El día 5 de agosto de 1933 se publicaba
en la Gaceta de Madrid la Ley de Vagos y Maleantes
(conocida popularmente como la gandula) que formó parte de la reforma penal en
lo referente al tratamiento de vagabundos, nómadas, proxenetas y cualquier otro
individuo que pudiera ser considerado por las autoridades como antisocial.
Esta
Ley de Vagos y Maleantes fue de las pocas leyes de la II República que no fue
derogada por la dictadura de Franco, de hecho, en 1954 fue modificada para
incluir expresamente la persecución de la homosexualidad. Su artículo 6 decía
expresamente: " Los homosexuales
sometidos a esta medida de seguridad deberán ser internados en instituciones
especiales y en todo caso con absoluta separación de los demás".
Al
tratarse de una ley que no sancionaba delitos sino que tenía carácter
"preventivo", su intención era evitar la comisión de los mismos e
incluía medidas de alejamiento, control, retención y represión de los
individuos supuestamente peligrosos hasta que se determinara que se había
acabado su peligrosidad. Se llegaron a crear campos de internamiento,
denominados como Reformatorios de Vagos y Maleantes, utilizados de forma
arbitraria para la represión de personas sin recursos.
La ley fue dictada para éllos, los vagos y maleantes, esos individuos ultrapeligrosos que aparecen expresamente mencionados en la ley " vagos habituales, proxenetas, mendigos profesionales, lisiados, los que observen conducta reveladora de inclinación al delito...".
Al Teatro del Barrio llega la obra Gandula. Ley de vagos y maleantes, poco a poco el escenario se va llenando de " putas, maricones, locos, tontos..." de aquellas personas consideradas inferiores, peligrosas, enfermas. Personas sujetas a una rutina o más bien a una condena, la de vivir una vida sin futuro, sin alternativas, sin esperanzas. Una vida repleta de escasez, de miserias, de miedos. Un miedo a todo, a sus "compañeros" de la calle, a las redadas, a las torturas, a la represión.
Gandula, nos traslada a la España de la posguerra, un país en blanco y negro donde miles de personas fueron encerradas, maltratadas, humilladas e incluso asesinadas. Un exterminio sistemático -básicamente durante la dictadura- simbolizado en esos disparos que eliminaban a las personas diferentes que tanto les molestaban.
Sobre la sala se cierne una atmósfera agobiante, de tensión. La extrema miseria y necesidad con la que afrontan el día a día unida al miedo a que en cualquier momento puede aparecer la policía franquista y detenerlos. La obra nos sacude desde el principio no sólo por dar a conocer una verdad en muchos casos desconocida si no porque en cierta medida todavía hoy mucha gente vive con ese miedo, a no tener un techo, a la pobreza, a no tener asegurado un plato de comida, a la invisibilidad social.
De una manera clara y sin artificios nos muestra su día a día, el hambre, la marginalidad, la miseria, la desesperación que lleva a alguien a prostituir a su propia hermana. . Pero con la misma sencillez y ternura nos muestra el lado humano de las personas. El amor de una madre por su hijo, de una mujer detenida hacia otra compañera, de una hija a su madre, de un sin hogar a una prostituta.
Frente a ese amor la crueldad y la indiferencia presente a través de los dos pilares sobre los que se asentó la dictadura por un lado la policía y por otro la Iglesia representada por una monja encargada de los centros de internamiento.
La obra nos enfrenta a nuestros temores, a nuestros fantasmas, a nuestras propias contradicciones; lo que pensamos y como actuamos al cruzarnos con personas "diferentes".
Se trata de una producción propia de la compañía Artesan@s, perteneciente a AMÁS Escena (Grupo AMÁS). Este espectáculo se constituye como «el grito de actrices y actores con y sin discapacidad intelectual que nos trasmiten el sufrimiento de personas, también con y sin discapacidad intelectual, que cometieron el «delito» de ser consideradas «diferentes».
La dirección de la obra es responsabilidad de Ainhoa Pérez que consigue de una manera brillante crear un todo muy compacto donde se enlaza a la perfección un texto duro y crudo pero a la vez dotado de una gran dosis de ternura con el complejo trabajo con un elenco tan amplio. Un reparto claramente definido donde cada uno transmite lo que lleva dentro con enorme sencillez y contundencia.
La
calidad del elenco es de tal nivel que resulta imposible destacar a alguno por
encima del resto y ahí radica la dificultad.
Para
la directora de Gandula, esta producción es un homenaje a todas las personas que vivieron ese momento y se
convirtieron en transmisores de la historia: “Mi abuela fue siempre mi vínculo
con esa época, esta obra de teatro es un homenaje a su memoria”. Es «una llamada a la memoria, una sacudida al
espectador para evitar el olvido, para aprender del pasado y construir un
futuro más justo para todos y todas».
Kube Escudero encargado de iluminación
describe así esta producción que resume 24 horas en la vida de los
protagonistas: “Es un viaje sensorial, la apuesta por la
música, iluminación, sonidos de la época, como vasos, cubiertos, hasta se puede
oler. Es una obra que no te deja indiferente, te puedes poner en su lugar, es
un viaje al pasado”.
Gandula, ley de vagos y maleantes
Teatro: Teatro del Barrio
Dirección: Calle Zurita 20
Fechas: Sábados a las 17:00.
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