Un álbum de fotos puede decirnos mucho de las costumbres y rutinas de las personas que en ellas salen retratadas. Del mismo modo que en nuestros álbumes familiares tenemos los recuerdos de las distintas etapas de nuestra vida, en este álbum conoceremos una parte desconocida sobre uno de los hechos más horrorosos de la historia reciente de la humanidad. Este colección de fotografías nos llevan a los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, nada más y nada menos que al campo de exterminio de Auschwitz, para conocer las costumbres de los nazis que allí estaban destinados. Para conocer su vida, aparentemente tranquila, tomando el sol o posando en grupo, como si no estuviesen siendo los protagonistas de uno de los episodios más sangrientos y estremecedores de aquellos años.
Estamos ante una de las obras más esperadas de este tramo final de la temporada. Una desgarradora historia sobre el holocausto, a través de una serie de imágenes nos relatan la realidad paralela que vivían nos nazis destinados en el campo de concentración de Auschwitz. Es inevitable el recuerdo de la maravillosa película "La zona de interés" de Jonathan Glazer, en la que se mostraba la vida de los altos mandos nazis que vivían plácidamente a escasos metros del campo de concentración. Esta pieza, como decimos, va muy en esta línea, aunque aborda el tema desde diferentes enfoques, dando una visión más poliédrica del hecho histórico. Esa compleja trama por la que los nazis se auto exculpaban de lo que ocurría en los campos de exterminio, ya que todos ellos se ceñían a su pequeña parcela de responsabilidad, haciendo oídos sordos al resto. Este es, a mi parecer, una de las líneas argumentales más potentes (y a la vez más desgarradoras) de la obra.
Esta coproducción de Barco Pirata y Producciones Teatrales Contemporáneas es majestuosa. No debería sorprendernos después de montajes como "Lehman Trilogy", "La cocina" o "Ladies Football Club" (por hablar de tres de los más similares, por su complejidad técnica), pero una vez más han conseguido levantar un proyecto estéticamente poderoso, técnicamente impecable, de una proporción monumental, por lo que cuentan y por como lo hacen, siempre certeros en el enfoque y contundentes en el mensaje. Una impecable propuesta que se sustenta en las imágenes, pero que cuenta con unas interpretaciones fabulosas por parte de un polifacético elenco. Una propuesta que desde el pragmatismo de lo sucedido nos plantea una serie de incómodas preguntas que nos dejarán interesantes reflexiones al acabar la representación.
Esta obra de teatro documento nos muestra el texto de Moisés Kaufman y Amanda Gronich, en el que conoceremos las vidas de los nazis que trabajaron en el campo de exterminio de Auschwitz, a través de una serie de fotografías que aparecieron en el año 2007. Este álbum de fotos refleja el día a día en el campo, más allá de las cámaras de gas, de la separación de las familias, del maltrato, de los trabajos forzosos, del maltrato y las vejaciones. Unas instantáneas que fueron enviadas a Rebeca Erbelding (directora de archivos del Museo del Holocausto de los Estados Unidos) y que nos revelan la vida cotidiana de los que, fuera de su "horario de trabajo" disfrutaban de las instalaciones próximas al campo como si estuviesen disfrutando de unas deliciosas vacaciones en el campo. Realmente desgarrador, como podían continuar con sus vidas, ajenos a lo que estaban haciendo a pocos kilómetros, uno de los mayores genocidios de la Historia. Una visión diferente del holocausto, que nos deja una dolorosa reflexión sobre lo que somos y como se puede llegar a edulcorar un relato para seguir actuando como si no pasase nada.
Hablar en estos tiempos de Sergio Peris-Mencheta es hablar de solvencia, de compromiso, de éxito. El actor y director se ha forjado una interesante carrera en la que entrelaza montajes de gran formato y muy corales ("La cocina", "Lehman Trilogy", "Ladies football club", "Cielos"), como este del que os hablamos hoy, con otros de un formato menor y mucho más íntimos ("Una noche sin luna", "14.4"). En ambos formatos consigue montajes prodigiosos, monumentales, emocionantes e impactantes, tanto en el contenido con en la forma. Sergio se ha convertido en todo un virtuoso de la parte técnica, sorprendiéndonos en cada montaje con escenografías imposibles, que parecen cobrar vida. En esta nueva pieza deja de la lado lo sorpresivo para cimentar la obra en lo impactante de las imágenes, buscando un preciso ritmo documental en el que nos agarra el pecho con los testimonios que vamos conociendo. Una sobriedad que funciona a la perfección, que da un carácter solemne al conjunto, y que nos deja momentos memorables con las escenas en las que se intercalan los testimonios de varios de los personajes. ¡Que bien sabe Peris-Mencheta trabajar las escenas corales!
El autor del texto, Moisés Kaufman, reconoce que "como descendiente de sobrevivientes del Holocausto, las instantáneas casuales del álbum de Karl Hocker, los selfies de 1944, me desconciertan. Una cosa es cometer una violencia indescriptible contra un pueblo. Otra muy distinta es marcar las matanzas en masa con canciones casuales y picnics despreocupados al aire libre". En este mismo punto es sobre el que pivota el montaje dirigido por Peris-Mencheta, que nos va dejando contundentes reflexiones que nos van ahogando y angustiando, al pensar como fue posible, como podían seguir con sus vidas como si nada, que hemos aprendido de ese horror, que importante es la memoria para no olvidar estas atrocidades y no repetirlas (en estos tiempos oscuros en los que parece que nos rodean barbaridades muy similares). En estos tiempos de genocidios, guerras y ebullición de la extrema derecha, este montaje es muy necesario, por todas estas preguntas que nos plantea y por la visión que nos da de los propios nazis, que vivían felices dentro del horror del que estaban participando. El autor plantea esta demoledora pregunta: ¿Qué responsabilidad tenemos, como individuos y como sociedad, de corregir tantos errores?
El origen de este montaje es el hallazgo de un álbum de fotos de la Segunda Guerra Mundial que fue enviado a Rebecca Erbelding, directora de archivos del Museo del Holocausto de los Estados Unidos. Esas imágenes muestran la vida diaria de los oficiales que trabajaban en Auschwitz, el campo de concentración más letal en la historia de la humanidad, donde veremos como parecían no ser conscientes de lo que estaban haciendo. Las fotos parecen sacadas de unas idílicas vacaciones en el campo. ¿Cómo podían tener esa aparente normalidad siendo partícipes del horror que se estaba cometiendo en el campo de exterminio? Estas imágenes no tardan demasiado en dar la vuelta al mundo y convertirse en portada de los principales periódicos.
En una de estas portadas que sacudieron la opinión pública, un empresario alemán reconoce a su abuelo. Este descubrimiento le lleva a conocer a otros descendientes de nazis y a tener que plantarse ante un pasado que siempre había sido ocultado por la familia. Las nuevas generaciones encuentran en esas fotos a sus familiares, y deben asumir que son los nietos de los que perpetraron ese genocidio. El director de la obra, Sergio Peris-Mencheta, reconoce que este es un espectáculo "sobre la banalidad del mal que puede suceder en cualquier parte por desgracia. La maldad habita en uno y con el cerebro suficientemente bien lavado uno puede estar en la cadena de un proceso diabólico".
Como ya hemos comentado antes, el reparto es uno de los puntos fuertes de este montaje (como ocurre habitualmente en los montajes de Sergio Peris Mencheta). Un impecable trabajo coral en el que nada desentona y todos realizan un trabajo excelso, interpretando diversos papeles. Además, todos ellos nos deleitan tocando algún instrumento musical en las emotivas escenas en las que se convierten en banda musical. Este portentoso y polifacético elenco está formado por Clara Alvarado, Víctor Clavijo, Eric de Loizaga, Nacho López, Irene Maquieira, Natxo Núñez, María Pascual y Paloma Porcel. Un trabajo en el que se entrelazan dolorosos monólogos con coreografías impecables, con escenas que transcurren en diferentes planos y en momentos históricos diferentes. Todos trabajan con una precisión y una elegancia que eleva el montaje a otro nivel, lo impregna de solemnidad.
Todo esto sucede en una monumental escenografía de altos muros, diseñada por el genial Alessio Meloni, que sirven de lienzos sobre los que proyectar las imágenes en las que se basa la historia. La escenografía se une con la parteaudiovisual, impecable el diseño de Emilio Valenzuela, para conseguir unas imágenes impactantes y desgarradoras, pero a la vez consiguen una secuencias de una belleza formal y una contundencia que son arrebatadoras. Todo el montaje es de una elegancia y una contundencia en la composición de las escenas, que nos lleva a quedar hipnotizados por lo que va sucediendo sobre el escenario. Todo ello se acompaña de la lúgubre y precisa iluminación de Pedro Yagüe, que va impregnando cada escena de una tonalidad misteriosa. No podemos dejar de nombrar el portentoso sonido de Benigno Moreno, que eleva todo a una dimensión superior, la deliciosa composición musical de Joan Miquel Pérezy el cuidado diseño de vestuario de Elda Noriega.
Una vez más lo han vuelto a hacer. Sergio Peris-Mencheta y su equipo del Barco Pirata nos han regalado uno de esos montajes que se nos quedarán en el recuerdo, por la grandiosidad de la propuesta y por lo desgarrador del contenido. Una pieza impecable en todos los sentidos, que solo se puede aplaudir y agradecer el trabajo descomunal de cada uno de los miembros del equipo. Pero vayamos un poco más allá y volvamos a la reflexión que nos plantea la obra. ¿Cómo es posible que esos altos mandos nazis hiciesen como si no pasase nada ante el genocidio que ellos mismos estaban haciendo? En este momento de dolor, en el que Gaza o Ucrania están sufriendo guerras infames, en las que la extrema derecha quiere acabar con todos los que no son como ellos quieren, en esta realidad casi distópica que nos ha tocado vivir (y que se asemeja bastante al auge del fascismo, hace casi un siglo), debemos preguntarnos si no estamos haciendo lo mismo que hicieron esos nazis, al mirar para otro lado y seguir con nuestras vidas como si el horror no fuese con nosotros. Obras necesarias que nos dejan poso y nos hacen pensar. Gracias siempre Sergio por tu compromiso con el teatro y con la realidad de este tiempo convulso.
Elenco: Clara Alvarado, clarinete y piano Víctor Clavijo, piano Eric de Loizaga, trikitixia Nacho López, guitarra Irene Maquieira, viola Natxo Núñez, piano, guitarra y flauta Maria Pascual, piano Paloma Porcel, ukelele
Dirección: Sergio Peris-Mencheta Texto: Moisés Kaufman y Amanda Gronich Diseño de escenografía: Alessio Meloni (AAPEE) Diseño de iluminación: Pedro Yagüe Diseño de vestuario: Elda Noriega (AAPEE) Diseño de sonido: Benigno Moreno Diseño de audiovisuales: Emilio Valenzuela Composición musical: Joan Miquel Pérez Atrezista: Eva Ramón Dirección de producción y producción ejecutiva: Nuria-Cruz Moreno Ayudante de dirección: Javier Tolosa Ayudante de vestuario: Paula Fecker Adjunto dirección de producción: Fabián Ojeda Villafuerte Jefa de producción y regiduría: Blanca Serrano Gerente en gira y regiduría: Paco Flor Auxiliar de producción: Elena Prados Administración: Henar Hernández Asistente de gerencia: Jennifer Alonso Dirección técnica: Alberto Hernández de las Heras Técnico de luces: David González y Juan Andrés Morales Técnico de maquinaria: Juan Moscoso, Paul Jara y David González Técnico de sonido: Pablo de la Huerga y Benigno Moreno Técnico de vídeo: Juan Ignacio Arteagabeitia Jefa de prensa: María Díaz Fotografía de cartel: Sergio Parra Fotografía de escena: Javier Tolosa Diseño gráfico: Eva Ramón Distribución: Producciones Teatrales Contemporáneas
Una producción de Barco Pirata en coproducción con Producciones Teatrales Contemporáneas
Agradecimientos: Teatro Municipal de Coslada
Here There are Blueberries fue originalmente encargada y desarrollada por Tectonic Theatre Project Moisés Kaufman, director artístico y Matt Joslyn, director ejecutivo