Teatro: La fiesta del Chivo. Teatro Infanta Isabel

Son las dictaduras unos episodios oscuros que siempre dan pie para muchas historias, la mayor parte de ellas duras y dolorosas. Pero pocas tan impactantes y relevantes en la historia de la literatura como este texto del Premio Novel de Literatura Mario Vargas Llosa, que habla de un régimen totalitario

La figura de un dictador siempre está rodeada de un halo de misterio, una postura que se enfatiza en esta contundente propuesta, en la que Trujillo habla de si mismo como si se tratase de un Dios. Este desgarrador relato se narra desde los dos lados de la balanza, desde la visión del dictador y de la de una de sus víctimas. La cruda realidad de una oscura época, vista desde los dos lados del espejo, la cruda realidad que sufría el pueblo y la visión distorsionada que el propio dictador tenía de su propia figura y del país al que tenía sometido.


Estamos hablando, sin lugar a dudas, de una de las obras cumbres del pasado siglo. La novela emblemática del Premio Nobel Mario Vargas Llosa, que debido a su complejidad ha sido versionada en muy pocas ocasiones. El autor tiene una estrecha relación con el teatro, con títulos como "Kathie y el hipopótamo", "El loco de los balcones" o "La Chunga", por nombrar sólo algunos de los que se han podido ver en nuestro país en los últimos años. Incluso le hemos podido ver sobre las tablas en dos de sus textos, "Las mil y una noche" y "Los cuentos de la peste", así como en la lectura dramatizada de "La verdad de las mentiras".

Para un proyecto de esta envergadura no vale cualquiera, pero el tándem formado por Carlos Saura y Natalio Grueso parecen haberse especializado en versionar grandes novelas de difícil encaje en las tablas. Tras la interesante "El coronel no tiene quien le escriba", de Gabriel García Márquez, vuelven al Teatro Infanta Isabel para deleitarnos con esta impactante versión, en la que vuelven a demostrar su destreza y conocimiento de los clásicos. 



La versión de Grueso nos muestra infinidad de matices dentro del personaje de Trujillo, al que muestra con una doble cara, imperial ante sus compatriotas pero indefenso ante sus achaques de salud. El dictador se nos muestra con infinidad de capas, diseccionada cada una de ellas de forma magistral, que nos ayudan a intentar conocer mejor a la persona que se esconde tras el dictador, un egocéntrico y despiadado ser que sólo piensa en aquello que le pueda dar beneficios o protegerle de lo que él cree sus enemigos. Para el autor del texto "esta versión teatral de la novela apuesta por la sencillez, manteniendo la tensión hasta el inevitable y presentido dramático final".

La dirección de Carlos Saura (con Gabriel Garbisu como ayudante) nos coloca en el medio de las dos historias, que nos avergonzarán, nos enfadarán, nos hará ver las miserias y la crueldad de una dictadura, y las heridas eternas que se infringen en las personas que la sufren. El autor de "Cría Cuervos" aborda con maestría y elegancia las escenas más escabrosas y dolorosas de la trama, mientras se acerca a su faceta cinematográfica para mostrarnos el final de Trujillo. Los dos personajes protagonistas parten de lugares antagónicos, para ir acercándose en el devenir de sus historias, para coincidir en la desgarradora escena que se convierte en el zenit de la historia. El director matiza ambos personajes la milímetro, haciendo que sus recuerdos y sus vivencias se vayan solapando, entrelazando, para conseguir ahogarnos en la soga del desenlace final


Esta producción de José Velasco afina en la personalidad de los personajes, desechando las historias tangenciales que les pueden pasar a los personajes. El hacer frente a una obra tan universal te obliga a lidiar con la memoria colectiva, con la sensación de estar profanando un bien de interés general, al que cada uno ha puesto sus propias imágenes. Por ello esta producción se centra en lo esencial, sin ningún tipo de alarde, centrándose en la figura del dictador como ese monstruo que tuvo atemorizado a todo un país, que en este caso se ejemplifica en la figura de Urania Cabral. Un montaje atrevido por su complejidad, que disecciona la ambición humana con elegancia y destreza, mostrando a Trujillo como un hombre vulnerable por su enfermedad pero despiadado en todo aquello que piensa y ejecuta.


La historia nos traslada a los últimos días de la dictadura de Trujillo en la República Domicana, aunque en realidad la obra se desarrolla a lo largo de los más de treinta años que duró su régimen. El relato transcurre en paralelo, mostrando la dictadura desde la visión del dictador y desde la de Urania Cabral, una exitosa abogada que huyó del país siendo casi una niña y de forma muy misteriosa. 

Más de tres décadas después, Urania regresa por motivos de salud de su padre, que se debate entre la vida y la muerte. Él, Agustín "Cerebrito" Cabral, había sido senador y hombre de confianza en los años del Régimen, pero había caído en desgracia. Este reencuentro entre padre e hija será el punto de partida para comenzar a recordar lo que fue la dictadura, los reproches que Urania tiene hacia su padre, y el secreto por el que ella se escapó del país de forma misteriosa. Un relato estremecedor por su dureza (recordemos que está basado en hechos reales del oscuro periodo de Trujillo en el poder) y por su verdad, cargado de momentos sublimes, en que se dejan de lado las ideas para centrarse en los sentimientos propios. El relato es la radiografía de una época, una lección de Historia y de vida, en el que nos pone en una balanza el valor y la dignidad de Urania frente al horror y la barbarie del dictador.



El montaje se centra principalmente en el elenco, con Juan Echanove a la cabeza dando vida al dictador Rafael Trujillo. La puesta en escena es sencilla, para resaltar por encima de todo la palabra, el gesto, la historia. A Echanove se "enfrenta" Lucía Quintana en el papel de Urania Cabral, creando un duelo interpretativo muy interesante, desde la distancia, hasta la hecatombe final, momento en el que los dos personajes coinciden en el tiempo y momento álgido de la obra.

El resto de elenco lo forman Manuel Morón en el papel del servicial Abbes, brazo ejecutor de las sanguinarias ideas del dictador, Eduardo Velasco en la piel de Manuel Alfonso, embaucador y ruin súbdito de Trujillo, Gabriel Garbisu dando vida al moribundo padre de UraniaAgustín "Cerebrito" Cabral, y David Pinilla en el papel de Balaguer, obediente y servicial, siempre apoyando las ideas del régimen.




La obra gira en torno a la figura del dictador Trujillo y a la inconmensurable actuación de Juan Echanove, que por momentos eclipsa al resto de sus compañeros del elenco. El actor nos muestra la doble cara de este malévolo personaje sin estridencias. Pasa de forma natural al imperial coronel que está por encima de todo al hombre vulnerable y enfermo que teme su destino. Echanove despliega toda su sabiduría para hacer de este sanguinario militar una especie de monstruo bicéfalo, creando con magistral precisión cada una de sus caras. El odioso militar llega a darnos compasión cuando le vemos sufrir en la intimidad, pero lo mataríamos a la escena siguiente al ver su prepotencia, su soberbia y su despiadado afán por ser una especie de mesías para un pueblo sometido que le teme por su brutalidad. 


En el otro lado de la historia nos encontramos a Urania, a la que Lucía Quintana dota también de infinidad de matices. La abogada comienza la historia empoderada, segura de si misma, en una serie de reproches hacia su padre por su pasado junto al dictador. Pero según avanza la obra y se van desvelando las distintas razones por las que tuvo que irse del país, parece que se desmorona, que se va deshaciendo al recordar todo lo ocurrido en aquellos. Elegante y minuciosa, la interpretación de Quintana nos va desojando una vida cargada de pesadas mochilas, de recuerdos imborrables, de heridas que nunca llegaron a cerrarse.  



Como hemos dicho anteriormente, la escenografía es sencilla, pero en ningún caso pasa desapercibida. El sillón desde el que Trujillo medita y da sus órdenes preside en un primer momento la escena, que por momentos se apoya con algún otro elemento. Pero lo realmente interesante de la escenografía diseñada por el propio Carlos Saura (que también se encarga del diseño del vestuario) es la proyección de dibujos que sirven de decorado a cada una de las escenas (original y colorida propuesta que ya utilizó en su anterior montaje), con lienzos que plasman la vida del país caribeño. La propuesta se completa con la iluminación creada por Felipe Ramos, que transita entre la penumbra de la intimidad del dictador al colorido de las fiestas, convirtiéndolo en elemento fundamental para el desarrollo de la historia.

El proyecto era ambicioso y el resultado está a la altura de lo que se esperaba. Al igual que ocurrió con su anterior montaje, Saura deja que sea la palabra la protagonista principal de la obra, sin alardes de ningún tipo y confiando en actores que realizan trabajos descomunales. En el caso que nos ocupa, el desarrollo de la historia, con continuos saltos en el tiempo, da aún más ritmo al resultado. La actuación de Juan Echanove es apabullante, imperial, dejando en un segundo plano al resto de actores, que también realizan grandes interpretaciones. 
Al igual que lo es la novela, esta obra es una lección de Historia, en la que podremos conocer las dos caras de la misma moneda. Así podremos ver que en cualquier dictadura siempre hay una versión oficial grandilocuente, pero también una realidad que azota a la población de a pie. Una obra muy necesaria en estos tiempos que corren de auge de la extrema derecha.
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La fiesta del Chivo
Teatro: Teatro Infanta Isabel
Dirección: Calle Barquillo 24
Fechas: De Martes a Sábado a las 19:00, Domingos a las 18:00.
Entradas: Desde 18€ en teatroinfantaisabel, atrapalo, entradas.com, taquilla.com.
                  Del 22 de Noviembre al 15 de Marzo.

1 comentario:

  1. Magnífica te deja con la voca abierta,los actores principales colosales

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