La sala Karpas Teatro ha retomado la actividad con uno de sus mayores éxitos. Una de las comedias más brillantes de todos los tiempos, que en manos de estos expertos en la materia se convirtió en una de las obras que más perduró en la cartelera madrileña. Y ahora que la hemos visto entendemos muy bien porque, ya que tiene todos los mimbres que se le pueden exigir a una gran obra de teatro. Sencillez, ritmo, grandes interpretaciones, diálogos ingeniosos y una dirección precisa, son los mimbres para que todo en ella encaje a la perfección.
Asistir al Teatro Karpas es sinónimo de diversión, de una idea clara de lo que vas a ver, clásicos tratados con la mayor exigencia y respeto, haciendo versiones prodigiosas. Esto es lo que me encontré al ver esta versión de la obra de Molière. Tengo que reconocer que las más de dos horas que dura la obra me "intimidaban" un poco, pero al final se me pasó volando. Este clásico de la literatura universal hace honor a su fama, es un delirio absoluto y maravilloso, una obra sublime con la que el público no paró de reír durante toda la función.
Sabemos que estamos en buenas manos, ya que Manuel Carcedo Sama, encargado de la dramaturgia y la dirección, ha demostrado con creces su saber hacer a la hora de versionar grandes clásicos. La Compañía del Teatro Karpas acierta absolutamente al elegir esta descomunal obra del Barroco francés para retomar la programación de la sala, ya que es una apuesta segura de comedia con mayúsculas, cincelada a la perfección por el alma máter de la Compañía, en el que ha sido uno de sus trabajos más laureados y aplaudidos. La versión que ha dibujado Carcedo baila trepidante entre la Comedia del Arte y registros propios del cómic, a mitad de camino entre los clásicos más regios, las películas más canallas de Alex de la Iglesia y los cómics más ácidos de Ibáñez. Un montaje que destila elegancia y frescura, en el que todo encaja a la perfección y se sincroniza como en un reloj suizo. Pura maestría en la dirección para un resultado que entretiene, divierte y convence plenamente.
En un contexto como el actual, en el que todos teníamos la remota esperanza de que la gente dejase a un lado sus egos y se volcase más en ayudar al prójimo, y con ello al colectivo, están más latentes que nunca las palabras con la que la compañía presenta la obra, al decir que "nunca ha habido tantos "Harpagones" como en nuestra sociedad actual. Hombres cuya patológica afición a tener y acmular termina por destruirlos, convirtiéndolos en muñecos rotos". Una sociedad egoísta, que debe en poner en valor esta obra, en la que el avaro Harpagón sólo piensa en su propio beneficio, dándole igual a quien pueda dejar por el camino ni el precio a pagar, mientras sea él pueda sacar rédito. A modo de caricatura grotesca nos muestra el autor a este despiadado personaje, que nos repele con cada una de sus malévolas acciones. Un reflejo de lo cruel que puede llegar a ser el mundo si nos miramos sólo al ombligo, sin pensar en los demás. Da miedo pensar lo poco que hemos avanzado como sociedad, y por ello cobra más valor el esta obra, para poder reírnos de lo que somos sin pensar en lo estancados que estamos como especie.
A estas alturas, ya se sabe que Manuel Carcedo Sama es uno de los mayores conocedores del teatro clásico de nuestro país, pero además de eso ha conseguido tener un estilo propio, una maestría desbordante para versionar clásicos, todos con una fórmula, la del trabajo bien hecho, que le lleva funcionando más de dos décadas. Carcedo nos vuelve a sorprender con los mismos mimbres con los que realiza todos sus montajes, un ritmo vertiginoso, pero medido milimétricamente, unos actores a los que domina a su antojo para dar lo mejor de ellos, y un texto pulido para conseguir encorsetarlo en escenas caóticas en apariencia pero a las que no se le escapa un detalle.
En esta ocasión ha ido a un ritmo más, al extremo de la comedia y el esperpento, de lo exagerado, para conseguir que cada uno de los personajes sea una caricatura de si mismo, con movimientos y gestos cercanos al cine mudo por los gestos tan sobre actuados (de forma evidentemente buscada) y coreografías tan minuciosas. Los personajes y los diálogos llegan al límite de lo esperado, pero lejos de parecer empalagoso o cargante nos resulta emocionante y divertido en su exageración provocada, tan meticuloso que todo está ensamblado, sin fisuras. Hay que destacar el trabajo del elenco, grandes actores que saben exactamente lo que tienen que hacer y cómo quiere el director que se haga. La compenetración entre ellos es prodigiosa, sobre todo si recordamos el espacio reducido de la escena y que llegan a coincidir hasta ocho actores en las escenas finales.
De este maravilloso elenco, destaca por encima del resto Jorge Peña Miranda en el papel de Harpagón, el codicioso protagonista absoluto de una historia que gira en torno a su prominente egoísmo, al que parece que nada puede ablandar. El despliegue, tanto físico como vocal, con el que nos deleita Peña Miranda es apoteósico. Una colección de muecas y gestos que firmaría cualquier mimo, con el añadido de un verbo apabullante, con una voz portentosa que hace enmudecer la escena. Una interpretación prodigiosa que engrandece aún más a un personaje ya de por si inmenso, por su cantidad de matices y complejidades. En cada gesto de las manos tiene cosas de Gargamel, del tío Gilito o del Doctor Maligno, pero además sus movimientos corporales parecen casi los de un bailarín, con una flexibilidad y elasticidad que le convierten en el amo y señor del escenario.
Así, se acompaña de un elenco de excepción en el que Carcedo Sama ha sabido dar la importancia debida a todos y cada uno de los personajes. Alberto Romo en el papel de Cleanto, descrito con los adjetivos mas hilarantes por parte del propio Harpagón, que en alguna ocasión ni siquiera queda claro el significado de los mismos, un actor que se mueve divertido en escena junto a su hermana Elisa interpretada por Livia Ramos, más comedida pero igual de carismática que el resto generando así, mas eclecticismo si cabe a Valerio interpretado por Nacho Sirell, apuesto y galante enamorado. Destacar en Sirell, que si ya es complicado el verso, más aun con la sorpresa en su dicción que queremos sea una sorpresa porque no nos pudimos reír mas al descubrirla. Y entre las idas y venidas de unos y otras, Flecha, el sirviente, cocinero, cochero todo en uno, porque claro a Harpagón le sale mas barato.
Una interpretación locuaz por parte de Raúl Peñalba y con un ritmo muy ágil propia del sirviente contestón, que nada tiene que perder y puede hasta sacar de quicio al respetado Harpagón. Entre dimes y diretes, amores no resueltos y enredos no podía faltar la mensajera, la alcahueta, Frosina interpretada por Charo Bergón con un constante subtexto en el que algo busca, donde se ve claramente su interés por el dinero, generando una doble trama del todo interesante, y que seguro resuelve los enredos mejor que el Comisario interpretado por Rubén Labio, mas preocupado por dejar constancia escrita de las palabras que por resolver el caso, sus descuidos y el lío que se trae con el caso y con sus propios papeles frente a la indignación de Harpagón hacen de sus diálogos una propuesta de los mas rocambolesca.
Entre tanto el foco de uno de los enredos es Mariana, interpretada por Patricia Garó, sin duda una de las aportaciones que con su gesto, y su movimiento mas se acercaban a las herramientas que utiliza el clown para generar cercanía, la mirada al público o a alguno de los personajes ya hacia que el foco estuviera sobre sí , cuando vayan fíjense en su caminar, una dama de lo mas peculiar sin duda.
No podemos dejar de comentar la escenografía diseñada por Manuel María Grimaldi (creada por Berto Toral y Teresa Lozano), que con escasos elementos consigue una escena próxima al expresionismo alemán, muy acorde con el tratamiento rococó de toda la propuesta. El vestuario es, bajo mi punto de vista, uno de los elementos más brillantes y delirantes de la obra. Diseñados por Grimaldi y realizados por Toral y Lozano, son un auténtico alarde de pomposidad y grandilocuencia, por no hablar de las descomunales pelucas de los actores. Sin querer hacer Spoiler, estén atentos a los ingeniosos cambios en el atrezzo de los personajes de Elisa y Cleanto. Por último debemos decir que la música original de Rubén Berraquero y Jorge Cardona García encaja en todo momento en ritmo y fuerza con lo que pasa en escena, que ya es mucho decir.
Teatro: Teatro Karpas
Dirección: Calle Santa Isabel 19.
Fechas: Sábados y Domingos a las 20:00.
No hay comentarios:
Publicar un comentario