Es este un montaje necesario, por que hablar de la muerte nos cuesta. Existen temas que siempre preferimos abordar como lejanos, tomando distancia, sin llegar a pensar en cómo reaccionaríamos si nos tocasen de cerca. La verdad con la que esta obra nos habla de la eutanasia, plantándose frente al tema y hablando de él sin tapujos ni miedos, nos da seguridad a la hora de meternos de lleno y poder hablar abiertamente de ella sin necesidad de ver "los toros desde la barrera", pero esperando siempre que nunca lleguemos a tener que pensar en ello en primera persona.
El duro trance de la muerte de un ser querido es algo que marca para siempre. Si pensamos en la posibilidad de tener que tomar esa decisión nosotros, el vértigo se hace insoportable, el miedo nos agarrota, el dolor nos impide pensar con la claridad necesaria. Por que si fuésemos capaces de pensar con claridad y consiguiésemos verlo con la perspectiva necesaria, nos daríamos cuenta que en muchos casos, y por mucho que nos duela, estamos haciendo lo correcto. Poder pensar en ello con naturalidad es lo que nos propone esta delicada pieza, en la que se aborda el tema de una forma directa, viéndolo desde distintos ángulos pero afrontándolo sin miedos.
Siempreviva, nombre común de la flor a la que hace referencia el título original de la obra de Don Delillo "Sangre de amor engañado" ("Love-lies-bleeding"), lanza desde su título un guiño macabro al un tema de gran relevancia en la obra del autor estadounidense: la muerte en la sociedad contemporánea. Este montaje plantes un debate moral sobre la muerte asistida, sobre la necesidad de tomar partido en ese difícil tránsito, sobre el momento en que la vida deja de tener sentido y la necesidad de impedir el sufrimiento. Esta producción del Teatro Español nos coloca en lugares incómodos, en que las decisiones se antojan complicadas, en que las responsabilidades son máximas, tanto con la vida como con el amor hacia la persona que no desea vivir.
El autor Don Delillo, nacido en el Bronx en el seno de una familia católica, es considerado uno de los novelistas vivos más importantes de Estados Unidos. Admirador de autores como Norman Mailer, Franz Kafka y Thomas Bernhard, se empapa de ellos para crear su propio estilo, plasmado por el análisis detallado de la psicología del individuo y la pormenorizada observación de la condición moral. Hay que destacar su implacable visión crítica hacia la sociedad contemporánea, marcada por un humor muy particular, que por momentos nos desinhibe y en otros nos angustia, nos zarandea para luego dejarnos relajados y que su mensaje nos llegue más directo. Delillo es todo un referente por su manera de retratar la realidad de nuestros días, con novelas tan emblemáticas como "Ruido de fondo", "Submundo" o "Cosmópolis".
Salva Bolta versiona el texto de Don Delillo y se encarga también de la dirección (con Juanma Romero Gárriz como ayudante) de esta pieza cargada de verdad, que transita lugares incómodos, esos que nos cuesta abordar, aquellos que intentamos esquivar y de los que hablamos siempre tomando perspectiva, como algo que no nos atañe o que nunca puede ocurrirnos. Para Bolta "la eutanasia es, sin lugar a dudas, un tema siempre delicado y hoy muy presente en el debate social. Don Delillo, con valentía y riesgo, escribe Siempreviva para ofrecernos la posibilidad de asomarnos a las trincheras reales, a los lugares de fricción donde se diluyen las posiciones binarias a las que está acostumbrada nuestra sociedad contemporánea". Un texto que nos asoma al precipicio, de forma valiente y sin cortapisas.
Bolta explica que "lo más interesante de esta función es que un tema como ese, que tratamos en términos relativos, aproximándonos a él desde aspectos legales, éticos, políticos o religiosos, es aquí algo real, algo concreto, algo que sucede en las vidas de las personas y no en los lugares de debate y discusión. Me gusta el teatro que habla de nuestras vidas, el teatro en el que nos podemos identificar de inmediato con los personajes, con sus conflictos, con sus dudas, con su lucha, con su ánimo, con su manera de atravesar su propia experiencia y su manera de perseguir la felicidad. Me gusta este teatro que mira de cara al mundo, que es espejo de la realidad, que tiene los pies en el suelo, que se aproxima con riesgo hacia lo que la mirada de la sociedad contemporánea intenta esquivar. Y que lo hace sin voluntad de dogmatizar, de establecer absolutos. Invitaría al público a acompañarnos a este lugar imaginario donde se confunden los espacios, tiempos y universos. El trabajo del espectador será el de buscar en qué lugares encuentra su razón, su verdad y dónde descubre las pistas sobre el sentido último de nuestra existencia".
La historia nos pone junto a la cama de un moribundo Alex Macklin, un arista que tuvo gran éxito y que a sus setenta años se encuentra en estado vegetal desde el momento en que sufrió un infarto cerebral. Los personajes que rodean su cama tienen muy distintas visiones de lo que se debe hacer ante el estado de Alex. Por un lado se encuentra su joven mujer Lia, que quiere que muera de una forma natural. Pero en el lado contrario se encuentran su exmujer Toinette y su hijo Sean, que piensan que es mejor que no sufra más, y ayudarle a dejar el mundo con dignidad. Ambos están convencidos de que a Alex no le hubiera gustado ver como pasaba sus últimos días de vida entubado. Posiciones contrarias que abren el debate de cómo afrontar la situación, de cómo seguir adelante con una situación como esta, en la que el enfermo ya no puede decidir por si mismo. La compleja tesitura hace que cada uno exponga sus motivos (todos ellos convincentes) para defender su postura, lo que nos muestra lo complejo de la situación y lo difícil que resulta tomar una decisión de esta trascendencia cuando se trata de un ser querido.
La controversia está latente. Ambas posturas tienen su razón de ser, su sentimiento. Lo malo es cuando en este intenso debate salen a relucir conflictos del pasado e intereses creados por la dolorosa situación. Los tres personajes deben reflexionar sobre la muerte, sobre la importancia de tomar una u otra decisión y del peso del pasado. Si conseguimos esquivar las balas cruzadas entre ambas posturas, tendremos un análisis muy exhaustivo de un tema de plena actualidad, en el que vemos que cabe cualquier postura y todas parecen de lo más razonable. Es lo que pasa cuando se debate sobre la vida de un ser querido, que cuesta mucho hablar con objetividad, y por momentos la vehemencia nos nubla la razón. Pero además del tema siempre presente de la eutanasia, la obra toca de manera más o menos profunda, otros candentes temas como la dependencia emocional, la lealtad o el amor incondicional a los seres queridos.
Esta familia, que se debate sobre qué hacer ante una situación tan dolorosa y a la vez tan extrema, está interpretada por Felipe García Vélez, en el papel del vegetativo Alex, Mélida Molina, dando vida a su exmujer Toinette, Marina Salas en el papel de su joven mujer Lia, y Carlos Troya interpretando a Sean. Interpretaciones comedidas, que nos llevan a la reflexión desde la tranquilidad, sin estridencias. Todos ellos nos van mostrando poco a poco lo que son, lo que sienten, y lo que ha sido su relación con Alex, dejando momentos de vivencias previas realmente escalofriantes, como el que recuerda Toinette sobre su reencuentro después de haber acabado la relación.
Felipe García Vélez ("Smoking room", "Cuando deje de llover", "Pasión (farsa trágica)") comienza la obra en una silla de ruedas, relatando a una joven mujer anécdotas de su vida, para ir mostrándonos poco a poco lo que ha sido, creando ante nosotros a ese gran artista que fue y al que todos admiran. Marina Salas ("Espía a una mujer que se mata", "Panorama desde el puente", "Fausto") está inmensa en un papel que mezcla la angustia por la situación con la nostalgia de lo vivido, sabiendo que nunca se volverá a repetir. Con su característica voz desgarrada, vemos como se desmorona ante nuestros ojos, en su doloroso tránsito hasta asumir la situación. Mélida Molina ("El curioso incidente del perro a medianoche", "¿Quién teme a Virginia Wolf?", "Las Troyanas") nos regala momentos de extrema belleza en los flashbacks que nos van mostrando su relación con Alex. Una interpretación que transita entre el desasosiego actual y la alegría de los momentos vividos. Por último, Carlos Troya ("Taxi Girl", "Cama", "Noche oscura") nos muestra al personaje más pragmático, que desde el primer momento tiene claro que se debe hacer y cómo hacerlo.
Uno de los puntos fuertes de esta propuesta es la belleza del onírico espacio escénico creado por Paco Azorín y Alessandro Arcangeli. Un espacio ambiguo, en permanente tensión, que parece levitar y a la vez mantiene todo en una rígida armonía que intuimos puede romperse en cualquier momento. Conceptualmente creado como una gran obra de arte, en referencia al Alex artista, con un espacio exterior que nos recuerda a un páramo seco, desértico, como si fuera de ese cubo inclinado no hubiese vida. De gran belleza y mucha carga poética, el espacio escénico acaba convirtiéndose en un elemento primordial del montaje, casi en un personaje más de la historia. Este ambiente de misterio y ambigüedad se enfatiza con las luces diseñadas por Luis Perdiguero, llenos de tonalidades frías y con juegos deliberados de luces y sombras. La música de Luis Miguel Cobo termina de sumergirnos en este mundo de realidades y ficciones, de presente y pasado, de vida y muerte.
Estamos ante una obra arriesgada por el tema tan delicado del que trata, pero a la vez notamos la necesidad de montajes como este que nos muestren las distintas aristas de algo tan espinoso. Sentimos la necesidad de ponernos de lado ante todo lo que tiene que ver con la muerte, pensando que de este modo no nos alcanzará. Pero por desgracia, cualquiera puede verse en la tesitura de tener a un ser querido en estado vegetativo, y que seamos nosotros los que tengamos que tomar la decisión de que se debe hacer. Esta obra valiente nos duele, como no podía ser de otra manera al hablarnos de la muerte de una forma tan directa, pero también nos hace reflexionar desde la mesura y la tranquilidad de poder hacerlo desde la distancia. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.
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Teatro: Naves del Español
Dirección: Paseo de la Chopera 14.
Fechas: Del 4 al 28 de Febrero. De Martes a Domingos a las 19:00.
Entradas: Desde 15€ en navesmatadero. Programa de mano.
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