Ternura: dícese del sentimiento ante las personas, cosas o
situaciones que se consideran merecedoras de un amor o un cariño puro y
gratuito por su dulzura, debilidad o delicadeza; básicamente sentimiento que
todas las personas podemos sentir por el hecho de pertenecer a la raza humana.
¿Hay amor sin ternura? ¿ Hay ternura sin amor? ¿ Hay que buscar el
amor? ¿ Hay que huir de él? ¿ Es el amor lo que nos mueve a ser felices? ¿ Es
posible tener la felicidad plena sin amor, sin ternura? ¿Es la ternura algo
engañoso que anuncia amores eternos? ¿ Acaso sus cimientos están hechos sobre
el cielo de las promesas? ¿ Es el requiebro una palabra dicha con ternura
cuando se quiere agradar a alguien?
Esta comedia de enredo al estilo del Siglo de Oro escrita por
Alfredo Sanzol nos habla de todo esto desde el humor, desde la carcajada, desde
los sentimientos. Lo que tantas veces es tan difícil de conseguir en un
escenario, Sanzol lo hace fácil, lo hace creíble. Lo hace verdad. Y estos seis
actores y actrices nos sumergen en una disparatada comedia, sin preámbulos ni
dobleces, desde el corazón y hacia el corazón. Poco importa si la derrota
histórica de la Armada Invencible, allá por finales del siglo XVI se debió a
las condiciones climatológicas de la zona ( “No envié mis naves a luchar contra
los elementos” ) o provocada por la Reina Esmeralda al realizar un hechizo y
crear una gran tormenta para el desembarco de ella y sus hijas Salomón y Rubí a
una isla que creían desierta para huir de los hombres. Poco importa también si
las consecuencias fueron la pérdida de 15.000 soldados y casi 40 barcos o el
encuentro con esa familia de leñadores que también huye de las mujeres en esa
isla donde llevan ya 20 años, si no es para introducir esta deliciosa comedia.
Estas vicisitudes amorosas, al estilo y en homenaje a Shakespeare
y a sus obras, nos brindan un montaje orgánico, vivo, brillante a modo y manera
de las comedias de la época . La Ternura cuenta la historia de la Reina
Esmeralda ( Elena González ) y sus dos hijas, la princesa Salmón ( Natalia
Hernández ) y Rubí (Eva Trincón ) que viajan en la Armada Invencible obligadas
por Felipe II a casarse en un matrimonio de conveniencia con nobles ingleses.
La reina, cansada de las mentiras de los hombres, crea una tempestad que hunde
el barco en el que viajan para vivir en una isla desierta y no volver a ver a
los hombres durante el resto de su vida. El problema es que en esa isla viven
ya un leñador ( Juan Antonio Lumbreras ) , con sus dos hijos , Verdemar ( Paco
Déniz ) y Azulcielo ( Javier Lara ) que huyeron allí para no volver a ver una
mujer en su vida.
En cuanto la reina y las princesas descubren que no están solas en
la isla, se disfrazan de hombres para protegerse, y así empieza el amor y sus
enredos. Una telaraña de hechizos y engaños, una farsa con final feliz en una
trepidante sucesión de escenas y escenarios donde se brinda tributo a este
sentimiento que mueve y moverá montañas porque cuando de amor se habla, parece
que lo demás gira a su alrededor.
Todos estos personajes tienen un deseo que los une: el encontrar
el amor, el encontrar la ternura a toda costa. Y nos lo muestran de una manera
magistral, arrancando la carcajada en escenas frenéticas como la lista de
comida que no han llevado a la isla o la sucesión del humo del amor en un
frenesí desmelenado de erotismo sin igual. La reina Esmeralda ( Elena González
) ,estandarte de un feminismo de convicción quiere lo mejor para sus hijas, las
protege y aconseja. Quiere su felicidad y la suya a través de la de sus hijas.
Elena González nos transmite esa sobriedad dulce, esa caricia de hierro y ese
amor incondicional hacia sus hijas que la trae por la calle de la amargura. La
princesa Salmón (Natalia Hernández ) es la terrenal, la orgánica. Quiere el
amor y lo quiere ya, a toda costa. Su bis cómica nos llega desde el primer
momento y sabe llevar a su personaje a registros humorísticos y humanos muy
bellos y sinceros. Su hermana, la princesa Rubí ( Eva Trincón ) es la pequeña,
la más frágil, en principio, la protegida, pero que también se rebela y toma
partido por lo que quiere. Nos ofrece registros cómicos y sarcásticos que las
convierten en un tándem delicioso.
Por otro lado, los hombres. El leñador (Juan Antonio Lumbreras )
es un personaje feliz, que vive con sus hijos en una solitaria isla alejado de
las mujeres por decisión propia. ( “las mujeres son selvas en las que se entra
confiado y se sale escaldado” ).Su personaje es amoroso, dialogante,
enternecedor y muy, muy divertido. Su hijo mayor, el leñador Verdemar (Paco
Déniz ) construye junto a su padre una de las escenas mas divertidas del
montaje al hablar de sus testículos ( los tengo gordos como dos tordos )”
Delirante. Y el hijo pequeño, el leñador Azulcielo ( Javier Lara) muestra una
fuerza y gran presencia en el escenario , que no conoce mujer y quiere saber
como es ese ser tan “horrible “ que le han contado su padre y su hermano.
Grandes actrices y actores para unos entrañables personajes.
Alfredo Sanzol, el creador de la obra, ha sabido captar la
atmósfera shakesperiana a la perfección en este texto directo, fresco ,
divertido y audaz. Una obra cargada de metáforas, de comparaciones y de un
lenguaje actual, contemporáneo, que cobra fuerza en cada diálogo, en cada
matiz, y que va ganando a medida que la obra alcanza el ritmo trepidante. Para
Sanzol el espectáculo se llama La Ternura “porque habla de la fuerza y de la
valentía para amar. La ternura es la manera en la que el amor se expresa. Sin
ternura el amor no se ve. La ternura son las caricias, la escucha, los pequeños
gestos, las sonrisas, los besos, la espera, el respeto, la delicadeza. Una
sociedad sin ternura es una sociedad en guerra”.
El autor nos propone un juego a la hora de ver la obra (encontrar
los títulos de las catorce comedias de Shakespeare ) . He de confesar que solo
encontré la mitad mientras disfrutaba del espectáculo.
Recordar también el excelente trabajo de escenografía y vestuario
de Alejandro Andújar, la brillante iluminación cromática de Pedro Yagüe y la
música y canciones de Fernando Velázquez que complementan de una manera
magistral el texto. Así que bien vale perderse unas horas en el Infanta Isabel
y descubrir que es eso de la ternura, para que vuestro corazón siempre tenga su
compañía. Y parafraseando a Ana Belén en su “niña de agua”, para la ternura
siempre hay tiempo.
Teatro: Infanta Isabel
Dirección: Calle Barquillo 24
Dirección: Calle Barquillo 24
Fechas: .Miércoles a domingo hasta el 27 de enero de 2019
Entradas: Desde 15€ . Hasta el 27 de Enero.
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