Teatro:Intensamente azules. Teatro Abadía

El mundo puede variar mucho según la actitud que tengamos ante la vida. Todo puede variar por un golpe de suerte, un repentino cambio en nuestra vida que hace que todo cambie de color, que aquello que hemos visto negro se convierta en luminoso. La vida puede ser intensa si nosotros la vemos así, por muy extraño que le pueda parecer al mundo que nos rodea, a veces un simple gesto hace que todo a nuestro alrededor cambie de color.



Nada más acceder a la sala vemos que necesitaremos de nuestra imaginación para adentrarnos en el peculiar universo que nos propone esta desternillante comedia sobre un hombre corriente al que un pequeño incidente le hace cambiar para siempre. Toda su vida da un vuelco y todo eso a lo que antes no se atrevía, ahora es "peccata minuta" para este hombre nuevo, que ve las cosas desde un nuevo prisma, todo más optimista, todo más azul.



Entrecajas Producciones Teatrales son los encargados de presentarnos este peculiar relato de un hombre que cambia su vida al ponerse unas gafas de natación graduadas, que le hacen ver el mundo "intensamente azul". Este monólogo, que nació de una experiencia autobiográfica del propio Juan Mayorga, autor y director de la obra (con Elena Rayos como ayudante de dirección), fue publicado como libro ilustrado (con ilustraciones de Daniel Montero Galán) por la editorial Uña Rota, mucho antes de que el autor pensase en llevarlo a escena.

Como cuenta el propio autor, el hecho del que nace este texto sucedió hace un par de años, durante unas vacaciones familiares en un pueblo de Andalucía, cuando una mañana Mayorga encontró sus gafas rotas al despertarse. Como cuenta el protagonista de la obra, tras unos instantes de desconcierto recordó que tenía unas gafas de natación graduadas, de color azul, que le habían regalado sus hijos en su pasado cumpleaños. "Pruebe a ponerse unas gafas graduadas de natación y salga al mundo. Nadie se conformará con la explicación más sencilla (esta persona lleva esas gafas para no romperse la crisma). Unos te toman por provocador. Otros te tratan como alguien que necesita ayuda (ésos son los más peligrosos). Algunos te prestan una atención que jamás te dieron. Y hay quien no te ve, quien te descarta como un error de su percepción (ante ésos vives en un estado de presencia ausencia muy interesante; ser una persona con gafas inmensamente azules es lo más cerca que yo he estado de ser un ángel". Con estas palabras nos cuenta como nació este montaje, que como pueden comprender es una comedia poética, surrealista y desternillante, en la que todo se verá mucho más claro con esas gafas de natación.


Juan Mayorga es, sin lugar a dudas, uno de los dramaturgos más relevantes de la actualidad. Premiado con multitud de premios, entre los que destaca el Premio Nacional de Teatro y Literatura dramática, Premio Valle-Inclán al mejor autor (en tres ocasiones) y a la mejor adaptación (en una ocasión). Recientemente ha sido nombrado miembro de la Real Academia Española, donde ocupa la letra "M". Autor de más de una treintena de títulos entre los que destacan "Himmelweg", "Famélica", "Alejandro y Ana" (en colaboración con Juan Cabestany) o "El chico de la última fila" (fue llevada al cine de la mano de François Ozon con el título de "En la casa", y ganó la Concha de Oro a Mejor película y Mejor guión).

El autor afronta con este su quinto montaje como autor y director. Hace unos meses podíamos ver "El mago" en el CDN y con anterioridad "El cartógrafo", "Reikiavik" (donde coincidió por primera vez con el actor de esta obra César Sarachu) y "La lengua en pedazos", todas ellas obras de gran importancia que demuestran la versatilidad de este genio del teatro. En esta ocasión nos presenta una divertida metáfora de la vida, representada en la figura quijotesca de este peculiar hombrecillo que es capaz de atreverse a mirar el mundo como la primera vez, sin preocuparse de como le percibe la gente que le rodea.



Al leer el argumento de esta peculiar obra, a todos se nos viene a la cabeza el clásico refrán "todo depende del color del cristal con el que se mira". Pues haciendo hincapié en esto, Mayorga va más allá y dice que "las gafas no sólo influyen en la propia mirada, sino en el modo en que te miran los demás". Una maravillosa alegoría de lo que es el mundo en el que vivimos, en el que todos juzgamos al que va diferente, y no somos capaces de mirar la vida desde una nueva perspectiva, por muy absurda y azulada que resulte. Este montaje destila frescura en cada escena, la que transmite el protagonista, despojado de todas las cadenas que le impone, se siente libre y capaz de volver a mirar a las cosas como la primera vez.


El hecho de tener que usar durante una semana esas gafas de natación graduadas, le hizo al autor apreciar el mundo de una forma distinta, por como lo percibía él, con esa nueva tonalidad, y por como lo miraban las personas que se cruzaban en su camino. "Era un mundo nuevo, extraño, intenso, en el que las cosas se perciben distintas a como las habías visto hasta ahora, pero en el que también la gente te percibe distinto a ti, lo que provoca una alteración enorme en tu cerebro, que en el proceso de adaptarse a estas nuevas circunstancias, descubre miradas y perspectivas antes no vistas, lo que hace que aumente su plasticidad y pueda crear nuevas redes neuronales que amplíen el conocimiento". Cuesta imaginar lo que vivió Mayorga durante esos días, pero el proceso mental de volver a ver como la primera vez nos lleva a replantearnos toda nuestra vida, marcada por reglas y normas que nos marcan nuestro modus operandi. Sin esos condicionantes y con la libertad de adentrarse en un mundo nuevo, el personaje se atreve a muchas cosas que antes ni se planteaba. 


Y de esta anécdota, que para cualquiera de nosotros no pasaría de ahí (como mucho sería una historia divertida para contar entre amigos), nace esta maravillosa historia llena de comedia y verdad, en la que nuestro genuino personaje se empodera de la situación desde el primer momento para dar un giro absoluto a su vida. Una historia que se mueve entre la realidad y la ficción, entre la imaginación, los sueños y la parodia más disparatada a un mundo demasiado oscuro, que necesitaría que todos lo viésemos de otro color. El texto es una bella metáfora de lo que es cambiar la perspectiva que tenemos sobre la vida, un manifiesto en el que se nos habla del orden y el desorden que aparentemente tiene el mundo que nos rodea, sobre la manera en la que miramos (y como vemos) nuestra realidad cotidiana.


Todo nace del reencuentro del autor con César Sarachu, que se convertirá en el alter ego del dramaturgo y protagonista absoluto de la obra, dándonos una soberbia lección de lo que se puede llegar a hacer sobre un escenario. La comunión entre ambos es tal que el director de "Reikiavik" habla así del actor: "Creo que el elemento más fuerte en la obra es este extraordinario actor. Es un poeta del escenario, consigue que todo lo que ocurre sea hermoso y parezca sencillo, aunque sea desdoblándose en una docena de personajes". Y no podemos estar más de acuerdo, ya que lo que hace Sarachu sobre el escenario es majestuoso. La sencillez con la que va saltando de personajes ("El paso de uno a otro es un gesto, una manera de hablar o respirar"), la frescura que destila este hombre ante su cambio de vida, cada gesto y cada mirada, es una interpretación que destila teatro en estado puro. Una actuación soberbia de una actor que no deja de sorprendernos en todo el montaje.

Sarachu saltó a la fama por su papel televisivo de Bernardo Marín en la recordada "Cámera Café", pero es cierto que se ha prodigado poco en los escenarios de nuestro país, ya que ha desarrollado la mayor parte de su carrera en Suecia, donde forma parte de la compañía Unga Klara del Stadsteatern de Estocolmo. A nivel internacional ha trabajado con maestros como Jacques Lecoq, SImon McBurney o Peter Brook. En nuestro país ha participado en películas como "Pancho, el perro millonario", "Cuerpo de élite" o en la divertidísima nueva comedia de José Luis Cuerda "Tiempo después".



Sarachu crea un personaje adorable, que nos atrapa desde la primera escena para llevarnos de la mano por ese mundo tan particular que él ve por sus gafas "Intensamente azules". Un hombre corriente, que desde su presencia nos cautiva, por su sencillez y por su alegría. Le vemos disfrutar como un crío de ese nuevo mundo que se ha abierto ante él, y nos da envidia, querríamos poder ser capaces de dejar atrás nuestros miedos y hacer lo mismo, redescubrir el mundo desde otra visual, como la primera vez. El personaje que se ha creado es el alter ego del director y del actor, en una mezcla explosiva que da como resultado un hombre de lo más peculiar, con toques de surrealismo y unos movimientos de clown fascinantes. "Inventa su realidad y goza con ella. Creo que no hace daño a nadie y propone a los espectadores que imaginen con él y recuperen el derecho a imaginar. La obra quiere provocar en el espectador envidia de imaginación, libertad y alegría". Podemos confirmar que el propósito está más que conseguido, y además haciéndolo de la mejor manera posible, con una sonrisa de oreja a oreja durante toda la obra, al ver a este maestro de la interpretación como nos lleva por ese nuevo mundo.




Para este divertido viaje, lleno de metáforas y lugares del imaginario colectivo, Alejandro Andújar (que también se encarga del vestuario) ha diseñado un sencillo espacio escénico en el que el actor se mueve con toda libertad, creando él mismo las barreras dentro del espacio. Un rectángulo perfectamente delimitado por luces azules (no podía ser de otro modo) marcan el espacio en el que transcurre la historia. En este cuadrilátero sólo un cubo del que Sarachu va sacando algunos objetos que utiliza durante la función (un balón de baloncesto, una cámara, una escuadra,...). 

En un montaje como este es fundamental la iluminación, estando tan presente en todo momento la nueva percepción sobre la vida que tiene el protagonista al verlo todo "Intensamente azul". Para este trabajo Mayorga ha contado con el Premio Nacional de Teatro Juan Gómez Cornejo, que da una textura diferente a cada escena, con una iluminación minuciosa y medida que nos traslada a ambientes de lo más diversos. Por último hay que destacar el espacio sonoro (fundamental en la obra) y la música creados por Jordi Francés y que dan una mayor "amplitud" a la escena, llenándola de gente en el partido de baloncesto, o de los ruidos propios de un parque, por poner un par de ejemplos. Como no podía ser de otra manera, cada elemento técnico está cuidado al detalle, aportando su granito de arena para que la función se construya desde un espacio vacío.


Con montajes como este disfrutamos de las pequeñas cosas, pero también nos damos cuenta de lo encorsetados que estamos en nuestra vida cotidiana. Con esta auténtica maravilla, tanto en lo que se refiere al texto como a la interpretación, descubrimos como en cualquier pequeña anécdota puede haber una gran historia, una reflexión sobre nosotros mismos, sobre el mundo en que vivimos, sobre nuestros miedos y nuestras fobias. Un universo pintado de azul sirve como alegoría de un mundo, creado por el personaje, en el que no hay límites, todo se puede hacer, todo parece estar al alcance de la mano, nada parece peligroso ni prohibido, todo es nuevo y por ello intrigante. Ojalá pudiésemos poder vivir, aunque sólo fuese una semana como le pasó al autor, la sensación de verlo todo de nuevo con la ilusión de la primera vez.
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Intensamente azules
Teatro: Abadía
Dirección: Calle Fernández de los Ríos 42.
Fechas: De Martes a Sábado a las 20:00. Domingos a las 19:00.
Entradas: Desde 17€ en TeatroAbadia. Del 10 al 10 de Febrero.


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