunda parte de su Tríptico de la vida, un ambicioso proyecto para celebrar el 40 aniversario de uno de los lugares más emblemáticos del teatro alternativo madrileño, y que se lleva gestando dos años. Para esta particular celebración, se ha propuesto a tres directoras vinculadas con la Cuarta Pared a desarrollar tres propuestas escénicas que parten de las mismas cuestiones: ¿Cómo se aprende a vivir? ¿Cómo afrontamos los fracasos y las alegrías? ¿Qué sucede cuando tenemos que elegir? Como explican los propios creadores,una obra de teatro no puede abarcar la vida, por eso hemos necesitado tres. Completará este tríptico "Todo lo que veo me sobrevivirá", que se estrenará en el mes de Abril.
Esta producción de la Compañía Cuarta Pared parte de una idea que ha estado presente en la base de todos sus proyectos: desarrollar proyectos fuera de las imposiciones temporales que impone el “mercado”, proyectos cocinados a fuego lento, para poder profundizar en las ideas huyendo así de lo anecdótico. Esta idea de no dejarse llevar por lo superfluo, les lleva a indagar en lo más profundo del ser humano, para conseguir una obra majestuosa por su complejidad, pero creada desde la sencillez de quien tiene muy claro lo que quiere transmitir. Dentro de esa forma tan personal de creación, entienden el teatro como un hecho colectivo, por ello en este ambicioso proyecto las directoras han ido trabajando de manera conjunta en el inicio para luego ir dando forma a cada uno de los proyectos que, siendo complementarios, son muy diferentes entre sí.
Para este delicioso e hipnótico murmullo al que nos invita la Cuarta Pared es conveniente dejarse llevar, impregnarse de la belleza de un montaje cargado de poesía, de emoción, de sentimiento. El texto de Miguel Valentín y Aitana Sar nos regala momentos para el recuerdo, imágenes que nos angustian, coreografías que nos hipnotizan, un delicado y delicioso juego entre lo real y lo onírico que nos lleva en volandas por este duelo que atraviesan los protagonistas. Porque la pieza nos habla de muerte, de dolor, de duelo, pero también de la búsqueda de la identidad de uno mismo, de los miedos, del anhelo por los sueños que ya no se cumplirán, por las esperanzas que se deben perseguir.
Un texto en el que conviven dos mundos, el de la terraza en la que los amigos están comiendo y esperan para el café y el mundo de los pájaros (con fragmentos del cuento "El lenguaje de los pájaros" de Farid Uddin Attar), que propone un viaje a lo largo de siete valles en llegar al monte Khaf. Dos mundos aparentemente antagónicos (realidad y ficción) que acaban convergiendo en uno solo para dar respuesta a muchos de los miedos y angustias vitales de los personajes. Un mundo donde los personajes nos hacen dudar de qué es lo real y qué lo imaginario. Decidir contar es decidir comenzar el viaje…
Aitana Sar se encarga de la dirección de este precioso y emocionante montaje, en el que sabe entrelazar estos dos mundos con maestría, hasta hacerlos caminar de la mano y llevarnos a todos con la emoción de llegar al final de este viaje a través de metafóricos valles y conocer la verdad que nos espera al otro lado. Una pieza en la que veremos a estos cuatro amigos compartiendo sobremesa, hablando de la vida y la muerte, de anécdotas que marcaron sus relaciones, de recuerdos con el amigo muerto, de pensamientos y brindis sobre lo que fue y lo que ya nunca será. Pero también nos sumergiremos dentro de un cuento persa antiguo que habla sobre pájaros que vuelan juntos para llegar más lejos, para encontrar a un rey pájaro que les va a ayudar a salir del caos en el que viven. Un viaje que tendrán que emprender cada uno a su modo, pero con la compañía de los amigos, hacia la superación de la pérdida. Como podemos leer en la web, Murmullo es un viaje hermoso, emocionante y vitalista… Un tránsito desde la oscuridad hacia la alegría.
Y en esa sobremesa eterna, en la que nuestros protagonistas debaten sobre la vida y salpican la espera con anécdotas, el tiempo parece pararse. Este lugar se difumina a la vez que comienzan a contar el cuento, un misterioso camino hacia la redención. Porque cada uno de ellos debe emprender este viaje solo y a la vez hacerlo en comunidad. Todos deben buscar su propio camino para curar las heridas, para pasar el luto. En un vuelo hacia ese nuevo comienzo, cada uno tomará perspectiva de su propia vida, de sus miedos y de sus exigencias. Lo que parecía una situación de lo más cotidiana adquiere tintes épicos, fantásticos, al entremezclar la realidad con la ficción del cuento y los "viajes" de los protagonistas en busca de su propia sanación. Una preciosa mimetización entre lo real y lo onírico, con impactantes coreografías de gran impacto visual que se entremezclan con escenas de lo más cotidiano.
Este murmullo es un sueño con tintes de realidad y una historia real entrelazada con fantasía. Un relato en torno a la muerte, a la perdida, al vacío que deja la persona que se va, sobre la manera de reconstruirse ante la pérdida. Pero también es un gran interrogante sobre como seguir avanzando, sobre las diferentes formas de agarrarse a la vida para superar una pérdida. Los personajes enfocan todos la muerte del amigo desde un lugar, y cada uno de ellos deberá apoyarse en el grupo para encontrar la luz al final del túnel, para descubrir su particular monte Khaf. Una obra que va creciendo conforme aprieta el dolor, que se va volviendo más alegre y vitalista a lo largo de ese camino que recorren los protagonistas para pasar el luto. El grupo como elemento básico de sustento para poder avanzar.
Estos cuatro amigos son Marina (Marina Herranz), Andrés (Andrés Picazo), Fran (Fran Vélez) y Nataliya (Nataliya Andru). Cada uno de ellos amaba a Simón (el amigo fallecido) de una manera diferente, pero todos sienten un profundo dolor y la necesidad imperiosa de extirparse ese sentimiento para poder emprender el vuelo. Primoroso elenco que funciona a la perfección, a la vez que nos muestra cuatro visiones del amor y de enfrentarse al duelo. Marina no quiere pensar en Simón como algo del pasado, se niega a pensar que ya no podrá hablar con él, por eso quiere que permanezca aquí, a su lado, recordando los momentos pasados juntos. Fran intenta olvidar a base de chupitos, para no pensar, para no sufrir. Andrés solo quiere salir de allí y se desespera porque no llega el camarero con la cuenta. Nataliya intenta huir, salir de allí con cualquier excusa, siempre con prisa, nerviosa por la incomodidad de estar allí y tener que hacer frente a una situación tan dolorosa.
Y todo esto ocurre en una aparentemente sencilla escenografía, creada por Berta Navas (encargada también del vestuario), con una mesa alargada con mantel blanco y unas sillas. Pero como en esta pieza, nada es lo que parece y la realidad se mezcla con la ficción. Bajo ese mantel existe todo un mundo del que los intérpretes van sacando los diferentes elementos de atrezzo con el que van creando los diferentes lugares por los que transita la obra. Fundamental el diseño de iluminación de Nuria Henríquez para crear una atmósfera que transite entre lo onírico y lo real. Nuria consigue crear auténticos lienzos, composiciones de una belleza hipnótica, consiguiendo que la luz se convierte en un elemento clave del montaje, casi como un personaje más de la trama. Por último, no podemos dejar de hablar del evocador sonido creado por Kevin Dornan (responsable también de los audiovisuales).
En definitiva, esta segunda pieza del Tríptico de la vida es una deliciosa experiencia teatral, en la que nos sumergimos para recapacitar sobre la vida, la muerte y el duelo. Una fantástica propuesta que navega entre la realidad y la ficción con una sencillez que el público aplaude, dejándose llevar por este juego que nos propone Aitana Sar, en el que todo es posible. Pese a hablarnos de la muerte, es un montaje, alegre, optimista, embaucador. Las escenas se solapan de manera maravillosa para llevarnos por mundos de lo más variado, con creaciones prodigiosas, como la fantástica pieza de danza que nos regala Nataliya Andru. No se pierdan este precioso canto a la vida, lo agradecerán.
COMPAÑÍA CUARTA PARED Dirección: Aitana Sar Dramaturgia: Miguel Valentín y Aitana Sar Texto: Miguel Valentín* Ayudante de dirección y creación: Víctor Barahona Reparto: Nataliya Andru, Marina Herranz, Andrés Picazo y Fran Vélez Vestuario y escenografía: Berta Navas Sonido y audiovisuales: Kevin Dornan Diseño de iluminación: Nuria Henríquez Movimiento: Nataliya Andru Fotografía: La Megías Fotos Diseño de cartel: Irene González Lara (Verde Pistacha) Edición de vídeo: David Pérez López Producción y distribución: Cuarta Pared Agradecimientos: Juan Ollero, Miguel García Lozano, Carlos Mira Morales, Natalia Remón Vila, Pablo Rodero y Javier Victorio
*El texto se ha escrito a partir de una estructura prefijada, con la ayuda de improvisaciones de los actores y fragmentos del cuento de Farid Uddin Attar El lenguaje de los pájaros. Este texto contiene ideas y aportaciones de Aitana, Víctor, Marina, Fran, Nataliya y Andrés.