El trabajo, o más bien la precariedad del mismo, lleva tiempo siendo el problema que más agobia a la juventud, gente de lo más preparada que no consigue trabajar de lo suyo, al menos no en unas condiciones dignas, sin ser explotados. El mundo laboral se ha vuelto despiadado y por esa competitividad que ahoga a los jóvenes (y a los que no lo somos tanto), las empresas son capaces de cualquier cosa por conseguir sacar el máximo de sus empleados.
Nada más entrar en la sala ya vemos al currante haciendo horas extras, por supuesto no remuneradas. En un ambiente poco adecuado, que a más de uno le recordará a su lugar de trabajo, el chico no levanta la cabeza de sus cosas mientras tomamos asiento. El pistoletazo de salida a la función lo da su dicharachera compañera en el momento en el que entra en la sala. Comienza una divertida historia en la que casi todos los presentes se ven identificados en mayor o menor medida: la explotación laboral, los agobios por llegar a fin de mes, la competitividad dentro de la empresa, las relaciones de pareja...
El primer montaje de La Calufa nos deja muy a claras que estos chicos van a por todas. Una interesante y divertida propuesta sobre la precariedad laboral, en la que dos jóvenes han conseguido trabajar "de lo suyo" en unas condiciones lamentables, pero que debido a la demanda no les permite quejarse, si no quieren escuchar el mítico "no os quejéis, al menos tenéis trabajo".
El texto de Rebeca Serrada y Diego Zúñiga es brillante. Estos autores curtidos en el microteatro madrileño y que debutan con este "texto largo" dan una lección de como se puede hacer sátira y crítica a la vez sin caer en tópicos ni en la risa fácil. Una historia al más puro "Método Gronhöll" pero sin la intensidad que destilaba ésta, con la frescura de unos jóvenes que hablan de lo que conocen, que se mueven como peces en el agua en la comedia de sketchs pero que en este caso han conseguido hilvanar una divertida comedia sin caer en la mera sucesión de escenas cómicas, creando una historia que va cogiendo peso según avanza. Cada escena nos engancha más y consiguen que vayamos metiéndonos de lleno en la vida de estos dos jóvenes, que luchan por conseguir un trabajo fijo y bien remunerado (algo que suena a utopía para la gente de su edad).
Este interesante montaje ha sido dirigido por Alberto F. Prados, sinónimo de éxito en todo lo que hace. Tras debutar en la sala Azarte con "Selfie" hace tres años, vuelve con esta comedia generacional que va por el mismo camino de su antecesora. Entre medias estrenó en el Teatro Lara la maravillosa y escalofriante "Veneno para ratones" de la que era autor y director. Ahora vuelve a un terreno que domina, la comedia directa, cristalina, para hablar de una generación, la suya, castigada por la precariedad laboral y los abusos que las empresas utilizan para explotar al máximo a sus trabajadores. El trabajo de dirección es impecable, creando un ambiente angustioso y perfilando dos actores a los que da libertad para crear dos personajes maravillosos (imagino que ya muy definidos en el texto).
La historia se centra en dos jóvenes trabajadores de una importante agencia de youtubers, llamada Dituber. Guiomar y Curro están contentos en su trabajo de mierda, mal pagados y explotados, porque al menos tienen curro. La empresa cuida a sus grandes "estrellas" pero maltrata a sus trabajadores, con sueldos de risa y horarios infernales (nada que no pueda imaginarse la mayoría de la sociedad). Los dos sueñan con evolucionar en la empresa, conseguir un contrato indefinido, una estabilidad, poder llegar a ser mileurista (algo que antes era denigrante y ahora se muestra como una gran aspiración).
Pero su amistad puede tambalearse cuando su "malvada jefa" los encierra en una sala en la que tendrán que someterse a una serie de pruebas. El resultado, uno de los dos conseguirá un contrato indefinido y el otro deberá abandonar la empresa. Los recortes han llevado a la empresa a hacer recortes, y deben prescindir de uno de ellos. Cada decisión que tomen hará tambalear su relación, acercándoles un poco más a su sueño. Un paso más cerca de su sueño, un golpe más en los cimientos de su amistad.
El primer montaje de La Calufa nos deja muy a claras que estos chicos van a por todas. Una interesante y divertida propuesta sobre la precariedad laboral, en la que dos jóvenes han conseguido trabajar "de lo suyo" en unas condiciones lamentables, pero que debido a la demanda no les permite quejarse, si no quieren escuchar el mítico "no os quejéis, al menos tenéis trabajo".
El texto de Rebeca Serrada y Diego Zúñiga es brillante. Estos autores curtidos en el microteatro madrileño y que debutan con este "texto largo" dan una lección de como se puede hacer sátira y crítica a la vez sin caer en tópicos ni en la risa fácil. Una historia al más puro "Método Gronhöll" pero sin la intensidad que destilaba ésta, con la frescura de unos jóvenes que hablan de lo que conocen, que se mueven como peces en el agua en la comedia de sketchs pero que en este caso han conseguido hilvanar una divertida comedia sin caer en la mera sucesión de escenas cómicas, creando una historia que va cogiendo peso según avanza. Cada escena nos engancha más y consiguen que vayamos metiéndonos de lleno en la vida de estos dos jóvenes, que luchan por conseguir un trabajo fijo y bien remunerado (algo que suena a utopía para la gente de su edad).
Este interesante montaje ha sido dirigido por Alberto F. Prados, sinónimo de éxito en todo lo que hace. Tras debutar en la sala Azarte con "Selfie" hace tres años, vuelve con esta comedia generacional que va por el mismo camino de su antecesora. Entre medias estrenó en el Teatro Lara la maravillosa y escalofriante "Veneno para ratones" de la que era autor y director. Ahora vuelve a un terreno que domina, la comedia directa, cristalina, para hablar de una generación, la suya, castigada por la precariedad laboral y los abusos que las empresas utilizan para explotar al máximo a sus trabajadores. El trabajo de dirección es impecable, creando un ambiente angustioso y perfilando dos actores a los que da libertad para crear dos personajes maravillosos (imagino que ya muy definidos en el texto).
La historia se centra en dos jóvenes trabajadores de una importante agencia de youtubers, llamada Dituber. Guiomar y Curro están contentos en su trabajo de mierda, mal pagados y explotados, porque al menos tienen curro. La empresa cuida a sus grandes "estrellas" pero maltrata a sus trabajadores, con sueldos de risa y horarios infernales (nada que no pueda imaginarse la mayoría de la sociedad). Los dos sueñan con evolucionar en la empresa, conseguir un contrato indefinido, una estabilidad, poder llegar a ser mileurista (algo que antes era denigrante y ahora se muestra como una gran aspiración).
Pero su amistad puede tambalearse cuando su "malvada jefa" los encierra en una sala en la que tendrán que someterse a una serie de pruebas. El resultado, uno de los dos conseguirá un contrato indefinido y el otro deberá abandonar la empresa. Los recortes han llevado a la empresa a hacer recortes, y deben prescindir de uno de ellos. Cada decisión que tomen hará tambalear su relación, acercándoles un poco más a su sueño. Un paso más cerca de su sueño, un golpe más en los cimientos de su amistad.
La obra es un fiel reflejo de una generación que lo tenía todo para triunfar (estudios, facilidades económicas, preparación) pero que se han encontrado con el mercado laboral más sanguinario de la historia, que les condena a enlazar contratos de prácticas con contratos abusivos, en una rueda de la que no quieren salir por miedo a perder el tren del mundo laboral. Como si de un Gran hermano se tratase, la historia se mueve entre las obras de Orwell y los infernales realitys de la televisión, con un tono ácido que ridiculiza nuestra realidad con gran ingenio. Los autores dicen, sobre esta cruda realidad que nos ha tocado vivir, que "es gracioso porque es verdad", en clara alusión a que todos nos sentimos identificados en mayor o menor medida, con lo que les pasa a Guiomar y Curro.
Gran parte de la "verdad" que transmite esta pieza nos la dan sus dos personajes protagonistas, que se nos hacen entrañables por lo cercanos que nos resultan. Olalla Hernández y Jaime Reynolds están divertidísimos en sus papeles de Guiomar y Curro respectivamente. Crean desde el primer momento un buen rollo entre ambos, focalizando su relación en la amistad y el compañerismo, que los acabamos compadeciendo por el duro trance al que se tienen que enfrentar.
Jaime Reynolds nos encandiló a todos con su maravillosa interpretación en "Luciérnagas", la obra de Carolina Román que en 2014 se convirtió en un gran éxito (estuvo dos años representándose). En 2016 volvió a sorprendernos con la interesante "En la capital" de Tomás Pozzi y Tomás Cabané. Ahora, tras varios proyectos de cine, televisión y microteatro, se mete en la piel de Curro para deleitarnos con un personaje tan peculiar como interesante. Este Curro es un joven tímido e inseguro, que no se atreve a enfrentarse a la realidad, por mucho que le moleste. Pero según avanza la trama se siente más seguro, "se viene arriba" para ponerse a la altura de su amiga/contrincante Guiomar.
Guiomar es todo lo contrario lo contrario de Curro. Una chica decidida y sociable, que le gusta lanzarse al vacío para conseguir sus objetivos. Pero como en el caso de su amigo, no es oro todo lo que reluce, y poco a poco iremos conociendo a la verdadera Guiomar, que nos sorprenderá en algunas de las cosas que iremos conociendo de ella. Olalla Hernández está sencillamente fabulosa en el papel de esta "aparentemente segura" trabajadora, que no dejará de hacernos reír durante toda la obra.
Olalla Hernández es conocida por el gran público por sus dos temporadas en "La llamada", pero no ha parado de trabajar en cine, televisión y teatro, con actuaciones tan reseñables como la de "Teatro solo" (dentro del ciclo "Una mirada al mundo" en el CDN) o "Acóplate" (de los hermanos Rico), que se estuvo representando durante dos años. Con esta Guiomar hace un auténtico alarde de facultades, creando un personaje entrañable, divertido, locuaz y con cierta mala leche.
Los dos personajes tienen que luchar por ese único puesto en un lugar aparentemente anodino, pero que según avanza la obra vemos como tiene miles de recovecos de los que van apareciendo las distintas pruebas que tienen que ir superando. La escenografía creada por Rebeca Serrada y Diego Zúñiga (autores del texto) es una especie de rompecabezas, en el que todo está aparentemente colocado de una manera, pero que poco a poco iremos descubriendo que todo en esta pequeña sala tiene truco. La iluminación de Matyssa Pérez da mucho juego a la hora de diferenciar los momentos en los que interviene la jefa, y para el momento cumbre la obra, cuando graban el tutorial para youtube.
El resumen que podemos hacer es que la obra engancha, divierte, se hace muy original pese a hablar de temas tan manidos como la crisis, la precariedad o los trabajos basura. En un divertido juego de pruebas de lo más ingeniosas, el texto se mueve como pez en el agua por los turbulentos temas que propone. Y todo esto sin querer hacer spoiler de los momentos más divertidos, ni de un giro final que nos deja de una pieza por insospechado. Una muy entretenida comedia que habla de cosas muy serias edulcorándolas para que seamos capaces de reírnos de nuestras propias miserias.
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Teatro: Sala Azarte
Dirección: Calle San Marcos 19.
Fechas: Sábados a las 21:00.
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