Era allá, por aquel entonces, a finales del XVII cuando Molière creó su última comedia. El Enfermo Imaginario.
Un potentado aristócrata francés, Argán, hipocondríaco a mas no poder, se dirime entre sus enfermedades varias, entre los intereses de varios médicos, mientras busca casorio para su hija, hija que lo busca por otro lado, su mujer se desvive en sus cuidados, a él y a otros, y su criada, mas su guía que criada, realiza sus tejemanejes para que los cauces sigan por donde deben ir. Comedia en tres actos deliciosa.
La medicina y sus remedios, sus promesas, sus miedos, el amor, sus promesas y sus miedos también. El enredo. Enredo que Molière explota como nadie. Textos ligeros que esconden su intención, con un guiño continuo al espectador (imaginaba viendo la representación esos suspiros, carcajadas y miradas que provocaría la obra en sus tiempos y en sus representaciones, con sus intereses también). Y me recordó a una ópera, en el París de la época. Una ópera donde José María Flotats, Argán, era el tenor principal. El protagonista. Con sus agudos inundando la escena, con unos compañeros de lujo.
Tonina, la criada, una contralto maravillosa que rebate, replica al tenor con la confianza de los años, de una dedicación absoluta y de un cuidado diario escondido en miradas de agradecimiento y respeto. Las sopranos aparecen. Su mujer y su hija, Angélica, con sus notas agudísimas de grandeza y farsa por un lado, y de amor verdadero por otro.
Y los bajos, ¿que sería una ópera sin la base? Sin esos bajos, como hermanos, médicos, pretendientes, notarios… una base sólida para que la ópera y sus actos fluyan hacia fuera, hacia el espectador, que agradece ese conjunto coral. Esa comunión de dentro hacia fuera, desde el corazón, con máscaras y sin mascarillas, tan extrañas y necesarias en este enrarecido tiempo. Y en el centro de todo José María Flotats, director y protagonista absoluto de la obra, con una presencia en escena espectacular, de inicio a fin. Con unas notas dulces, a veces, ácidas en ocasiones, inocentes, potentes, seguras, reflexivas. Multitud de registros en una verdad extraordinaria. “Ni siquiera tengo tiempo de pensar en mi enfermedad”.
La medicina como telón de fondo, con sus enfoques y sus morales ( “es muy fácil hablar contra la medicina cuando se goza de buena salud”), sus intereses y sus fines. Muy en boga en la actualidad, ¿no creen?.
Anabel Alonso, Tonina, es su fiel escudera, la Sancho Panza de Flotats. La razón, el sentido común, la Celestina de palacio. Una gran actriz en un gran papel, maravillosa en sus gestos, sus silencios, sus miradas y acompañamientos. Frescura en todo momento. Belén Landaluce y Lola Baldrich, las dos caras del amor. De la inocencia y el interés, del corazón y el dinero. Dos caras que conviven con ternura, con saña y engaños, con lágrimas sinceras o de cocodrilo, según se tercie. Si bien, algo histriónica la mujer, nos deja ver la sociedad de aquel entonces, con sus apariencias y sus juegos de verdades y mentiras.
El Enfermo Imaginario
Teatro: Teatro de la Comedia
Dirección: Calle Príncipe.
Fechas: Del 18 de noviembre al 27 de diciembre de 2020. De martes a Domingo a las 20:00h
Entradas: Desde 6 €
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