Conseguir que una relación transcurra en igualdad en todos los ámbitos parece resultar muy difícil. Aunque las dos personas estén convencidas de la necesidad de tratarse como iguales, de sentirse en el mismo nivel, de adquirir las mismas responsabilidades, parece que todo al final acaba torciéndose y volviendo a los malditos estereotipos adquiridos desde siempre, no tanto por las personas implicadas (que de alguna manera luchan contra todo ello) sino por la sociedad a la que pertenecen. Una relación que se convierte en una lucha constante por no caer en todo lo malo que se ha hecho antes, intentando ser un ejemplo de igualdad, de respeto mutuo, de poder mirarse a los ojos desde el mismo lugar, sin lugares de privilegio ni imposiciones por el género.
La belleza y la dulzura con lo que se trata la relación de pareja en esta obra es sublime. Todo encaja a la perfección, nada sobra para narrar de forma concisa y poética el amor entre dos personas, como se interrogan en un primer momento, como se desean y se aman, como entran en la temida rutina en la que todo lo que antes era perfecto empieza a torcerse, y como acaba con miles de rencores y heridas sin curar, con puñales clavados y deudas por cobrar. En apenas una hora (que por su intensidad y complejidad parece mucho más, porque se disfruta de cada instante como si fuese eterno) somos capaces de hacer un recorrido por la vida de una pareja, en una perfecta síntesis de lo que somos como personas y los miedos, dudas y complejos que nos invaden en las relaciones de pareja.
Esta emotiva y sincera pieza, cargada de poesía y de contenido feminista, ha sido escrita y dirigida por Pilar G. Almansa, una de nuestras autoras más poliédricas, que en esta pieza consigue el que puede ser su mejor proyecto hasta el momento, al menos el más íntimo y personal, lo que conlleva que llegue mucho más dentro y nos deje una sensación de haber asistido a algo especial. Autora de más de una veintena de montajes, en los que ha participado como directora, escritora o productora, ha dado un giro absoluto de registro tras títulos como "Banqueros vs. zombies" o "Pacto de estado (¿Todavía crees en la democracia?)" centrados en la actualidad política, o en otros como "Lucientes" o "Excomunión" que pese a hablar de la realidad social lo abordaban desde otros ámbitos. Sobre todo destaca en esta obra la intimidad, que entremos dentro de la piel de una relación para transitar por ella, desmenuzándola y tocándola desde el epicentro de todo.
La compañía La Pitbull, formada por la propia Almansa, junto a Cecilia Geijo y Dolores Garayalde, es la encargada de introducirnos en esta "Cama" que nos desarma y nos atrapa, que nos expulsa y nos atrae, que es capaz de hacernos sentir todo tipo de sensaciones encontradas y dejarnos petrificados ante la verdad que desprende en cada una de sus milimétricamente medidas frases de cada diálogo. La Pitbull nace en 2010 como "una compañía de tres directoras, dada la afinidad de intereses y su convicción de que el espíritu y estilo de cada una se complementan y encajan en una sugerente unión de miradas" como ellas mismas se definen en su web. Desde entonces han puesto en marcha seis montajes, con alguna pequeña joya como "El techo de cristal" o "Sextereotypes", en las que centran su discurso en el feminismo y la igualdad (más bien nos muestran las alarmantes desigualdades de género que existen hoy en día).
Dos personas inteligentes, que tienen muy claro, al menos como punto de partida, que una relación debe basarse en la igualdad, se conocen, se desean, se aman. Pero cuando la relación parece ir un paso más allá, cuando todo se estabiliza parece que empiezan a asomar las primeras grietas, y nada era tan perfecto como parecía. ¿Cómo nos sentimos cuando nos damos cuenta de que hemos reproducido la dinámica de pareja de siempre? Esto parece preguntarse esta pareja cuando poco a poco se ven empujados al abismo de la generalidad, cuando cometen todos los errores que estaban convencidos que nunca cometerían, cuando se terminan convirtiendo en una de esas "parejas de siempre" en la que los roles están perfectamente definidos, por una sociedad patriarcal.
Esta pareja acaba cayendo en los tópicos de siempre, se defraudan, se atacan, se menosprecian, dan por sentado cosas adquiridas por una educación machista, cometen los mismos errores de los que huían en un principio. La vida les coloca en tesituras que no saben resolver, o que resuelven de la manera más tradicional. Su castillo de naipes se desmorona cuando la cotidianidad se apodera de la relación. Comienzan con las ideas muy claras, la relación debe ser algo igualitario, pero ante las distintas decisiones en las que uno de los dos debe ceder siempre afloran los clichés establecidos, las "generalidades" que odiaban y que estaban seguros que no querían cometer. La realidad, los sueños, las aspiraciones de cada uno, acaban separándoles y recordándoles que no son capaces de afrontar la vida como imaginaban.
La obra está perfectamente estructurada en tres actos (aunque se nos planteen seguidos, sin ninguna interrupción), marcando claramente las fases que viven dos personas desde que se enamoran, cuando pasan a vivir juntos, hasta que se defraudan y toman caminos distintos, aunque se recuerden. Las tres etapas de la relación se solapan en la escena, como ocurre en la vida real, y no sabemos muy bien cuando ha acabado una y empezado la siguiente hasta que es demasiado tarde como para rectificar.
Distintos lenguajes se combinan de forma impecable en cada una de las partes, dando lugar a un texto singular y extremadamente poético y reivindicativo, una delicia en cada una de las líneas que sabiamente combinan la delicadeza y la dureza, el amor y el odio, la prosa y el verso. El ritmo de la obra nos hace saltar bruscamente de un estado de ánimo a otro, de la melancolía a la rabia, del amor al odio, pero siempre obnubilados por la belleza de lo que estamos presenciando.
En la primera parte de la obra la pareja llega a una habitación después de una noche de fiesta, con unas cervezas para alargar un poco la noche. Ella (majestuosa Maria Morales) se mantiene a la defensiva, no quiere sexo sin más, busca alguien que la entienda, que quiera conocerla y saber como es, lo que siente. Se mantiene con la guardia en alto por los palos que durante su vida ha ido sufriendo de una sociedad machista, por lo que su discurso feminista le hace estar a la defensiva (maravillosos los argumentos que utiliza en "su defensa").
Por su parte él (camaleónico y entregado Carlos Troya) está con la guardia bajada, él está a gusto con ella y no termina de entender que vea en él todo lo malo del género masculino. Él se siente atraído por ella de la misma forma que ella, pero él no tiene tantos miedos, o al menos de inicio no los muestra. Se defiende como puede de los ataques mientras intenta hacer ver a su pareja que tiene las mismas intenciones que ella.
La "escena" central de la obra es pura poesía. Es el momento en que los dos viven la plenitud de su amor, y disfrutan del sexo en plenitud. Todo encaja a la perfección en una etapa de efervescencia de la pareja, en la que parecen estar ellos el uno para el otro. Esta parte de la obra es un alarde técnico, estético y formal que nos convierte en silenciosos vouyeurs de sus momentos más íntimos. La coreografía creada por Amaya Galeote es mágica, y encaja a la perfección con un texto que ha girado bruscamente hacia lo poético. Una escena plagada de sensualidad, de amor y de ensoñación, la de una pareja que cree haber encontrado el paraíso bajo las sábanas de esa cama.
Pero cuando todo parecía idílico la rutina irrumpe en sus vidas para empezar a dinamitar sus sueños. La relación se tambalea y nos duele el verlo tanto como vemos sufrir a los protagonistas. Los reproches insignificantes van dando paso a las discusiones, para terminar en una lucha sin cuartel, con insultos, menosprecios y muchas cuentas pendientes en los cajones. La autora vuelve al tono más directo del comienzo, pero con una agresividad mucho mayor. Ya no interesa la pareja, a cada uno le interesa solamente el individuo, por mucho que ello conlleve hacer daño a la persona amada. El cambio de registro, cuando aún estábamos despertando del precioso sueño en el que nos introdujo la escena anterior, nos golpea como un yunque, dejándonos noqueados mientras vemos volar los golpes entre la pareja. Un final contundente que nos deja exhaustos.
Teatro: Teatros Luchana
Dirección: Calle Luchana 38.
Fechas: Sábados a las 20:00.
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