“Mucha de la gente que habla de la guerra son los que no la hacen, y luego esos mismos la utilizan para que nos odiemos más”.
Nada más entrar en Nave 73 sientes que empieza el viaje. El viaje hacia el pasado, hacia una vida anónima que gracias a la propia vida y a la valentía de un abuelo, y gracias al homenaje de una nieta, podemos conocer.
El humo de la locomotora nos ayuda, nos transporta a los años 40,
a una de las etapas mas negras y oscuras de la historia de la humanidad. Nos
traslada al horror de Mauthausen. Y conocemos a Manuel Díaz Barranco, “el
lentejas”, al preso 9031 de aquella ciudad de hierros, gritos y sin sabores que
a veces una pequeña parte de la humanidad se empeña en crear para humillar a
otra gran parte, mas sencilla y humana que la primera.
Aquel hombre anónimo, con su triángulo azul de los apátridas nos
cuenta a través de su nieta, Inma González, su historia. Una historia teñida de
humor, de rabia, de sinsabores, de juventud precipitada ( “creo que yo me
salvé porque estaba joven para aguantar todo aquello” ), de pinceladas de amor
y de una enorme sabiduría y actitud ante la vida y la época que le tocó vivir.
La visión de Manuel humaniza la obra, lo que el nazismo
deshumanizaba, él lo traslada a una cotidianidad interesante. Nos ofrece una
visión real, sin dramatismos, propia de la época, impregnado de principio a fin
por un respeto emotivo y emocionante hacia su figura, un superviviente de todo
aquello, que veía la vida como una oportunidad, cargada de optimismo, reflexión
y humanidad.
Inma González nos ofrece una hora de verdad, de sinceridad, de
respeto. Su presencia llena el escenario, nos transmite de la manera más fiel
posible la visión de su abuelo, de todo aquello, y nos mantiene en tensión con
esa rabia contenida, presente en todo momento. Y es de agradecer al no haber
una estructura narrativa clara, por lo que mantener ese registro lo hace aún
mas meritorio.
Quizá los saltos temporales no estén muy claros y ensucien algo el
desarrollo de la obra, pero se compensa con una interpretación directa y sin
dobleces. Pilar G. Almansa, la directora, ha sabido transmitirnos esas
sensaciones sencillas y a la vez tan complejas que nos quiere contar “El
lentejas” con una acertada puesta en escena y una gran dirección sin caer en el
dramatismo y la monopolización de la guerra, que tal vez hubiera sido lo fácil.
Mención especial al espacio escénico creado tanto por la
propia Pilar e Inma González, donde menos es más. Con una escalera, unos
zapatos y una alambrada nos trasladan a Mauthausen haciendo del espacio un
recurso que nos ayuda a introducirnos en aquel horror. La música de Luis Miguel
Lucas también está compenetrada con ese juego de luces y sombras creado por
Sergio Guivernau y Jesús Antón, donde con elementos multifuncionales nos llevan
a distintos escenarios sin movernos de nuestras butacas.
Este teatro del relato, está al servicio de una causa; un canto
contra la guerra en general. Una no monopolización del holocausto por los
judíos, ya que todos y todas fueron víctimas de esa masacre sin sentido que aún
hoy cuesta comprender. ( “si es que la
guerra es una cosa que sirve pa´ muy poquitas cosas“).
Cuenta Manuel a lo largo de la obra que se salvó por varias cosas, por su edad, por el fútbol, por su visión de la vida, por el amor, por su rectitud y filosofía de vida ( “yo nunca he odiado a nadie “).Personalmente creo que Manuel se salvó para contarnos a través de
su nieta su historia. E independientemente de algunas mentes vacías que nos
gobiernan y se empeñan en repetir los mismos errores una y otra vez, gracias
Manuel y gracias Inma por conocer desde dentro la verdad. Sin filtros ni
subjetivismos banales. Ojalá estos actos sirvan para que todo este sinsentido
no se vuelva a repetir.
Teatro: Nave 73
Dirección: Calle Palos de la frontera 5
Fechas: Domingo 4,11,18,25 de noviembre a las 19h
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