Versión libre de Silvia Zarco sobre dos
obras que comparten el mismo título pero con dos autorías distintas, Eurípides
y Esquilo.
Dos historias trágicas que protagonizan dos grupos de mujeres (hijas de Oriente y madres de Occidente) con el denominador común de la súplica. Súplica que hacen a hombres que las defienden mientras otros las hieres y las denigran. Mujeres defendiendo sus derechos y su dignidad.
Bajo un mismo texto y entrelazando los
dos clásicos nos encontramos ante una obra que actualmente bien podría
clasificarse como feminista. Y es que los clásicos nos muestran que las
pasiones y el sufrimiento del ser humano cambia poco a través de los siglos.
La obra se divide en dos partes bien diferenciadas. En la primera, la obra de Esquilo, un grupo de mujeres junto con su padre huyen de Egipto y buscan refugio para evitar un matrimonio forzoso y la profanación de sus cuerpos y nos traslada un mensaje tan vigente como actual. El cuerpo de la mujer es solo suyo.
El lenguaje utilizado se moderniza, y se habla de refugiados que buscan asilo porque sus derechos (su libertad sexual) no se ven respetados en sus países.
En la segunda parte, basada en la obra de Eurípides, las que luchan son madres que buscan recuperar los cuerpos de sus hijos que Creonte se niega a devolver. Se habla de los derechos de los vencidos y de los rituales de la muerte que han de ser respetados. El dolor de las madres ante la muerte de sus hijos, tan universal.
El texto está bien adaptado porque consigue que el lenguaje clásico y el moderno se unan sin sonar forzado.
Lo que llama la
atención son dos elementos artísticos de gran relevancia en la obra. Por una
parte las coreografías que se dan en el escenario tienen mucha fuerza aunque el
espacio escénico sea pequeño y se note que la obra esté pensada para espacios
mayores, y por otro lado la música que acompaña a algunas acciones y que resta
potencia a las voces.
Estos “peros” se
compensan con los coros de las suplicantes unidas en una misma voz y tempo que
hacen de las escenas algo maravilloso. Todas unidas en un solo personaje, el
dolor y la rabia que une a esas mujeres.
A destacar las dos actuaciones de cante jondo mágicas que tiene Celia Romero interpretando a una deidad con un vestuario color burdeos que representa a la sangre.
El vestuario juega con
colores clásicos (blanco para las doncellas, burdeos para las madres y negro
riguroso para Corifeo papel interpretado por María Garralón. Actriz que
reivindicamos y que se le ha dado poco protagonismo en los escenarios aunque
sea una magnífica actriz.
A destacar la sincronía y la fuerza de
las actrices que interpretan magistralmente a aquellas madres y doncellas. Y al
papel de los hombres que las defienden donde sobresale el papel de Teseo y el
del Rey de Argos.
El escenario, aunque minimalista
consigue dar contenido a la obra y ubicar las escenas dentro del mismo.
Por favor, no dejen de verla porque es
una obra tratando temas actuales como los refugiados, la dignidad de la mujer,
los derechos que se violan en las guerras.
Y aunque está pocos días en cartel
esperemos que repitan pronto.
RESEÑA ESCRITA POR GEMA COLADO
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Teatro: Teatro Reina Victoria
FICHA ARTISTICA
Dirección: Eva Romero Borrallo
Texto: Versión libre de Silvia Zarco sobre las obras homónimas de Esquilo y
Eurípides
Reparto
María Garralón
David Gutiérrez
Carolina Rocha
Rubén Lanchazo
Cándido Gómez
Eduardo Cervera
Javier Herrera
Laura Moreira
Nuria Cuadrado
Maite Vallecillo
Cante: Celia Romero
Luisa Gavasa: Voz Diosa
Una coproducción del Festival de Mérida y Maribel Mesón
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