La noticia ocurrida en aquellos San Fermines nos revolvió por dentro a todos. Nos enfadó la noticia, pero también todo lo ocurrido después, el acoso al que fue sometido la víctima, a la que se le persiguió, llegando a poner en tela de juicio el trauma causado por la situación vivida con esos jóvenes. Todo parecía esperpéntico, de una brutalidad tal que nos era complicado de entender, una historia que nos dolió a la mayor parte de la sociedad, por lo ocurrido, por lo sabido en el juicio y por la sentencia del mismo. Historias que nos avergüenzan como seres humanos, que nos hacen pensar en que nos hemos equivocado como sociedad para que un grupo de personas se aprovechen de otra, la graben mientras tienen sexo con ella, la dejen tirada tras robarle el móvil, y después tengan la desfachatez de decir que estaban teniendo sexo consentido.
Estamos ante un hecho que sabemos que nos resulta doloroso, en el que hemos tomado partido mucho antes de ver el montaje, una historia que nos duele y nos enfada, que nos resulta bochornosa y nos indigna como seres humanos. Por todo esto, y muchas más razones evidentes, este montaje es tan necesario. Es fundamental que sucesos como este no se olviden, que la gente conozca todos los detalles (o al menos todo lo que se dijo en el juicio) y se haga su propio juicio sobre lo que ocurrió aquella noche, porque es necesario que cambiemos como sociedad para que hechos como este no vuelvan a ocurrir. PORQUE NO ES NO, Y TODO LO QUE NO SEA SI TAMBIÉN ES NO.
"La Jauría" forma parte del interesante ciclo de teatro documento (que en inglés se denomina verbatim) que propone El Pavón Teatro Kamikaze durante el presente mes de Marzo, que permanecerá en cartel hasta el 21 de Abril. El dramaturgo Jordi Casanovas, experto en este tipo de montajes tras la exitosa "Ruz Bárcenas", ha escrito este desgarrador texto a partir de una selección de transcripciones literales de las actas del juicio de La Manada, sin añadir nada que se escuchase a lo largo del juicio, en las declaraciones de los acusados y de la víctima. Como se dice antes de comenzar la obra, todo lo que escuchamos a lo largo del montaje se pudo escuchar en el juicio, lo que lo hace mucho más demoledor y doloroso. Para acompañar esta pieza, dentro de este ciclo podemos ver la historia del interrogatorio de un asesino en serie en un pueblo de Australia, "Port Arthur", escrita también por Casanovas.
El maestro Miguel del Arco vuelve a sorprendernos con un montaje sobre uno de los temas más escabrosos, bochornosos y deleznables de los últimos tiempos. Con la crudeza de utilizar un texto real, el director nos plantea un montaje demoledor, que va mucho más allá del hecho que narra, llegando a ser un juicio sobre nuestra propia sociedad, sobre un país en el que se pone en tela de juicio el testimonio de una víctima por el simple hecho de ser mujer, juzgando de distinta manera las actitudes de los chicos y los de ella. Una obra desgarradora, que nos hiela la sangre desde el primer momento, pese a saber que es lo que va a ocurrir. El silencio en la sala durante toda la obra dice mucho de la grandeza de este montaje, capaz de dejarnos a todos colapsados, con el corazón en un puño. Del Arco sabe medir los tiempos, las velocidades, las barbaridades, para que todo tenga el ritmo adecuado, para dejarnos respirar en determinados momentos, para golpearnos en otros, para ahogarnos ante lo que vemos. Una medida composición de lo ocurrido, para crear una dolorosa maravilla, que todos deberíamos ver para que nadie olvide lo que ocurrió.
"Jauría tiene que ver con todas las mujeres que históricamente han vivido una experiencia similar, incluso si me apuras, con todos los débiles como concepto" . Una narración real, quizás demasiado, para dar visibilidad a una situación que se repite con demasiada frecuencia. Lejos de suavizar lo que se dijo en el juicio, el montaje es demoledor por su verdad y su exposición tan directa de los hechos. Un relato que entra de lleno en el debate de las relaciones entre las personas, de hasta donde llega la libertad de cada uno, habla de feminismo, de la situación tantas veces vivida por las jóvenes de nuestro país ( o de cualquier otro) cuando son acosadas por hombres que se creen en su derecho de avasallarlas, acomodarlas, acosarlas y hasta en último caso violarlas, pensando que si la víctima no grita, se rebela o se pone violenta (me quedé paralizada por el miedo, dice la protagonista), la relación es consentida. Una posición tantas veces vivida, casi normalizada, que habla a las claras de lo mucho que nos queda por evolucionar como sociedad.
El montaje intenta mostrarnos todo lo que pensaron cada uno de los protagonistas en aquella noche, por medio de lo que dijeron en el juicio que se celebró meses después. Nos permite indagar en lo vivido por la víctima ese día y el infierno al que fue expuesta los días posteriores (una locura que imagino la seguirá persiguiendo a día de hoy), para intentar que seamos conscientes de lo que puede provocar una acción de esa índole en la vida de una persona, que quedará marcada por ello para siempre. La vida de esta chica de apenas veinte años ha sido expuesta al gran público para intentar desacreditarla, se ha indagado en su intimidad, llegando a contratarse a un detective privado para que la siguiese, ha sido obligada a dar muchos más detalles de lo ocurrido aquella que los propios acusados. Todo esto debe hacernos reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos, en la que pone en tela de juicio la declaración de una chica violada por el simple hecho de que fuese borracha, drogada, o que en algún momento fuese receptiva con alguno de los chicos. Este hecho debe hacernos reflexionar, pensar en las relaciones entre hombres y mujeres, los estereotipos que nos hemos creado de cada uno y las relaciones sexuales en nuestra sociedad. Un juicio que esperemos sea un punto de inflexión que marque un antes y un después en las relaciones entre las personas, que deben basarse siempre en el respeto mutuo.
Esta producción de Kamikaze producciones, Milonga Producciones, Hause & Richman Stage Producers y Zoa Producciones, nos traslada a los San Fermines de 2016, donde cinco amigos que rondan los treinta años fueron denunciados por violación a una joven de 19. Ellos, que se autodenominaban La Manada ya tenían un juicio pendiente por un hecho similar. El más joven del grupo debe pasar un rito de iniciación. Una chica que se ha quedado sola es la víctima propicia. Los jóvenes se ofrecen para acompañarla al coche donde va a dormir, pero de camino uno de ellos entra en un portal y avisa al resto para que vayan. Meten a la chica con ellos por la fuerza. Lo demás es una bochornosa y abominable historia, en la que cinco personas abusan de otra sin su consentimiento, dejándola tirada al acabar el acto sexual. Una violación que saltó a los medios de comunicación para conmocionar a toda la sociedad, aunque hubiese algún "personaje" (por no decir algo peor) que dudase del testimonio de la chica, y pusiese en dudas los traumas que la creó la violación.
Para un trabajo tan delicado, y a la vez tan complejo (tanto interpretativa como psicológicamente), en el que se habla de una verdad que nos golpeó a todos cuando la escuchamos, el mérito de cada uno de los intérpretes es brutal. Los actores encargados de interpretar a los miembros de La Manada son Fran Cantos, Álex García, Ignacio Mateos, Martiño Rivas y Raúl Prieto, mientras el papel de la chica denunciante corre a cargo de la gran María Hervás, que en cada nuevo papel nos demuestra que es una de las mejores actrices de su generación. Seis valientes que realizan un trabajo descomunal, capaces de interpretar a unos personajes odiados, y Hervás capaz de dar vida a la chica, a sus miedos, sus angustias, sus traumas. Los seis, por si esto fuera poco, son capaces de desdoblarse y dar vida a los personajes que aparecen en el juicio: el juez y los abogados de la defensa y la acusación.
El trabajo de actores desarrollado por Miguel del Arco en esta obra es maravilloso, trabajando con ellos con unos intencionadísimos movimientos, como si de una coreografía del ejército se tratase. Impecable como se desenvuelven los actores en escena, con especial destreza en la escena del cubículo que simboliza el portal donde ocurrió todo. El elenco funciona como un engranaje en que todo funciona a la perfección. Increíble la versatilidad de todos ellos ante los cambios de registro tan radicales.
La imponente María Hervás (a la que todos idolatramos desde que la vimos en "Iphigenia en Vallecas") nos deslumbra desde el primer momento. Nos traslada los miedos de la joven, pero también la sinceridad de una persona que se mantiene firme pese a los focos que estaban enfocándola. Un papel portentoso, cargado de sentimiento, de corazón, una chica cargada de energía, con ganas de pasarlo bien, que pasó la peor noche de su vida. Es impresionante la capacidad de la actriz para sufrir como lo hace en la primera parte de la obra, y como cambia radicalmente de actitud al hacer el papel de la Fiscal, sin resquicio alguno de lo sufrido. Un animal escénico que nos quita la respiración, nos golpea el alma, en una interpretación tan dura como efectiva.
Pero los cinco actores no se quedan atrás. Fran Cantos ("Un cuerpo en algún lugar"), Álex García ("Incendios"), Ignacio Mateos ("Danzad malditos"), Martiño Rivas ("Cuestión de altura") y Raúl Prieto ("La función por hacer"), no se cortan a la hora de recrear a los acusados, cinco "machos ibéricos" que tienen todo lo peor del género masculino. Pero pese a lo odiosos que resultan, en ningún momento parecen forzados o esperpénticos, sino que los vemos (por desgracia) muy creíbles por lo cercanos que nos resultan, ya que todos hemos conocido en algún momento a algún "machote" que actúa como ellos, aunque en solitario sean más débiles y menos "echaos para adelante". Interpretaciones magistrales, nos dan ganas de matarlos por la grandeza que transmiten, por el miedo que dan, por las barbaridades que dicen. Pero también nos indignan en sus interpretaciones de los abogados, que tratan con distinto rasero a la chica que a los acusados. Tan bestiales las interpretaciones como odiosos los papeles que interpretan.
Todo en esta historia es demoledor y se debe tratar con la mayor de las seriedades. Es por ello que la escenografía creada por Alessio Meloni (quien también se encarga del vestuario) nos traslada a un lugar oscuro (como la propia historia), lúgubre, un lugar angosto y claustrofóbico del que todos queremos escapar, para intentar acercarnos a lo que debió sentir la chica aquella noche. El habitáculo que representa el lugar de la violación se ilumina, sobre unas escaleras, para que tengamos una mayor perspectiva de la situación, del encierro, de la angustia, del miedo paralizador que te impide moverte al estar en un espacio tan reducido que apenas puedes girarte sin sentir los cuerpos que te impiden salir de allí. Una recreación que nos lleva a sentir la angustia que debió atenazar a la joven aquella noche. Para el resto del relato sólo son necesarias unas sillas, que hacen las veces de los bancos de la ciudad de Pamplona o de los asientos del tribunal de justicia. Para completar el ambiente tenebroso, la atmósfera de tensión, es imprescindible un diseño de iluminación como el cread por Juan Gómez Cornejo, que nos hace diferenciar perfectamente los angustiosos momentos de la fatídica noche, con las escenas del juicio. A los mandos del sonido está Sandra Vicente (Studio 340), que nos envuelve en una perturbadora atmósfera. Por último hay que destacar la voz en off de Israel Elejalde, que nos recuerda lo que vamos a ver n scena, haciendo hincapié en la absoluta veracidad de lo que se va a representar.
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Teatro: El Pavón Teatro Kamikaze
Dirección: Calle Embajadores 9
Fechas: Miércoles 20:30, Jueves a Sábado a las 20:45 y Domingos a las 19:45.
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