Dos realidades tan cercanas y a la vez tan alejadas. La guerra que convive en el mismo continente con eventos deportivos de gran calado. La desolación de un país que se desintegra en contraposición con la alegría desbocada de otro que alardea de sus logros y disfruta de los triunfos logrados sin inmutarse por el dolor ajeno. Este paralelismo que nos plantea esta obra es una de los grandes aciertos de esta desgarradora propuesta que no hiela el alma. Dos realidades que conviven entre la desesperación de unos y la indolencia de los otros. Porque mientras se encendía el pebetero olímpico el horror arrasaba a toda una población, mientras se celebraban las medallas había mujeres que estaban siendo violadas.
La obra nace de los testimonios recogidos por la escritora croata Slavenka Drakulic cuando recorrió los campos de refugiados de la frontera entre Bosnia y Croacia, entre los años 1992 y 1994. Allí conoció de primera mano las atrocidades sufridas por mujeres que habían sido víctimas de violaciones y que se les había obligado a tener a sus bebés, a los que abandonaban al nacer. El resultado de este trabajo se plasmó en la novela "Como si yo no estuviera". Este montaje unifica la cruda realidad de una guerra que destrozaba a todo un país, con la euforia que se vivía en nuestro país con las olimpiadas, lo que se vendía como el comienzo de una nueva época que podía ser mucho mejor que la anterior.
Esta producción de Cultura i Conflicte y Teatre de L´Aurora, con la colaboración del Teatre Nacional de Catalunya en coproducción con Temporada Alta, nos invita a reflexionar sobre la dualidad que existe entre dos realidades tan cercanas y a la vez tan antagónicas como puede ser la España próspera y feliz del 92 (Olimpiada en Barcelona, Expo en Sevilla, Champions del Barça) en contraposición con los desastres que acontecen en una guerra, en este caso la sufrida en la desmembrada Yugoslavia. Un proyecto que consta de tres vías de difusión, además de la propuesta teatral que podemos ver estos días en el Abadía. La primera pieza fue el documental creado tras un minucioso trabajo de investigación en torno a los testimonios de loas mujeres que sobrevivieron a la brutalidad física, a la violencia psicológica, a las violaciones, a los nacimientos de hijos fruto de esos abusos. De aquí surge la obra de teatro, una instalación fotográfica (que se puede ver estos días en el patio del Teatro de la Abadía) y una propuesta educativa.
Este amplio proyecto ha sido impulsado por "un equipo multidisciplinar de profesionales que cree en la capacidad de la cultura como motor de diálogo y reflexión y como herramienta de transformación social". Un trabajo que permite dar contexto y generar nuevas preguntas y nuevas ópticas de una realidad que siempre es poliédrica y diversa. En este aspecto ha sido fundamental la aportación de Teresa Turiera-Puigbó Bergadá en la minuciosa labor de investigación y documentación. El proyecto nos propone una profunda reflexión sobre el conflicto, pero también nos hace "cómplices" del pasotismo que nuestro país (y gran parte de los países europeos) tenía ante una situación tan grave. La muerte y la destrucción a un lado de la Europa continental, en el otro lado la farándula festiva de las Olimpiadas de Barcelona 92. La dramaturga Anna María Ricart ha sido la encargada de crear este paralelismo entre las dos caras de una misma época. Es muy interesante "el relato directo de las supervivientes que nos permite presentar a distintos públicos y a través de diferentes lenguajes artísticos conceptos como la impunidad, el silencio, el cuerpo de las mujeres como arma de guerra o la lucha contra el estigma de la segunda generación".
Este inquietante y demoledor montaje ha sido dirigido por Joan Arqué Solá, que ha sabido mezclar con maestría la dolorosa realidad de las mujeres que fueron violadas con el paralelismo de las vidas de los propios actores en aquella Barcelona olímpica. Es este uno de los puntos más interesantes de la pieza, ya que nos implica directamente en la historia. Todos pensamos en aquellos días, recordamos con nitidez a los medallistas, pero poco recordamos de las noticias que nos llegaban de la guerra en Bosnia. Pasados los años, Arqué se pregunta sobre las personas que sufrieron el conflicto y lo que pasa con un país devastado por la barbarie "¿Qué sabemos de todo aquello que nos golpeó o sorprendió en ese momento? ¿Qué ocurrió? ¿Cuándo dejó de ser noticia? ¿Dónde va? ¿Se funde? ¿Desaparece? ¿Se soluciona? ¿Cuándo termina una guerra?". Y a todas estas preguntas intenta responder esta obra, para que veamos las secuelas eternas, las heridas incurables, las pesadillas que nunca dejarán de mantener en vilo a todas esas mujeres que sufrieron las atrocidades de los soldados, de los cooperantes, de los hombres que se creían con el derecho de utilizarlas para su propia satisfacción.
La obra es fruto, como hemos dicho, de un minucioso trabajo de investigación, de viajes a Bosnia para conocer de primera mano a las supervivientes de la guerra, mujeres marcadas que nunca podrán dejar aquellos días atrás. La historia que veremos nos hace un paralelismo entre la guerra y la España más alegre, esa que vivía en continua ebullición por el año olímpico. Tras varios viajes a Bosnia, el equipo de Cultura i Conflicte pudo poner cara a aquellas mujeres que habían sufrido el lado más oscuro (y tantas veces silenciado) de la guerra. Allí conocieron a las mujeres violadas y a aquellos hijos e hijas no deseados (fruto de las violaciones y que les obligaron a tener). Como se puede leer en la sinopsis de la obra "hemos hablado con ellas y nos han dicho que a menudo se han sentido y se sientes olvidadas por todos. No les resulta fácil hablar de lo que les pasó, revivir unos hechos tan traumáticos, pero a la vez quieren que se les escuche. Y nosotros podemos hacer que su voz, llegue a una audiencia más amplia". Por todo esto es tan importante este proyecto y tan necesario que tenga una gran repercusión, porque todos debemos ser conscientes de todos los horrores que encierra una guerra, y de las secuelas irreparables que produce.
Porque no nos engañemos, esto pasó en el corazón de "nuestra civilizada Europa". Ahora que volvemos a tener otra guerra en territorio europeo hay que ser conscientes de todo lo que un conflicto de esta magnitud conlleva. Porque el horror no acaba, ni mucho menos, cuando dejan de caer las bombas. A modo de teatro documento se nos van solapando las imágenes del conflicto con las de las Olimpiadas, los relatos de las mujeres bosnias con los de los intérpretes, la música con el estruendo de las bombas. Una mezcla de realidad y ficción, de relatos propios y ajenos, de historias contadas y vividas. Porque es importante echar la vista atrás y tener memoria. Porque para Nevenka, Milica, Meliha, Alen, Ajna y Lejla la guerra no ha terminado, nunca lo hará. Sus vidas han quedado marcadas por aquellos días, el dolor no se puede extirpar, la pena y el miedo siguen pegados a su piel. Por eso es nuestro deber recordarlas, ser conscientes del horror de la guerra y de sus consecuencias.
En escena veremos a siete fabulosos intérpretes que darán vida a algunas de las personas con las que se pudieron entrevistar el equipo que viajó a Bosnia, pero también veremos a los actores hablando de sus propias vivencias en aquella Barcelona olímpica, en una dualidad de personalidades muy acertada, en la que seremos conscientes de lo alejados que vemos los conflictos armados (por mucho que nos involucremos en manifestaciones o protestas) desde nuestra burbuja de bienestar. El elenco está formado por Ariadna Gil (que da vida a Nevenka), Chantal Aimée (en el papel de Milica), Óscar Muñoz (que interpreta a Dusko y a Eric), Magda Puig (como Lejla), Judit Farrés (en los papeles de Meliha y Ajna), Erol Ileri (Alen y un soldado serbio) y Pep Pascual (el único de los actores que sólo interviene como él mismo). Un elenco que funciona a la perfección, que nos agarra y nos habla directamente para que seamos conscientes también nosotros de lo que pasó, de donde estábamos en aquellos días, de la importancia que le dimos a la guerra. Fabulosas interpretaciones, desgarradoras por momentos, ingeniosas en otras, pero siempre cargadas de verdad.
En esta pieza, tan desgarradora como impecable, juega un papel fundamental la parte técnica. Desde la preciosa escenografía diseñada por Xesca Salvá, con esas dos plataformas inclinadas que se convierten en el bosque que teme una de las protagonistas, hasta los vídeos obra de Erol Ileri Llordella y Tyler Franta, que se convierten en apoyo a la historia y acaban siendo parte esencial del montaje. Todo ello completado con una impecable iluminación diseñada por Sylvia Kuchinow. Otro de los elementos clave de este montaje es la música que acompaña a todas las historias y es obra de Judit Farrés, Pep Pascual y Erol Ileri.
En definitiva, estamos ante una obra necesaria pese al dolor y la vergüenza que nos provoca. Porque las guerras solo traen destrucción y desolación y demasiadas víctimas, las cuales no se recuperarán jamás. También resulta imprescindible esta propuesta para que nos miremos al ombligo y nos demos cuenta de lo poco que nos afectan las guerras una vez que dejan de ocupar las portadas. Porque todo esto ocurrió a nuestro lado, como quien dice, mientras nosotros disfrutábamos de nuestro sueño olímpico. Las cifras hablan de que entre 25.000 y 50.000 niñas y mujeres fueron violadas. La guerra terminó para ellas el horror no las ha abandonado. Una obra indispensable, para reflexionar sobre lo que somos, sobre la fragilidad de una sociedad que se derrumba de la noche a la mañana, de lo crueles que podemos llegar a ser en escenarios bélicos, de lo desprotegidas que siempre quedan las mujeres en estas situaciones. Vayan y reflexionen, es muy necesario.
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