Desde su estreno en el Teatro Español, allá por Mayo de 2014, este montaje se ha convertido en una referencia dentro del Off madrileño, con abrumadores éxitos en la sala Off del Lara o en la Sala Tú. Ahora llega (aterrizó en el mes de Marzo) al Off de La Latina para seguir conquistando los corazones de todo el que vaya a verla. Una historia que nos va meciendo como si fuésemos en un barco, una fábula que nos cuenta las aventuras de un ser especial, una comedia divertida y conmovedora, un drama punzante y doloroso. Esta historia tiene todos los ingredientes en su justa medida. Una pequeña joya que sigue su travesía por las salas de la ciudad, una inolvidable historia tratada desde la mínima expresión escénica.
Bucharta S.L. y Producciones Teatrales Contemporáneas han sido las encargadas de hacer esta versión del texto de Alessandro Baricco, una historia que indaga en lo más profundo del ser humano, en la continua búsqueda de los sueños no conseguidos. Este proyecto ha sido dirigido por Raúl Fuertes, que se ha encargado también de versionar el texto original (traducido por Xavier González), creando un montaje minimalista, en el que pone todo el énfasis en el actor y en el propio texto, prescindiendo de cualquier tipo de atrezzo o escenografía.
El texto de Alessandro Baricco nace como un monólogo teatral en 1994, para que fuese interpretado por Eugenio Allegri y dirigido por Gabriele Vacis. Cuatro años más tarde da el salto a la gran pantalla bajo el título de "La leyenda del pianista en el océano", dirigida por Giuseppe Tornatore y protagonizada por Tim Roth. La historia del pianista Danny Bodman, T.D. Lemon "Novecento" nos seduce de principio a fin, un texto de este maestro del cuento, capaz de poner la lupa en las pequeñas cosas para crear relatos extraordinarios. Una bella historia, que nos hace estar próximos a los personajes, sentirlos propios, zambullirnos en ese crucero "Virginia" y dejarnos llevar a donde el actor y el texto nos lleve.
A los mandos de este crucero encontramos a Raúl Fuertes que se ha querido olvidar de todo lo banal y centrarse en el texto. Además de dirigir se ha encargado de definir el espacio escénico y la iluminación, dando plena relevancia al actor y mostrándonos como con un buen texto a veces no es necesario más que un gran actor que lo defienda (que no es poco). Fuertes, nominado a los Max con "Las naranjas exprimidas" (de la que era autor y director) como espectáculo revelación, y tras ese peculiar montaje con el que marcaba su modus operandi, ha dirigido obras como "El duelo", "Rukeli" o el capítulo "Los ciegos" de "Trilogía de la ceguera".
Fuertes se ha centrado en la adaptación del texto en su parte más "amable", escapando de los dramas más duros para plantearnos un montaje tan sensible como contundente. El autor se centra en la figura del protagonista, esculpiendo el personaje a imagen y semejanza de Miguel Rellán, al que desde el primer momento vemos en la piel del trompetista, el mejor amigo de Novecento. Centrado en el texto y sin ningún elemento escénico de apoyo, el montaje pone el foco en la palabra y el actor. Tal es la exactitud del texto que no necesitamos atrezzo ni escenografía para vernos inmersos en este viaje, navegamos por este mar de emociones que nos narra el autor, nos sumergimos en la historia desde el primer momento.
Nos adentramos en la sala y nos encontramos con un espacio vacío, desnudo, iluminado por unos escasos focos que dejan la escena en un angustioso y lúgubre juego de claroscuros. Con este ambiente de penumbra, que nos lleva a los lugares más inhóspitos que podamos imaginar, aparece el gran Miguel Rellán con aspecto descuidado, como quien viene de retirada de una larga noche. Con paso cansado se acerca al centro de la sala y levanta la mirada como quien quiere ver en la lejanía el recuerdo de una gran historia. Porque eso es lo que viene a contarnos, una gran historia, la de su amigo, el pianista que nunca quiso bajar del barco pero que conquistó a todos los que tuvieron la suerte de escucharlo. Todo deja de estar en penumbra cuando comienza la historia. De repente nos encontramos a bordo del Virginia, suena la música y todo comienza a fluir.
La historia que viene a contarnos habla de él mismo, un trompetista de jazz, y de sus recuerdos a bordo del Virginia, compartiendo la peculiar (y a la vez maravillosa) historia de Novecento, un pianista excepcional que se convirtió en su mejor amigo a lo largo de noches de música inolvidables en las interminables travesías del crucero que les unió y que ya nunca les separaría. Barcos que recorrían el océano, entre Europa y América, a principios del pasado siglo, en los que se podían encontrar todo tipo de personas, desde grandes millonarios a turistas que se embarcaban en el viaje de su vida, de emigrantes con ganas de empezar una nueva vida a polizones con ganas de engañar a cualquiera. Y dentro de ese tumulto de gentes de todo pelaje estaba Novecento, un pianista con una técnica increíble, que conseguía amansar a las fieras, hacer con su piano melodías mágicas que hacían soñar a todo el que la escuchaba.
Un lugar que era su hogar, porque había nacido en ese barco y nunca se había bajado de él, nunca había pisado tierra firme. Se había convertido en un hombre sin patria, sin nada a lo que aferrarse, sólo ese barco por el que pasaban miles de personas cada viaje, a las que enamoraba con su música, y que lo abandonaban a llegar a puerto. El mejor pianista de la Historia sólo existía para aquellos privilegiados que viajaban en el Virginia.
Estamos ante una obra singular, que no podría funcionar si no se cimentase sobre la figura de un maestro de la interpretación como Miguel Rellán, que se apropia del personaje desde que sale a escena, mimetizando sus gestos y movimientos como si se mostrase a si mismo. Ya nunca podremos pensar en un trompetista de jazz sin que se nos venga a la cabeza la imagen de este Rellán melancólico y a la vez ilusionado por poder contar esta historia, por haber tenido la suerte de ser amigo del gran Novecento. Rellán nos presenta a un músico taciturno, en un alarde de recursos, midiendo cada gesto, cada palabra y cada silencio, para construir un personaje que nos lleva por la oscuridad de la escena hasta lugares maravillosos. Una interpretación emocional, que nos llena y nos conmueve, con un actor en estado de gracia, con un personaje que parece escrito a su medida.
Miguel Rellán es, sin lugar a dudas, uno de los actores más queridos y respetados de nuestro país. Con actuaciones memorables en todos los ámbitos de la interpretación, todos recordamos sus papeles en series, películas y teatro. Con una dilatadísima carrera, solo en los últimos años ha participado en series como "Vergüenza" o "Tiempos de guerra", películas como "Tiempo después", "Toc Toc" o "A cambio de nada", o en obras tan diferentes como "7 años", "Cartas de amor", "El viaje a ninguna parte" o "Los hijos no se han dormido". Ahora aterriza con esta preciosa pieza en el Off de la Latina, pero también debuta como director con dos piezas: "Tu estás loco, Rebolledo" y "Lo que faltaba" , lo que nos muestra la energía de este gran actor, siempre activo y con miles de proyectos.
Esta ha sido una de las interpretaciones que, dentro de su dilatada carrera, ha marcado un antes y un después en la vida del actor. Su soberbia interpretación le valió para ganar el Premio de la Unión de Actores como Mejor actor protagonista en 2015, además de una nominación a los Premios Max. Con esta creación lleva Rellán estos cuatro años, sin dejar de cosechar éxitos donde se programa, como en el caso del Off de la Latina, en el que lleva prorrogando varios meses. Hablar de Rellán es hablar de la Historia viva de nuestro teatro, pero en esta ocasión va más allá de lo que es una simple interpretación, ya que nos hace viajar desde la nada, desde la neutralidad de un espacio neutro, hasta zambullirnos en el mar, hasta oler el aroma a whisky y tabaco, hasta notar el suave movimiento del barco en alta mar. Una absoluta delicia creada únicamente desde la figura de este prodigioso actor.
Teatro: Teatro Off de la Latina
Dirección: Calle de los Mancebos 4
Fechas: Miércoles a las 20:30
Miguel Rellán es un maestro en lo que hace, sin duda alguna. Siempre me ha parecido impecable su trabajo sobre las tablas, ya que el teatro es un escenario difícil de dominar. Su simpleza a comparación de otros medios puede comerse al actor vivo o hacerlo brillar y llorar que el espectador viva la historia como un personaje más, casi un compañero. Y eso es justo lo que ocurre con esta obra.
ResponderEliminarPor cierto, ¿saben de alguna obra de teatro infantil que vaya a estrenarse pronto? Mi grupo de actuación y yo queremos mirar y comparar funciones dedicadas a niños.