LOS ACTORES
Vamos a contaros
la historia de un viaje. Lo emprenden
un explotador y dos explotados.
Observad con atención el comportamiento de esa gente:
Encontradlo extraño, aunque no desconocido.
Inexplicable, aunque corriente,
incomprensible aunque sea la regla.
Hasta el acto más nimio, aparentemente sencillo,
¡observadlo con desconfianza! Investigad si es necesario,
¡especialmente lo habitual!
Os lo pedimos expresamente, ¡no encontréis
natural lo que ocurre siempre.
Que nada se llame natural
en esta época de confusión sangrienta,
de desorden ordenado, de planificado capricho
y de Humanidad deshumanizada, para que nada pueda
considerarse inmutable.
Son las cuatro, cojo mi portátil, lo conecto, abro el Word. Hoy libro,
tengo que escribir. Pero antes me asomo a una red y veo una foto: tres hombres,
tres pavimentos y un discurso de desigualdad inenarrable. Suficiente para
desear de nuevo bajarse del mundo. Ya van unas cuantas. La culpa, sin duda, la tiene Brecht.
El cabezón, como lo llamaba un personaje de Tabucchi, ha hecho mucho
daño al pensamiento único. Su teatro épico trastocó las premisas aristotélicas
de las tablas y el público, sentadito tranquilamente, se encontró sin protección frente a
las grietas del sistema. Eso en mi barrio tiene un nombre, putada. Soy de un
código postal obrero, cuna de chonis, dicen, y usamos palabrotas. Son nuestras
armas. Las de Bertolt y La Extraña
Compañía son sin duda, mejores.
Por ello le culpo a él y a sus secuaces. Malditos todos por meter en mis tiernos
años cosas raras en mis neuronas. Y así he de advertiros de los efectos
secundarios de acudir al Teatro del Barrio a ver La excepción y la regla. Se sabe que el noble arte de la alquimia
teatral transforma la lana en piel de manera irreversible. Y para colmo ni Catalina Lladó, directora, ni sus actrices, fallan dando
forma al resquicio de lucidez que representan. Hay algún cambio, cierto es. Mujeres son ahora la guía, la
culi, la comerciante, la jueza, y es marido quien espera el jornal al final del
camino. Aun así, son desprecio y miseria las notas que se mantienen, porque la
ceguera que los poderosos imponen en las palabras que ellas (nosotras) utilizan
(utilizamos) para inmovilizar sus (nuestras) manos y bajar su (nuestro) cuello
para ser pisado, se deshace mínimamente visionando este trabajo.
La historia es simple, una mujer blanca atraviesa Mongolia por
negocios. Viaja tan solo con una guía y una porteadora (culi). Ambas cargan
aperos. Ambas obedecen a la señora. Ambas reciben hostias sin rechistar. Una
está sindicada, la otra no. Una es muy pobre, la otra lo es más. Al llegar a la
última zona habitada, el puesto de Han, una de ellas por desobedecer las
recomendaciones de la jefa respecto a la amistad con su compañera, es
despedida. Partirán sin ella, pero conocedora del destino que las espera en el
desierto, entregará una cantimplora extra a su igual. Lo que desconoce es el
devenir de los acontecimientos. El agua marcará la excepción que matará a la
culi y demostrará que la mano manchada de la tinta del derecho lo está también del hedor del dinero.
El trabajo gestual del elenco se
imbrica muy bien en el texto y la música y la escenografía flexibilizan un
mensaje que se recoge alto y claro desde el patio de butacas. Una mierda, como
he dicho, porque desde la noche en que me pasé por ese nido de republicanos he
comenzado a detectar la esclavitud hacia la que nos encaminamos. Veo dos peones
discutiendo porque han mordido el anzuelo sin darse cuenta de que lo que
necesitan son compañeros. Siento la ansiedad de la construcción virtual que ha
inmovilizado y envenenado nuestro pensamiento. Comprendo desde el tacto que da
igual que mi cuerpo se rompa si soy capaz de trabajar por tres personas, y que
si no lo soy, ahí tengo la puerta. Y comprendo, y vivo, y siento como los demás,
pero no alcanzo a entender el vacío de la posesión. En la facultad no aprendí a
empatizar con entes superiores, y por mamones como los ya mencionados no soy
capaz de instrumentalizar ni de menospreciar al otro. La empatía es un coñazo, pero ojo, a los cretinos se aprende a pararlos, y a los de arriba no se les lame el culo, porque ya está bien de servilismo.
Y aquí rememoro la imagen de apertura y os cuento que si por un instante fijamos nuestra atención en una escena lisboeta podremos observar cómo un moderno pollo pera, con la mano que le deja libre su bolsa del H&M, saca su móvil, sonríe, y encuadra a un mendigo como fondo.
Bienvenidos al fin del mundo.
Bienvenidos al fin del mundo.
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Teatro:Teatro del barrio.
Dirección: Calle Zurita, 20
Fechas: Del 6 abril al 28 de abril y del 13 de julio al 28 julio
Entradas: Desde 14€ en Teatrodelbarrio
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