Teatro: Dime que todo está bien. Sala Nueve Norte.

Todos estamos un poco perdidos en la vida, el que más y el que menos necesite que alguien le abrace y le diga que todo está bien. La vida se puede convertir en un lugar complicado cuando nada es como esperabas, cuando tus relaciones se tambalean, o simplemente no encuentras aquello que te motiva. Historias comunes de gente acorralada, que vive con la angustia de no encontrar su amigo. Pero una carcajada a tiempo siempre es un buen antídoto ante cualquier mal, y esta divertida comedia nos hace pasar un rato divertido observando vidas cotidianas sin rumbo definido.



Una comedia que transita entre la melancolía de sus personajes y la diversión de las situaciones que se plantean. Una serie de escenas que van entrelazando las vidas de los personajes a lo largo de veinticuatro horas, para acabar más confusos en el mismo punto de partida. Unas historias de lo más cotidiano que son llevadas al extremo, llegando al surrealismo más naif, tensadas de tal forma que traspasan toda lógica, llegando a un humor hilarante, lleno de gags perfectamente hilvanados. Una obra que no podríamos decir si es optimista o son los propios personajes en su singularidad los que transmiten esa alegría que desprende el montaje.


La dramaturgia y dirección corren a cargo de Marcos Fernández Alonso ("Off", "Un peral entra por la ventana", "Papá y el resto") que nos propone un texto ágil, incisivo, divertido, mordaz. Una secuencia de pequeñas escenas que se entrelazan para abrir mostrándonos las personalidades de cada uno de los personajes. Historias sin aparente relación que discurren en paralelo, hasta que los personajes se van encontrando, van abriendo nuevas relaciones, buscando su camino. Los miedos, la edad, el amor, la amistad, la confianza, todo cabe en este cóctel de sentimientos cargados de buen rollo y mucha comedia. El autor nos esconde entre la pátina humorística diversos temas sobre los que reflexionar de una manera más concienzuda: Una sociedad basada en la apariencia, la necesidad de llegar a donde se supone que debes estar, el inexorable paso del tiempo, la necesidad de no estancarse y saber cambiar el rumbo para reinventarse cuando llegas a un callejón sin salida. 



Marcos Fernández propone un ritmo pausado, en el que involucra al público desde el primer momento en la trama (con uno de los personajes rompiendo la cuarta pared y dirigiendo preguntas hacia el público), para hacer de la cotidianeidad la bandera del montaje. Esta naturalidad con la que discurren los acontecimientos contrasta de lleno con unos personajes que, aparentemente normales, son del todo histriónicos, para fortalecer la comedia. Cinco personalidades muy distintas, que ejemplifican sectores muy claros de la sociedad, llevados como decimos a extremos que los hacen caricaturas de si mismos, lo que potencia el desarrollo de la acción. Las relaciones que se crean entre ellos también son variopintas, desde la mutua necesidad de cariño a la dependencia obsesiva, pasando por romances no consumados y amores platónicos que no llegan a nada por el miedo de sus protagonistas.


La historia nos muestra a una directora de casting en crisis existencial, a un actor en paro del que todos se burlan y nadie le cree, un gigolo despechado que busca su lugar, una chica que vive con miedo a todo y esperando comerse el mundo, y por último su amiga (nexo de unión entre varios de los personajes) que no la comprende y ha dejado de creer en su novio, el actor. Situaciones cotidianas como un café entre amigas o un encuentro fortuito en un ascensor, se unen con otras más "incómodas" pero igual de naturales como un taxi compartido que no lleva a ninguna parte, o la extraña llamada de un vecino reclamando sus calzoncillos que se han caído en la ventana. Todas estas situaciones, y alguna más íntima, suceden a lo largo de un día, el tiempo necesario para cambiarlo todo... o dejarlo como está.



Estamos ante una comedia agridulce, con tono de comedia ligera pero con un trasfondo que nos da que pensar. El montaje nos muestra ocho escenas en las que podremos encontrar de todo, despecho, atracción sexual frenada en seco, relaciones que no se escuchan, otras que no se entienden, pero sobre todo mucha diversión que nos hará pasar setenta minutos de gran comedia. Situada en una ciudad cualquiera, nuestros personajes deambulan por las calles, cohabitan en un mismo edificio, se cruzan en un casting o en un taxi. Cualquier situación es válida para dar una gran escena de comedia. La obra, en su conjunto, es una comedia que divaga entre la realidad y la ficción, entre el optimismo y el pesimismo, entre la comedia y alguna pincelada dramática. Todo esto para hacernos un interesante collage sobre el desamor, la soledad, la incomunicación y la confianza.



El elenco formado por María Segalerva, Guillermo de los Santos, Clara Galán, Marcos Orengo y Paloma Mariscal, funciona de maravilla, en un trabajo cuidado con el que se ha conseguido una química que se transmite al público. Un grupo de actores compacto, enérgico, divertido, que nos da ternura y nos hace reír, mientras asistimos a su fortaleza como equipo. A la cabeza María Segalerva ("Off", "Un peral entra por la ventana", "Papá y el resto") en el papel de Elena, la directora de casting que quiere dar un giro a su vida, huyendo de su amante y buscando nuevos horizontes. Segalerva vuelve a demostrar sus tablas como actriz, su facilidad innata para la comedia, regalándonos un personaje que a veces parece vulnerable y otras una femme fatale.

Junto a ella al comienzo de la obra conoceremos a Mario, interpretado por un muy divertido Guillermo de los Santos ("Malditos 16", "Los que comparten habitación", "Tom Sawyer"), el gigolo que le presta sus servicios y es menospreciado por la mujer, que necesita desprenderse de él como quien tira un juguete a la basura. Un personaje vulnerable por su sencillez, que oculta tras su poderío físico sus carencias y sus miedos. De los Santos va creciendo a lo largo de la obra, mostrándonos cada vez más matices de este gigolo en horas bajas, que busca darle un aire nuevo a "su carrera" y a su vida, sin hacer frente a sus verdaderos deseos.



En otro piso de ese mismo edificio en el que discuten Elena y Mario conoceremos a Juan, interpretado por Marcos Orengo ("Tiza", "Romeo y Julieta", "Cuento de Navidad"), y a su novia (que es quien se dirige al público en varias ocasiones), interpretada por Paloma Mariscal ("Anatomía de un vencejo", "Las bacantes", "Despertar en primavera"). Marcos Orengo interpreta a un actor en paro en el que nadie confía pero que atrae a todos, salvo a su novia que ha dejado de creerle. Una interpretación solvente, más comedido que sus compañeros lo que le da más fuerza a su personaje. Junto a él, Paloma Mariscal nos presenta a una histriónica chica, que quiere arreglarlo todo sin saber lo que quiere. Por momentos desatada en la comedia (brillante su escena en el bar) en otros parece poner el punto de cordura desde un punto de vista algo surrealista. Es la interpretación que más "viaja" a lo largo de toda la obra, pasando por diversos estados anímicos, siempre cargados de extravagancia.

Por último tenemos a Clara Galán ("Lo que la boda se llevó", "Tiza", "Máquina Hamlet" ) que interpreta a Lucía, una chica perdida que se acaba convirtiendo en el eje sobre el que pivotan varias de las historias. Galán nos regala un personaje frágil, asustado, lleno de ternura. La actriz crea una Lucía muy divertida, basada en la inocencia de una chica que no sabe lo que quiere pero que tiene muy claro que necesita un cambio. Interpretación llena de frescura, de una picaresca dulzura que hace de su personaje el más luminoso y optimista de todos.


Una escenografía muy sencilla, creada por Largo Hurtado, permite la flexibilidad de movernos por los distintos lugares por los que transcurren las distintas historias. Una alfombra circular, una mesa y un par de sillas (con una pantalla al fondo) distribuidas en distintos lugares del espacio según la escena, es lo que necesita el montaje para que se pueda moldear de forma dinámica a cada situación. Una escenografía que funciona, priorizando el ritmo del montaje con una disposición minimalista del espacio para potenciar la soltura de los cambios de escena. Ingeniosa propuesta de proyecciones (obra también de Hurtado) sobre la pantalla situada en la parte posterior de la escena, para ambientar cada escena con alguna imagen significativa. Por su parte la iluminación que nos propone Largo Hurtado es sencilla, dotando a la historia del toque ambiental preciso en cada momento. Por último debemos hablar del vestuario diseñado por Paloma Mariscal, que nos muestra perfectamente la personalidad de cada uno de los personajes.



En definitiva, podemos decir que la obra es una entretenida comedia de personajes perdidos, que buscan cambiar el rumbo de sus vidas pero no saben muy bien como. Una dramedia que nos sitúa en un costumbrismo algo naif, en el que reconocemos situaciones y personajes, pero todo ello aparece caricaturizado, para potenciar el tono general del montaje. Un montaje sencillo y directo para disfrutar de un buen rato sin tener que llevarnos demasiado peso en la mochila, aunque algún recadito sobre el que reflexionar nos deja. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.

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Teatro: Sala Nueve Norte
Dirección: Calle del Norte 9.
Fechas: Sábados a las 17:30.
Entradas: Desde 12€ en nuevenorte.

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