Al acceder a la sala del esplendoroso Teatro Fernán-Gómez nos encontramos con una extraña estructura de madera que nos esconde lo que hay detrás. Nuestra intriga aumenta al ver que delante de las primeras filas hay unas sillas y parte del atrezzo. Sin lugar a dudas estamos ante un clásico cuanto menos diferente. La cuarta pared ha sido traspasada incluso antes de empezar, como si de un foso de orquesta se tratase. Desde ahí nacerá esta preciosa obra, cargada de humor, ternura y verdad.
Ay Teatro es una de las propuestas más interesantes que han surgido en los últimos tiempos. Nace con unos sólidos cimientos, ya que sus miembros fundadores son algunas de las personalidades más reconocidas de la escena nacional. Yayo Cáceres (director de escena y música), Álvaro Tato (escritor, actor y dramaturgo) y Emilia Yagüe (productora y distribuidora) conforman este interesante proyecto teatral, que se presenta con el ciclo Miradas al Siglo de Oro, con dos montajes que se representarán en Teatro Fernán-Gómez: "Mestiza" y "Todas hieren y una mata".
Este nuevo proyecto quiere focalizar su trabajo en dos ramas de la escena: la producción de nuevas obras de teatro y formación. Para los nuevos montajes en los que se embarquen contarán con la dirección de Yayo Cáceres y la dramaturgia de Álvaro Tato y se invitará a jóvenes escritores a que creen sus propios textos al cobijo de la compañía. Las obras mezclarán actores de renombre con jóvenes descubrimientos, veteranía y juventud. La parte formativa la enfocarán hacia profesionales que quieran participar en talleres, conferencias, cursos o encuentros.
En este caso, y como ejemplo de esta filosofía con la que buscan trabajar en este proyecto, la dramaturgia corre a cargo de la joven debutante Julieta Soria, a la que viendo el resultado habrá que seguir la pista de cerca. Soria se define a si misma como "funcionaria artista, como el banquero anarquista de Pessoa. Filóloga de formación, profe de lengua y literatura en un instituto, lectora, teatrera y escritora. Desde niña, mi sitio ha estado siempre en la ficción y las palabras. En ellas he encontrado la belleza que buscaba, y de la literatura he aprendido a ponerme siempre y definitivamente del lado de las personas. Como escritora, quisiera ser capaz de arrojar una mirada honesta, humorística y poética sobre las cosas y poco más", damos fe que con este primer trabajo ha cumplido con creces todos estos propósitos.
La autora nos habla del encuentro entre un joven Tirso de Molina y Francisca Pizarro Yupanqui, hija del conquistador Francisco Pizarro y de la princesa inca Quispe Sisa, la primera mestiza del Perú. Tirso busca conocer algo más sobre la conquista de América, y sabe que lo vivido por Francisca puede darle los mimbres para una gran obra. Con el pretexto de escribir una trilogía sobre los Pizarro y sus conquistas en tierras americanas, Tirso intenta que Francisca le cuente su versión de lo ocurrido, que de una vez por todas cuente la verdad sobre su vida y la de sus familiares. Recluída desde hace años en un extraño jardín de un edificio del centro de Madrid, la mestiza hija del conquistador accede a contar todos esos recuerdos, todas las anécdotas, todas las experiencias de una vida que la ha ido excluyendo de todos los lugares que creyó su hogar.
Este interesante planteamiento, en el que Tirso quiere dar voz a una mujer (algo impensable en aquella época, como se verá a lo largo de la obra) se convierte en una visión muy diferente (y posiblemente mucho más interesante y real) de lo que se había contado de la conquista de América y de la familia Pizarro en particular. La hija de Francisco Pizarro desmitifica a todos los hombres que saquearon pueblos enteros, se aprovecharon de las riquezas de una tierra rica y devastaron todo lo que encontraron a su paso. Esta versión, tan distinta a la oficial, carga el testimonio de verdad, de empatía por esos pueblos que sucumbieron ante la barbarie de la invasión, de feminismo ante los ultrajes sufridos por las mujeres (algo que en España también pasaba), un grito de libertad de alguien que se ha visto desahuciada de su país de origen por mestiza, y que al llegar a España se la tacha de india, por lo que se ve marginada en ambos sitios.
Este diálogo plantea algo mucho más profundo que la narración de unas memorias, es una confrontación directa de dos maneras opuestas de ver la vida. La mujer anciana enfrentada al joven escritor (aparentemente más culto), consigue darle varias lecciones sobre la vida. Desde su encierro voluntario en el jardín de su casa, la mestiza se muestra mucho más avanzada y razonable que su joven interlocutor, preso de las convenciones sociales de finales del siglo XVI. Una interesante puesta en común sobre distintas maneras de ver una época, los hechos tan devastadores que están tratando, o temas más generales como el papel de la mujer, el matrimonio o las relaciones de los españoles con los pueblos indígenas.
El viaje personal al que se expone Francisca, en el que debe enfrentarse a todos sus miedos, a un pasado marcado por su padre, con su marido Hernando Pizarro y con su madre. Una ruta por la Historia de la España (desde un punto de vista muy crítico y punzante) de aquellos años, en la que nuestra protagonista se reencuentra con su vida anterior, al otro lado del mundo, con sus hermanos indígenas y con la sensación de tener cuentas pendientes con casi todas las personas que se han cruzado en su vida. ¿Quién es Francisca Pizarro? ¿Es española?¿Es inca?¿Como se siente ella?¿Sobre qué ha cimentado su vida y su fortuna?¿Vive en una mentira que ella misma se ha creado?¿Es vivir algo más que recordar lo que se había olvidado?¿Puede de tierra negra nacer flor blanca?
El elenco es uno de los mayores aciertos de la obra. La gran dama de la escena Gloria Muñoz se mete en la piel de Francisca Pizarro Yupanqui, para crear un personaje fascinante, lleno de fuerza, que pese a todo los reveses de la vida sigue teniendo la vitalidad de una jovenzuela. Muñoz crea un personaje que se va despojando de todas sus ataduras para mostrarse tal como es, plena de fuerza y libre al fin, al cerrar viejas heridas que quedaban abiertas desde hacía demasiado tiempo. La actriz se mueve por escena como por el jardín de su casa, haciéndose dueña en todo momento del devenir del montaje, llevándolo en cada momento al tempo y el clímax deseado.
En el papel de Tirso de Molina, el joven trovador que busca las confesiones de Francisca, tenemos a Julián Ortega, un joven de gran talento que está a la altura de su partener, con todo lo que eso conlleva tratándose de una actriz que nos regala un trabajo soberbio de principio a fin. Ortega hace de Tirso un personaje locuaz, que en su introducción se nos muestra altivo cual trovador, mientras que en su relación con la mestiza debe ir lidiando distintas estrategias. Una actuación de lo más completo, con registros muy variados (incluida alguna canción).
Para completar el elenco, tenemos al músico Manuel Lavandera (que permanece impasible tocando de espaldas al público) y la cantante Silvina Tabbush (una descomunal voz). Cada una de sus actuaciones son impresionantes, con momentos que nos dejan helados por el impresionante tono de voz con el que nos sorprende la cantante. Elegante ejecución de cada una de las piezas musicales, que lejos de repetir estrategia van aportando cosas diferentes en cada uno. La participación de las actores en las piezas musicales da un mayor empaque al conjunto.
Este montaje comienza, como ya hemos dicho, fuera del espacio escénico propiamente dicho, haciendo partícipes a los espectadores desde el primer momento de una obra próxima a la narración de un trovador, que nos introduce en la historia previamente, para luego pasar a formar parte de ella. Ingeniosa idea que nos acerca aún más a la escena, con los músicos tocando entre nosotros, lo que hace más íntimo un espacio (la platea del Fernán-Gómez) demasiado "abierto" para una obra tan íntima. La escenografía creada por Carolina González es sencilla pero de una belleza majestuosa. La sencilla estructura de madera que simboliza el jardín en el que se esconde Francisca, nos cobija de los cotillas, nos protege de las habladurías, mientras sirve de estrado para que la protagonista pueda contar su versión de la Historia. La tela que al comienzo de la obra nos esconde lo que hay en este reducido espacio acotado por tablas, nos introduce en el barco que trajo a "la mestiza" a España, en un divertido e ingenioso juego.
La iluminación, diseñada por Miguel Ángel Camacho, nos traslada de Perú a Madrid, de las batallas más crueles de la vida a los viajes en barco más peligrosos. Pero esa iluminación centra nuestra mirada en el pequeño cofre que se encuentra al lado de la escenografía principal. Cada vez que Francisca lo abre sale de él un esplendor que parece que estén allí escondidas todas las verdades del Universo (a mi me recordó al misterioso maletín de "Pulp Fiction"), una ingeniosa maniobra para dar a entender la importancia de lo que allí se esconde. Por último, en una obra de esta índole no podríamos dejar de hablar del vestuario creado por Tatiana de Sarabia. Destacar sobre todo el vestido de Gloria Muñoz, con ese mantón que va cambiando según la parte de la Historia que nos cuente. Un vestuario sobrio y elegante al nivel del resto del montaje.
Teatro: Teatro Fernán-Gómez
Dirección: Plaza de Colón 4.
Fechas: De Martes a Sábado a las 20:00. Domingos 19:00.
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