Vivir en la oscuridad, no conocer el mundo que habitas, depender siempre de alguien que te va enseñando lo que hay al otro lado de tu piel, de tus poros, eso que no puedes ver ni escuchar pero que puedes sentir. Este imponente e impactante montaje nos pone en esa tesitura, en la de descubrir el mundo a través de los ojos de otro, sólo con la intuición y la valentía de una confianza absoluta en la persona que nos acompaña. El texto destila filosofía, trascendencia, intimidad, verdad. La obra se compone de piezas estremecedoras, otras reflexivas, para formar un resultado primoroso.
La coproducción de Producciones Rockamboleskas (que ya nos cautivaron con su obra "Juguetes rotos"), Teatro de La Abadía y Hugo Álvarez Domínguez, lejos de ser un biopic al uso de esta imponente artista y sus logros a lo largo de su vida, sino "la acción que persigue los puntos de conexión entre su historia y la nuestra". La intención es que lleguemos a entender su forma de sentir, de entender la vida, lo que realmente es importante, lo que a veces damos por supuesto y es lo realmente importante. Estamos ante una pieza de obligada visualización, para reflexionar sobre lo que somos, lo que queremos ser y lo que deberíamos buscar. Las cosas importantes que a veces nos pasan desapercibidas, poner en valor la vida en si misma, apreciar los pequeños detalles, el simple hecho de estar vivo, de sentir, de poder ver y escuchar, de tener la capacidad de que la vida no nos pase por delante, sino de que degustemos cada instante.
La idea de este montaje surge de la actriz Eva Rufo, que nos deleita una vez más con una soberbia interpretación. Una vez expuesta la idea de la obra, son Rakel Camacho y David Testal quienes se encargan de la dramaturgia. Un texto que usa como punto de partida la vida de Helen Keller para hablarnos de temas muy diversos y de gran calado. Un apabullante relato que se adentra en las oscuridades de su vida para indagar en sus miedos y en sus deseos. Pero no deja de ser todo un pretexto para hablarnos de nosotros mismos, de lo que somos y de lo que sentimos, de cómo nos comportamos y de lo que dejamos de ver por pensarlo como normal. La dirección de la propia Rakel Camacho (con Teresa Rivera como ayudante) es una auténtica máquina que funciona a la perfección. Juega con el espectador para darnos en cada momento lo que ella desea que veamos, que sintamos, que experimentemos. La directora juega con los ritmos, las sensaciones, la intensidad, para que en todo momento el espectador se acerque a lo que viven las protagonistas, en un sutil juego en el que nos adentra en la oscura vida de Helen.
El montaje es "una suerte de poema existencial" que los autores crean en torno a estas dos mujeres referente. Por un lado la escritora, activista y poeta sordociega Helen Keller, una mujer valiente que no se resigna con su vida y busca conocer el mundo en toda su inmensidad. Por otro lado tenemos a Anne Sullivan, maestra de Helen y artífice de todos sus logros. Juntas forman una dupla invencible, son capaces de superar cualquier obstáculo por difícil que parezca. El tesón de la primera, la paciencia de la segunda y la ambición de ambas, las llevaron a alcanzar cotas impensables. Esta admirable pareja consiguió que "gracias al tacto y a la imaginación, alcanzar el paraíso y trascender la idea de límite".
La función se convierte en una experiencia vital en torno a la búsqueda. La obra se apoya en lo logrado por Keller, en su filosofía vital, para intentar buscar los puntos en común con nosotros mismos. Una pieza que "se centra en la exploración creativa sobre grandes conceptos como la percepción, la comunicación, la voluntad del individuo para superar límites una vez conocidos y aceptados, cómo el lenguaje modifica nuestro ser y nuestro estar en el mundo". Quedan en el aire unas preguntas que sobrevuelan el espectáculo: ¿Dónde están nuestros límites? ¿Qué hacemos con nuestros límites una vez somos conscientes de ellos?.
La obra, en palabras de los creadores, "comenzó a gestarse en un proceso de documentación, experimentación y creación colectiva del que nacerá una pieza escénica transdisciplinar que hará convivir diferentes lenguajes como el trabajo actoral, el teatro de objetos, la danza, la presencia imprescindible de un espacio sonoro apropiado, la acción performativa, vídeo instalación y relación directa con el espectador". Tenemos que reconocer que el resultado cumple a a perfección con un montaje más allá del mero hecho teatral, haciendo partícipe al espectador del montaje a niveles sonoro, sensorial e incluso vital.
Pero esta obra es también la historia de las dos actrices, Eva Rufo ("Espejo de víctima", "Penal de Ocaña", "Séneca", "La geometría del trigo")y Esther Ortega ("Suaves", "Los nadadores nocturnos", "Séneca", "La casa de Bernarda Alba"), en perfecta armonía con el universo creado por el tandem Keller-Sullivan. Al sumergirse en ese particular mundo consiguiendo indagar en lo conseguido por ellas, pero también "trazar un camino de comprensión en el que la percepción, el lenguaje, el pensamiento y la mística, construyen un mundo propio transformando tinieblas en luz". Las dos crean un vínculo muy parecido al que crearon Helen y Anne, se redescubren, vuelven a nacer para emprender de nuevo el camino del aprendizaje juntas, para moldearse la una a la otra, creando ante nuestros ojos un prodigio de ente que las implica a las dos. Ambas tomarán conciencia de los límites, tanto de los visibles como de los sensoriales, llevando la conexión a una experiencia vital más allá de lo meramente teatral.
El trabajo de Eva Rufo como Helen Keller es realmente impactante. La capacidad de la actriz para moverse por la escena con los miedos y las precauciones de alguien que no conoce el mundo, es un prodigio. Rufo nos sorprende en cada escena, con sus miedos y su evolución a lo largo de la historia. La actriz es capaz de asomarse al abismo, de dejarse manipular como quiera su compañera, de deslizarse por el escenario con la desesperación que quien quiere avanzar pero le resulta imposible. Pero lejos de quedarse ahí, cuando ya nos tiene a todos hipnotizados con su interpretación, sale del personaje para hablarnos desde la piel de la actriz, con la tranquilidad que transmite, como si no hubiese pasado nada. Segundos después se transforma de nuevo para seguir asombrándonos con su capacidad para transmitir, para sentir, para ir aprendiendo sobre la marcha, para dejarse llevar.
La parte técnica no desentona en absoluta, por lo contrario enfatiza en halo de misterio, de ambigüedad, de lugar por explorar. El espacio escénico diseñado por José Luis Raymond (decorado creado por Mambo decorados) es un continuo cambio, perfectamente diseñado para que todo se vaya componiendo en su justo lugar. Una serie de elementos, aparentemente inconexos de inicio, van moldeando el espacio, asociándose entre ellos, creando vínculos, para formar el complejo mundo de Helen. Fundamental el diseño de iluminación de Javier Ruiz de Alegría, que juega con las luces, con las sombras y con las penumbras para meternos de lleno en ese oscuro vital de las protagonistas. Todo ello complementado por la videoescena creada por David Martínez que ayuda a explicar parte de las cosas que ocurren en escena. Contundente música y vibrante espacio sonoro, creados ambos por Miguel Gil. Por último, hay que hablar del vestuario creado por el propio José Luis Raymond e Igone Teso, que nos aporta en cada momento una personalidad diferente a los personajes.
Mención aparte merece el trabajo de los asesores en las distintas disciplinas, para que la actriz acabase creando un personaje sordociego verosímil. Julia Monje fue la asesora de movimiento y la creadora sobre sistemas de comunicación y asesoramiento de sordoceguera, Esmeralda Azkarate-Gaztelu asesoró sobre accesibilidad y Pedro Durán sobre canto difónico.
Estamos sin duda ante una obra diferente, cargada de elementos que nos transportan más allá de la escena e indagan en nosotros mismos, en los límites que nos ponemos y en los límites reales que podemos alcanzar. Una pieza majestuosa, impactante visualmente, profunda en su contenido y prodigiosa en la interpretación de las actrices. Una obra que nadie debería perderse, y luego analizar profundamente todos los interrogantes que nos propone. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.
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Teatro: Teatros Abadía
Dirección: Calle Fernández de los Ríos 42.
Fechas: Del 16 de Septiembre al 3 de Octubre. Martes a Sábados a las 20:30. Domingos a las 20:00.
Entradas: Desde 14€ en TeatroAbadia.
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