La vida puede ser un camino minado, una carrera contrarreloj en la que nunca te permitan bajar el ritmo. Una angustiosa marcha desenfrenada cargada de obstáculos, que nos impiden disfrutar de los pequeños momentos como de verdad querríamos y que nos empuja poco a poco a un abismo de presiones, luchas y conflictos que pueden llegar a hacernos saltar por los aires. Un difícil camino que nos lleva por el peligroso alambre del que nos habla el título de esta obra.
Tras el éxito atronador, tanto de crítica como de público, de "Nada que perder" llega la esperada segunda entrega de esta Trilogía Negra que, en palabras de sus creadores se "caracteriza por recurrir formalmente al formato del thriller. Este formato permite usar la investigación como punto de partida para desvelar tramas y personajes". Al adentrarnos en la sala, con la expectación de su antecesora en la memoria, nos encontramos con una impactante imagen que nos alienta de que estamos ante un montaje diferente. Los intérpretes pintan con tiza en el suelo, aparentemente de forma caótica, dejando un bello entramado de símbolos, palabras y dibujos que se irán difuminando según avance la función.
La Compañía Cuarta Pared vuelve a la carga con una de sus propuestas más esperadas. Acostumbrados a ciclos de creación a largo plazo, en los que se desenvuelven como pez en el agua, nos presentan esta impactante obra que nos va atrapando paulatinamente, mientras los personajes van aumentando la incertidumbre de la trama. Para ellos "la idea de trabajar sobre trilogías permite explorar creativamente contenidos y formas que necesitan períodos de largo plazo para desarrollarse y agotarse". El proceso de creación de esta obra comienza con la recopilación (durante más de un año) de documentación sobre la temática que se quiere tratar. Durante el pasado año, los autores se volcaron en la creación del texto con todo el material recopilado. Como es habitual en las creaciones de la Compañía, los actores se incorporaron en la última fase de creación para dar forma al texto definitivo.
Este proceso de dramaturgia ha corrido a cargo de Quique Bazo, Yeray Bazo, Juanma Romero y Javier G. Yagüe, capaces de crear un texto abrumador, que nos mantiene petrificados durante toda la función. Con continuos saltos temporales, la historia se va encajando como si de un puzzle se tratase, siempre con la incertidumbre de ir poco a poco conociendo nuevas claves de lo que está ocurriendo. El texto destila verdad, realidad, la crudeza de los temas de los que habla tratados sin paños calientes, pero siempre con la inteligencia de quien quiere mantener la distancia sobre lo que cuenta, sin llegar a tomar partido ni dar una visión sesgada de lo que quiere transmitir. Una historia que se va convulsionando frente a nosotros, con diversos frentes abiertos que se ramifican para llegar a crear un solo conjunto lleno de aristas que nos pinchan en lo más profundo.
Esta historia está perfectamente estructura por parte de Javier G. Yagüe, que ejerce la dirección de esta complicada pieza con la maestría de quien conoce a la perfección lo que va a contar y como quiere hacerlo. El montaje es dinámico, vertiginoso por momentos, pero con la pausa necesaria para que nada pase desapercibido. Una dirección marcada por el ingenio, en el que cada escena es un nuevo salto mortal, en la que los actores y la escenografía se funden para crear un artefacto único que funciona a la perfección. Estamos, sin lugar a dudas, ante uno de los trabajos de dirección más inteligentes y transgresores que hayamos visto en los últimos tiempos, cargado de energía y con muchos de momentos geniales, en los que nada es lo que parece pero todo encaja en su justa medida.
La historia nos sitúa en una encrucijada. Alba ha desaparecido y su hermano y su madre lo han denunciado a la policía. Desde el primer momento ayudan a la policía en la reconstrucción de la vida de la chica, sus amistades, sus hábitos, sus manías... cualquier cosa puede ser una pista definitiva para encontrarla. El angustioso periplo de la familia en busca de la chica nos hará una retrospectiva sobre su vida, una vida marcada por los problemas por conseguir un trabajo digno, por llegar a fin de mes, por sobrevivir en un mundo invivible. El relato nos muestra una sociedad hostil, que ataca más que ayuda, que impide avanzar a las personas por mucho que se esfuercen, que daña por dentro y por fuera, empujándonos a una desesperación que nos coloca al borde del abismo. Alba intentaba hacerse un lugar en esta selva plagada de hostilidades, pero cuando parecía que había encontrado su lugar, ha desaparecido.
El trasfondo de la historia es una dura crítica a la sociedad en la que vivimos. La obra nos muestra como una chica llena de vitalidad se va encaminando hacia un oscuro porvenir del que a cada paso parece más difícil salir. En un mundo hiperexigente, en el que no llega con esforzarse, se va encontrando cada vez más aislada, más abocada a un fracaso que lucha para evitar. Una persona alegre, luchadora, positiva, que se va viendo minada por un mundo que la golpea con fuerza para evitar que avance, que le obliga a llegar a límites que no desea. La obra nos muestra la crueldad del mundo en el que vivimos, en el que cada vez hay más personas con problemas mentales debidos al estrés, en el que la vida para los no poderosos se convierte en un calvario.
Esta dura historia nos llega desde el primer momento gracias al impecable elenco formado por María Herranz, Rosa Manteiga, Javier Pérez-Acebrón, Guillermo Sanjuán y Aitor Satrústegui, todos ellos realizan un trabajo coral encomiable en el que todo funciona a la perfección. María Herranz dando vida a Alba está simplemente descomunal, destila fuerza y nos regala momentos de sufrimiento y de angustia que nos duelen por dentro. Un trabajo, tanto físico como psicológico de gran empaque, con miles de matices a lo largo de la obra, según el momento vital que atraviese la joven. Una interpretación impecable, sobre la que gira el resto de la obra.
Rosa Manteiga interpreta a la madre, una mujer sufridora que se desvive por encontrar a su hija, en una actuación cargada de sentimiento. Javier Pérez-Acebrón dando vida al hermano de Alba nos regala grandes momentos, tanto cómicos (su momento payaso es bestial) como dramáticos. El resto de papeles corren a cargo de Guillermo Sanjuán hiperactivo y delirante como el del padre o el del jefe de Alba, y de Aitor Satrústegui en papeles secundarios entre los que destaca un enfermo con el que Alba tiene una relación de lo más especial.
En una pieza tan singular cobra especial interés la parte técnica, que en este caso se convierte en uno de los puntos más potentes de la propuesta escénica. La escenografía diseñada por Monika Ruhle (que también ha diseñado el vestuario) es aparentemente sencilla, pero como todo en esta obra, es mucho más compleja de lo que parece. Cada nueva escena nos va descubriendo ingeniosas propuestas escénicas, entre las que destacan la secuencia del aeropuerto y la búsqueda estrepitosa de trabajo por parte de Alba. La realización de la escenografía corre a cargo de Richard Vázquez y la Cuarta Pared, al igual que el vestuario. Por último hay que hablar de la iluminación diseñada por Mariano Polo, que nos ayuda a transitar cada uno de los espacios por los que transcurre la historia.
Teatro: Sala Cuarta Pared
Dirección: Calle Ercilla 17
Fechas: Jueves a Sábados a las 21:00.
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