Al entrar en el teatro notamos la solemnidad de lo que estamos a punto de vivir. Un escenario lleno de las fotos de todas las personas de las que nos van a hablar en este montaje, todos los hombres y mujeres desaparecidos que a día de hoy se encuentran en alguna cuneta o fosa común que sus familias desconocen. Se nos encoge el alma al pensar en cada uno de ellos, en las vidas que se fueron y por las que nadie ha pagado las consecuencias. Nos pone la piel de gallina ver todos esos rostros mirarnos, como pidiendo explicaciones ante una injusticia que no entienden.
Se nos debería caer la cara de vergüenza al escuchar ciertos datos que tienen que ver con las víctimas del franquismo. España es, tras Camboya, el segundo país del Mundo con más fosas comunes y más personas desaparecidas. En nuestro país hay más de 2.000 fosas comunes, en las que se encuentran los restos de más de 114.000 personas. Estas personas desaparecidas durante el régimen franquista nunca han podido ser velados por sus familiares. Toda esta información la conocemos gracias a sus nietos, que junto a personas anónimas voluntarias han realizado un engorroso trabajo de investigación, sin obtener nunca un apoyo institucional de ningún gobierno. Un genocidio que todos los gobiernos llamados democráticos han querido ocultar, o al menos no han querido investigar ni ayudar a que se solucione.
El Teatro del Barrio, en su afán por hacer un teatro comprometido y en cierto modo divulgativo, estrenó la pasada temporada esta lectura dramatizada (a mitad de camino entre montaje teatral y lectura dramatizada propiamente dicha) sobre el caso por el que se juzgó al juez Garzón en 2012. Tras el éxito cosechado con el montaje basado en la transcripción del juicio a Bárcenas ("Ruz Bárcenas" sobrepasó los mejores augurios, llegando a convertirse en película de gran repercusión, consiguiendo tres nominaciones a los Goya en 2015), en la que no había una sola línea de ficción, vuelven a meterse de lleno en uno de los temas más polémicos (y más vergonzosos) que sonrojan a diario a nuestro país: la Memoria Histórica.
Después de años de lucha en la sombra, los familiares de las víctimas del franquismo encontraron en el juez Garzón alguien que les escuchó e intentó ayudarles en su intento de encontrar a sus seres queridos desaparecidos. Este montaje nos habla del juicio en el que, en el año 2012, se juzgó al magistrado por tratar de investigar estos crímenes acaecidos durante la dictadura. El juez, tras las denuncias presentadas por los familiares, había decidido abrir una causa para intentar esclarecer todos esos oscuros episodios de nuestra historia reciente. "El pan y la sal" es el escalofriante relato de lo que ocurrió en aquella sala de un Tribunal de Madrid, la historia de la causa contra la recuperación de la Memoria Histórica.
En aquel juicio se escucharon historias terribles, capaces de hacer estremecer a cualquiera. Crónicas de una España en las que las ideas te condenaban y te hacían desaparecer. Narraciones de todo lo que ocurrió en aquellos lúgubres años y que por desgracia, a día de hoy, ningún gobierno ha querido subsanar. Por el estrado de aquella sala, pasaron los familiares de las víctimas para dar el testimonio de como desaparecieron sus padres, sus tíos, sus abuelos, sus seres más queridos. Palabras que te apuñalan, historias que disparan directamente al corazón, que nos avergüenzan de vivir en un país en el que se prefiere el olvido antes que subsanar las atrocidades cometidas, con la excusa de que no se debe "remover" esa oscura etapa.
Andrés Lima es el encargado de dirigir este montaje, que nos hace estremecer en cada escena. El director, que también participa como actor a modo de narrador, nos muestra la realidad tal cual sucedió, por ello se aleja de la interpretación para mostrarnos un relato casi documental, en el que sólo los diálogos entre los abogados se salen un poco de la crudeza general, son las únicas escenas que nos muestran lo rastrero que puede llegar a ser un juicio, al reprochar testimonios que nos dejan helado el corazón. Un montaje sencillo en el que sólo lo que se dice merece la pena, lo demás sobra. Así lo ha interpretado el elenco, que deja que la dureza de los testimonios sean lo realmente importante, pasando ellos a meros transmisores lo que allí sucedió.
Actores y actrices de la talla de Nuria Espert (María Galiana en uno de los pases), José Sacristán, Ramón Barea, Alberto San Juan, Emilio Gutiérrez Caba, Laura Galán, Ginés García Millán, Mario Gas, Natalia Díaz o Gloria Muñoz, ponen su voz al servicio de este desgarrador relato, sin estridencias, sólo con los silencios y las palabras que hubo en el juicio. Ellos y ellas nos transmiten el dolor de las personas que allí testificaron, escucharemos las voces temblorosas de cada uno de ellos, que sufre como cada uno de los asistentes al leer y escuchar todo lo que se dijo en aquella sala. Actores que sufren como lo hicieron los familiares de las víctimas, y como hacemos cada uno de nosotros al escucharlos.
Los relatos se suceden, intercalados con los testimonios del propio juez Garzón (interpretado por Mario Gas) y las interpelaciones de cada uno de los abogados, el abogado de la defensa (interpretado por Ginés García Millán) y el de la acusación (interpretado por Alberto San Juan, al que por momentos dan ganas de abofetear por su behemencia y pocos escrúpulos ante lo que escucha). Las historias nos van hundiendo cada vez más en nuestros asientos, nos sentimos más dolidos, más apesadumbrados ante una realidad (la de las víctimas) que nos duele como propia. El momento en el que Nuria Espert, tras acabar su relato, mira al abogado de la acusación con mirada amenazante, se levanta y se queda unos instantes mirando los retratos de los desaparecidos....pone la piel de gallina, hasta al recordarlo en este momento.
En un montaje como este, en el que sólo es necesario escuchar, todo lo que suceda que nos distraiga será un error. Pero en este montaje todo está cuidado al milímetro y nada consigue desviar nuestra atención. Nuestra alma ya se ha encogido al entrar en la sala y ver las miradas de todas esas fotos que cuelgan en el escenario. Ya desde ese momento sabemos que vamos a ver algo escalofriante. Interesante la idea de meter al público en la escena, como si de un juicio popular se tratase (si hubiese sido así, otro gallo hubiese cantado). Todo nos introduce en el juicio desde el momento en que pisamos el teatro, por lo que una vez que se apagan las luces estamos preparados para centrarnos exclusivamente en los testimonios.
Teatro: Teatro Español
Dirección: Calle Príncipe 25.
Fechas: Del Jueves 20 a Sábado 22 a las 20:00. Domingo 23 a las 19:00.
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