Casa de muñecas

Es innegable la predilección por una de las salas más pintorescas y encantadoras de Madrid. No podríamos entrar en esta sala y contarles únicamente la obra de la que hemos disfrutado, parece inevitable transmitirles, una y otra vez, lo que sentimos al entrar en este maravilloso lugar, ya que es este un espacio en el que han conseguido  que el equipo, el público, la sala, y la propia puesta en escena, se fusiones y sean un todo.
La amabilidad de las personas que te reciben,  la esencia del teatro, el respeto por el mismo, desde que se entra en la sala, hasta que se pone el pie fuera para marcharnos, todo eso es Karpas Teatro. Es muy curioso como el público accede a esta sala con más antelación de la habitual  y es que traspasar la puerta del Teatro Karpas es adentrarse en una historia en sí misma, es como si estuviésemos dentro de un cuento, con una decoración, formas y gusto propia  de los grandes teatros.  Como ya les hemos contado en otras ocasiones, es como entrar en un gran teatro de dimensiones reducidas, en el que vienen a la cabeza obras pictóricas y literarias clásicas.  Es un honor y una maravilla ver a gente muy joven viendo obras clásicas y escuchar ya en los descansos, a los chavales tan interesados y atentos diciendo a los acompañantes “no me hagas spoiler”. Varias  generaciones sin duda que Karpas ha conseguido unir fieles a textos y visión clásica, consiguiendo generar interés en los más jóvenes para que la esencia del teatro clásico no se pierda.
Si, sabemos que en cada reseña les hablamos de las maravillas de esta sala, pero cada vez que acudimos quedamos maravillados por su encanto, como así nos embaucó la obra que les relatamos a continuación.

En 1879 se estrenaba la obra “Casa de muñecas” de Henrik Ibsen, autor crítico con las decisiones de las mayorías, fuerte defensor de las decisiones del individuo como así expresaba en “Un enemigo del pueblo”, extremadamente crítico con la sociedad de la época, entendía que la burguesía carecía de valores, era hipócrita y hostil, aludía a la familia como núcleo más básico y canalizó hacia ella sus fervientes criticas. Por la obra de Ibsen en ocasiones parece no haber pasado el tiempo, ya que toca temas de candente actualidad, aborda el papel de la mujer de la pequeña burguesía, siendo Nora, el retrato de las mujeres de su clase.

Imaginen lo que supuso tanto en el público y mas aun en la iglesia, que Nora, incumpliese toda norma social abandonando su casa para seguir su realización individual. Entiendan que en una sociedad en la que, no se cuestionaba el papel de la mujer y el hombre,  con roles claramente diferenciados, fuera altamente cuestionada, y esta obra maestra fuese un escándalo.

Aun siendo una obra valorada con altos matices feministas, por la concepción y filosofía de Ibsen podríamos valorar, que se trata más aún de su obsesión por el individuo y la persona, sin importarle el género, ya que no es Nora, una mujer que se entiende persigue la emancipación como parte de un conjunto y un hecho social. Su cadencia a romper todo valor establecido sin razón, y toda estructura de poder injustificado, entendiendo que ambos Torvald y Nora son presos de unos roles sociales. Un alegato a tomar las riendas de la propia vida.

Manuel Carcedo Sama dramaturgo y director vuelve a presentarnos una maravilla en escena, siendo absolutamente fiel y como siempre entendiendo tanto el contexto histórico en el que se desarrolla la obra, como lo que quería expresar el propio autor, transmitiéndolo al elenco del que se acompaña y llegando de una manera limpia, clara y sin ambages al público. A veces pensamos que Sama, es un poco de Moliére, un poco de Lope... ya que todas sus propuestas se dotan de técnica y absoluto conocimiento teatral, pero hay algo que es la seña de identidad de Sama, que no sabemos aún valorar y que hasta que lo descubramos, lo mostramos como "si el dramaturgo se hubiera sentado a charlar con el autor".
Nora es la esposa y madre perfecta. Es alegre, cariñosa, vive a la sombra de su marido, Torvald Helmer, cumpliendo su papel en la sociedad, haciendo lo que siempre han esperado de ella. Tapando sus virtudes y su inteligencia para poner en valor las de su marido. Si bien, Nora ha guardado un secreto que podría mancillar su nombre, la honra de su casa y la de su marido, de ser descubierto. Para poder curar a su marido enfermo, la señora Helmer, osó falsificar una firma sin consentimiento de su marido, para conseguir el dinero, pudo salvar así la vida a su marido pero ella quedaba a merced de un prestamista y nadie podría saberlo nunca. Nora devolverá poco a poco el dinero, por supuesto a escondidas y privándose de cualquier tipo de gasto. Les contamos más a continuación, no se impacienten.
Dos horas de puro teatro, una escenografía envolvente que nos traslada al salón de una casa burguesa del siglo XIX, toda pieza está escogida con una delicadeza y astucia inusitada, hasta en las imágenes de unos pequeños cuadros colgados, un  trabajo mas que superlativo de Manuel  María Grimaldi y Berto Toral, que añaden una labor de vestuario impecable, sin ningún tipo de ostentación ni elemento que exagere ni nos haga perder la atención en la palabra ni el argumento, pero que nos deja perplejos con cualquier mínimo cambio.  Mágico contraste entre el vestuario de Cristina, mujer viuda y Nora en principio felizmente casada al igual que las diferencias estéticas entre Torvald el futuro director,  Krogstad el prestamista y  el Dr. Rank.  
No habían pasado ni unos minutos y el teatro se había ido haciendo como siempre más grande y ya nos situamos en el Det Kongelige Teater de Copenhague donde se representó por primera vez.

Cinco personajes en escena, cinco actores de los que debemos destacar la perfecta dicción en cada una de sus palabras, verdad y técnica en escena, donde no se romperá la cuarta pared, pero si existe un juego muy característico e interesante por parte de  Jorge Peña Miranda, cuando su tono es sardónico y lleva al público a la risa, parece mirarnos cómplice, lo que genera aún mas agilidad y por un instante distensiona la esfera en un texto de tal envergadura.
Es difícil definir cada una de las actuaciones cuando han conseguido, compactarlas generando un todo. Belen Orihuela se pondrá en la piel de Nora, con maravillosos cambios de registro, un personaje que indudablemente va creciendo a lo largo de la función, perfecta conexión con Chema Moro en la piel de Torvald, sumado a la delicia en sus confidencias con su compañera de reparto Nerea Rojo en el papel de Cristina una amiga viuda, sola y sin trabajo que nos hará intuir que algo esconde, sus ansias de compañía, y la templanza misma por parte de la actriz, harán  el personaje mas tierno y que nos genere más bondad. Jorge Peña Miranda será el amigo de la familia, desternillantemente celoso de Cristina, la utilización de la ironía, su presencia en escena y la majestuosa voz que le acompaña hacen de este personaje el foco escénico en cada entrada en escena. Nos sorprendió el cambio de registro sobre todo en Alberto Romo, el personaje mas introspectivo, transmite desolación y lucha por mejorar una situación de la que parece estar agotado, hasta que su vida dará un completo giro, al igual que lo hará el cambio de registro de Romo.  Chema Moro será el centro de todos los conflictos y que caerá en él parte del peso de la trama, a la altura de esta responsabilidad, el actor interpreta a un hombre de valores convencionales y férreo a las normas establecidas, su locuacidad y energía cerrarán el círculo de una obra redonda.

Como termina la historia, o si alguno de ellos decide tomar las riendas de su propia vida, como siempre nos insta Ibsen, les invitamos a que lo descubran ustedes mismos de la mano de esta maravillosa puesta en escena.  Una función puramente brillante. 

Casa de muñecas
Teatro: Teatro Karpas 
Dirección: Calle Santa Isabel 19
Fechas: Viernes 20,30 y Domingos 19,00 horas
Entradas: Desde 13€ en karpasteatrotaquilla.comatrapalo. Hasta final de temporada.


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