Alma Vidal, autora y directora, construye una dramaturgia de capas superpuestas donde el metateatro no es solo una forma, sino una trampa: todo personaje es espejo de otro, toda escena una puesta en duda, y todo final un nuevo comienzo o una huida. La pieza es, también, una suerte de réquiem contemporáneo por una generación a la que se le prometió todo y se le dio poco. Una generación acostumbrada a narrarse a sí misma desde la épica del éxito pero que, en el fondo, se pudre en la falta de sentido.
El reparto, bien ensamblado, despliega múltiples capas sin perder cohesión. Marta Poveda aporta una intensidad contenida de belleza herida. Cada gesto y cada palabra parecen venir desde un lugar donde la juventud ya ha muerto. Su presencia escénica es rotunda y serena, como una figura que ya ha cruzado el umbral. Antonio Hernández Fimia ofrece un trabajo poderoso, visceral, lleno de quiebres. Se lanza al abismo emocional del protagonista con valentía, sosteniendo con fuerza tanto los estallidos como los momentos de mayor fragilidad. Nacho Almeida aporta un trabajo escénico muy honesto que le permite habitar diferentes registros sin perder unidad. Desde el desconcierto hasta la ternura, construye vínculos sutiles que sostienen muchas de las escenas más íntimas de la obra. Natalia Llorente destaca por su versatilidad y ritmo, sus intervenciones están afinadas con precisión y logran aportar ligereza sin desentonar con la densidad del texto. Tiene una gran capacidad de cambio y una naturalidad magnética. Todos orbitan alrededor del centro en ruinas, pero lo hacen con voz propia y una carga emocional consistente.
La escenografía e iluminación de Iván López-Ortega construyen un espacio fragmentado, en movimiento constante, con estructuras que se abren, se ocultan y cambian de forma. Este dispositivo, lejos de ser un mero fondo, dialoga directamente con el caos emocional de los personajes. La música original de Marc Servera, aporta textura y rompe con cualquier intento de narración lineal. La coreografía de Paula Degado, intensa y física, convierte el cuerpo en vehículo de todo lo que no se dice.
La ayudantía de dirección y regiduría, a cargo de Violeta Nêmec, mantiene el pulso de una obra compleja y llena de transiciones. Andrea Rubio firma la ayudantía de luces y Sasha Kuzina la de escenografía, completando con precisión un engranaje técnico exigente. Antonio Hernández Fimia firma también el diseño gráfico, coherente con la estética de la propuesta, mientras Jesús Romero de Luque capta desde la fotografía los momentos de mayor tensión y belleza.
Desde la producción, Alma Vidal demuestra una dirección firme también en la gestión: diseño de producción propio, coordinación con la ayudante de producción Elena Garay, estrategia de comunicación eficaz con María Díaz a cargo de la prensa y distribución asegurada por Meditea, con Ginés Alberto Sánchez al frente.
Recomendaría especialmente esta obra a la gente joven, que encontrará en ella un espejo brutalmente honesto y necesario. Es una invitación para quienes están atravesando la compleja transición hacia la adultez, un espacio para sentir que no están solos en sus dudas, miedos y búsquedas. Ver “El dios de la juventud" es un acto de reconocimiento y desafío, un paso valiente para confrontar lo que significa crecer en un mundo que pocas veces ofrece certezas.
La obra no busca complacer, sino hacer estallar el espejo. Logra captar con agudeza la sensación de vivir en un tiempo en el que la juventud es una condena disfrazada de promesa. Un teatro que se piensa a sí mismo y que, al hacerlo, se lanza sin red al vacío. Un teatro necesario.
Ficha artística
Dramaturgia y dirección: Alma Vidal
Reparto: Marta Poveda, Antonio Hernández Fimia, Natalia Llorente y Nacho Almeida
Escenografía e iluminación: Iván López-Ortega
Asesoría artística: Yayo Cáceres
Ayudante de dirección: Violeta Nêmec
Música original: Marc Servera
Coreografía: Paula Degado
Diseño gráfico: Antonio Hernández Fimia
Fotografías: Jesús Romero de Luque
Regiduría: Violeta Nêmec
Diseño de producción: Alma Vidal
Ayte. Producción: Elena Garay
Prensa: María Díaz
Distribución: Meditea (Ginés Alberto Sánchez)