La vida en torno a las decisiones que en un momento hacen que todo se tambalee. Acciones valientes que hacen que rompas con todo para poder caminar hacia adelante, soltando lastre, haciendo de tu vida aquello que has deseado y no todo lo que se te había impuesto por tu entorno. Son pasos hacia adelante para conseguir ser quien de verdad has querido, no seguir estando sometido, vivir tu propia vida y no aquella para la que la sociedad te señaló. La valentía de tomar las riendas de tu vida a veces te lleva a tomar decisiones traumáticas, de las que a veces no conseguimos despegarnos del todo.
La obra "Casa de muñecas" de Ibsen es una de las obras más aclamadas y transgresoras de la Historia, pero también viene marcada por su impactante final. Todos nos quedamos con las ganas de saber que le pasaba a Nora tras ese portazo con el que termina la obra, tras ese golpe de autoridad con el que lo deja todo para vivir su propia vida. Una de las historias más conmovedoras que se han representado nos dejaba con la angustia de un final incierto. Las expectativas por saber que fue de aquella valiente eran muy altas, tanto que ha tenido que pasar más de un siglo para que alguien se atreviese a escribir esa historia, para que sepamos que ocurrió tras ese portazo, que fue de Nora, de Torvald, de sus hijos.
Verteatro nos presenta esta versión de la obra de Lucas Hnath (traducida por Verónica Huerta), estrenada en 2017 en Estados Unidos con un éxito abrumador (cosechando ocho nominaciones a los Tommy) . La obra de Ibsen de la que parte esta obra fue una de las más polémicas de su época, tanto por su dramática historia como por su inesperado y atrevido final. Recordemos, por si alguien no conoce la obra, que la protagonista de la obra, Nora, es una esposa y madre de tres hijos que decide dejarlo todo para encontrar su verdadera identidad, su lugar en el mundo. Un desenlace que incluso ahora nos parecería valiente, en la época fue un absoluto terremoto contra la sociedad de la época. Considerada una de las primeras heroínas feministas, Nora regresa 15 años después de aquel desplante para hacer balance de lo que ha sido su vida y cerrar alguna puerta que quedó abierta.
El maestro Andrés Lima (que hace doblete en estos días con "Shock (el cóndor y el puma)" en el Teatro Valle-Inclán) es el encargado de dirigir esta arriesgada pieza (con Laura Ortega como ayudante de dirección), tanto por las expectativas del propio texto como por todas las cábalas que cada uno pudo hacerse sobre lo que le había ocurrido a Nora. Lima vuelve a unir sus fuerzas con Aitana Sánchez-Gijón, una actriz a la que conoce perfectamente tras sus colaboraciones en "Medea" y "Capitalismo: hazles reír". Es cierto que el papel le viene como anillo al dedo y Lima la ha escogido porque sabe de lo que es capaz la actriz, dando vida a un personaje nada fácil, en el que debe desnudar el alma y restregar en lo más profundo del corazón de Nora. Es muy interesante el carácter feminista que adquiere este personaje (más aún que en la obra de Ibsen) vista desde los ojos de la sociedad del siglo XXI, muy distinta al momento en que se fue de su casa (a finales del XIX). Una mujer empoderada, que consigue llevar las riendas de su vida sin necesidad de vivir a la sombra de su marido, algo que ahora vemos normal pero resultaría casi imposible cuando Ibsen publicó "Casa de muñecas".
La obra que nos presenta Lima es una auténtica maravilla, tanto por su belleza formal como por la contundencia desgarradora del texto, en el que se nos van planteando todas las heridas abiertas que dejó la huida de Nora. La vuelta a casa se nos plantea como un juicio continuo ante todas las personas que dejó atrás, con los consiguientes traumas causados en cada uno de ellos. La mujer independiente y triunfadora en la que se ha convertido la protagonista tiene que abrir esa puerta de su pasado para solucionar todo aquello que dejó, pero no será fácil, ya que el dolor creado en cada uno de los personajes, incluida ella misma, fue mucho.
La obra nos sitúa quince años después del famoso portazo con el que acababa la obra de Ibsen. Uno de los finales más contundentes y recordados de la historia tiene su continuidad ahora, en una historia cargada de reproches y deudas pendientes. Nora regresa a su casa con el terremoto emocional que ello supone en todos los miembros de la casa, que en alguno de los casos la daban por muerta. Ella aparece por sorpresa como una triunfadora, pero la vida en la que fue su casa no ha resultado fácil tras su marcha.
Después de esta larga ausencia ella ha conseguido el objetivo que se marcó al irse, se ha realizado como persona convirtiéndose en una escritora feminista de éxito a la que muchas mujeres siguen en sus teorías sobre la vida y el valor de la mujer. El regreso a la que fue su casa tiene un motivo claro, y no es otro que el de formalizar los papeles del divorcio que ella creía solucionado. Este trámite que ella pensaba haber zanjado le obligará a remover todo su pasado, ya que necesita la firma de Torvald para formalizarlo.
Este trámite será un doloroso trago, en el que Nora será cuestionada por sus actos pasados, por su manera de dejarlo todo atrás, de abandonar a su familia, con continuos reproches que la pondrán entre la espada y la pared. Ninguna de las personas que siguen en la casa le perdonan lo que hizo, ni tampoco entienden el por qué de su regreso tanto tiempo después. Cada uno de los personajes le plantea sus propios reproches por lo que hizo. Anne Marie, la niñera de sus hijos, le recrimina que ella tuvo que dejar de hacer su vida para ocuparse de sus hijos, ejerciendo como la madre que no tenían. Su hija Emmy la ve como una extraña, apenas recuerda nada de ella, solo las historias que le contó su hermano. Por último Torvald no puede perdonarle que lo abandonase, que lo dejase solo con sus hijos.
El elenco encabezado por Aitana Sánchez-Gijón en el papel de Nora, está soberbio, cada uno con un tono y unas texturas muy diferentes. Roberto Enríquez como Torvald, Maria Isabel Díaz Lago como Anne Marie y Elena Rivera como Emmy, dan una batalla constante a la recién llegada, que se defiende como puede, en unos duelos interpretativos de alto nivel. La defensa que cada uno de los personajes hace de su postura es encomiable, dotando a cada escena de una impactante tensión, que se visualiza en la atmósfera que rodea todo el montaje, una dolorosa agonía en la que cada uno tiene que desnudarse ante su pasado para poner todas las cartas sobre la mesa y cerrar todas las viejas heridas.
La Nora que nos muestra Aitana Sánchez-Gijón es una mujer que sabe que ha obrado mal pero que no se arrepiente de nada, ya que ha conseguido realizar sus sueños. Su personaje va resquebrajándose poco a poco según habla con los otros personajes. La frialdad y entereza iniciales se van desmoronando, hasta mostrarnos a una Nora mucho más visceral y sincera. La maestría con la que Aitana mide los tiempos en cada escena hace que veamos las miles de capas que contiene este personaje, tan complejo y tan poliédrico. La actriz consigue que amemos y odiemos su personaje a partes iguales, en una interpretación descomunal en la que muestra, una vez más, su categoría.
Pero esta interpretación no tendría tanto valor sin el contrapunto de los otros personajes, que mantienen en todo momento el duelo sin bajar la intensidad. Roberto Enríquez nos muestra a un Torvald rabioso, no necesita esconder lo que siente, quiere sacar de dentro toda la rabia y el dolor que lleva guardando todos estos años. El actor hace un despliegue de fuerza y talento para crear a este hombre dolido pero que sigue enamorado de la mujer que le abandonó, bailando en la delgada línea que separa por momentos el amor y el odio.
El personaje de Anne Marie, al que da vida Maria Isabel Díaz Lago, comienza alegrándose por la vuelta de Nora, a la que creía muerta, para acabar reprochándole todo lo que ha sido su vida y el motivo de su vuelta. Un personaje que lo da todo por la familia a la que ha cuidado todos estos años, mostrándose cada vez más reaccionaria ante todo lo que dice o hace Nora. Lo que en un principio parece ser un apoyo acaba convirtiéndose en su enemigo. Por último el personaje de Emmy, interpretado con gran empaque por Elena Rivera, trata con desdén a su madre, por la que no siente nada, al no tener recuerdos con ella. Una indiferencia que duele, más cuando la madre ve en ella muchos de los errores que ella misma cometió y que le llevaron a tener una vida desgraciada.
Además de todo lo dicho, uno de los elementos más bellos y más sorprendentes de este montaje es la escenografía diseñada por Beatriz San Juan (que se encarga también del vestuario) y creada por Mambo decorados S.L., que nos sitúa en el salón de la casa, un lugar ya de por si incómodo por su diseño en perspectiva, que poco a poco se va resquebrajando ante nuestros ojos, como pasa con los personajes que lo habitan. Una idea muy potente que ayuda a la belleza del conjunto, pero que a la vez crea ese ambiente de tensión tan necesario en la obra. La elegante y por momentos áspera (como obliga la escena) iluminación ha sido diseñada por Valentín Álvarez, creando en cada escena un ambiente muy distinto, dentro de un tono general bastante sombrío. Por último hay que hablar del sonido envolvente creado por Jaume Manresa, que ayuda a crear un montaje muy compacto.
Teatro: Teatro Bellas Artes
Dirección: Calle del Marqués de Casa Riera 2
Fechas: De Miércoles a Viernes a las 20:30. Sábados a las 19:00 y 21:30 Domingos a las 19:00
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