Teatro: El Grito. Teatro Fernán-Gómez

La igualdad que debería existir en cualquier sociedad civilizada brilla por su ausencia sin miramos a nuestro alrededor. Una igualdad necesaria, por la que se debe luchar e ir derribando todos los muros levantados a lo largo de los años por una sociedad machista. Son muchos los ejemplos que, casi a diario, inundan nuestro entorno de injusticias, micromachismos, desigualdad salarial, etc. Se van consiguiendo pequeñas cosas, pero aún queda mucho camino por recorrer. Esta obra nos acerca a uno de esos muchos casos de sangrante desigualdad, por la situación pero también por la sociedad que estigmatiza a la mujer por el simple hecho de serlo.Cuántas veces hemos escuchado una historia así… ella encuentra un trabajo… Ella se enamora de su jefe… Ella se queda embarazada… Ella deja el trabajo para cuidar de sus hijos… En principio piensas, qué bonita historia de amor… Pero de repente alguien dice: “anda que se enamora de un vendedor como ella”, “uy qué rápido se ha quedado embarazada”… Se comienzan a meter en la cabeza estereotipos machistas… Pero también alguien comienza a comentar: “y por qué no deja él de trabajar para cuidar a los niños”, claro… por supuesto el sueldo de él es más alto, él podrá llegar a algo, ella no va nunca a crecer profesionalmente. O ya todavía mucho peor, ella es quien debe cuidar de sus hijos, las madres crean unos lazos muy importantes con sus hijos… Hemos llegado a normalizar que la mujer siempre es la víctima, que la mujer siempre está en peor posición y que nunca va a poder luchar con las mismas condiciones.

Esta obra de Ysarca Producciones está basada en una historia real ocurrida en España hace unos años. Es la cruda historia de una serie de acontecimientos que pueden llegar a cambiar el destino de una mujer, que aguanta todas las trabas que la sociedad le pone, hasta que decide plantar cara y consigue que la verdad se abra camino. La obra nos habla de superación, de amor propio, de sueños por cumplir y a los que aspirar. Un texto que nos pone frente a la necesidad de que las mujeres no se dejen amilanar, que hay que seguir luchando, por ellas y por las que lucharon para conseguir lo que tenemos y nos ayudaron a crecer. Pero también debemos seguir alerta y no dar un paso atrás por los jóvenes, por los niños, por las generaciones que están por venir.




La directora argentina Adriana Roffi ("Como si pasara un tren", "Las hermanas Rivas") estrena de forma mundial este drama escrito por las dramaturgas Itziar Pascual y Amaranta Osorio, en la que es su cuarta obra conjunta, tras "Moje holka, Moje holka (mi niña, mi niña)", "Vietato dare de mangiare" y "Clic" (II Premio de Literatura Dramática de la Fundación Teatro Calderón de Valladolid), que indaga en la fuerza de las mujeres para superar los obstáculos de la vida. La obra nace a petición de Pilar de Yzaguirre, impulsora de la propuesta.

En palabras de las propias autoras, "esta obra quiere rendir homenaje a esas mujeres tenaces que han sabido enfrentar grandes dificultades en el proceso de su maternidad y quiere compartir algunas preguntas esenciales con el público: ¿Por qué la sociedad es incrédula ante los testimonios de las mujeres? ¿ Por qué duda de sus intenciones y sospecha de sus conductas? Uno de los personajes de esta obra, la jueza Sau, cree que los prejuicios instalados en las creencias y en las mentalidades nos alejan del principio de igualdad, de la dignidad de la persona y de los derechos fundamentales que garantiza nuestra Constitución. Tal vez por ello tantas y tantas mujeres, aún hoy, necesitan gritar para que la verdad sea escuchada".



Para Pilar Yzaguirre el montaje es "su manera de poner su sello con el feminismo, la lucha por la igualdad que ha llenado su vida, encima de un escenario".  La obra está cargada de sentimiento, de esa impotencia de la víctima por la visión sesgada que la sociedad tiene hacia la mujer, hasta llegar a descubrir la causa la tragedia, con la pesada losa que esos años de juicio pudo hacer sobre la vida la de mujer. Una travesía por el desierto que lleva a la protagonista a una sarta de reproches y manidos estereotipos sociales, que la van minando mientras cuida de sus mellizos y de su madre, en una auténtica batalla campal en el juicio.




La historia nos sitúa en la España de hace unos años (que por desgracia podría ser la de hace unos días). Todo comienza con la historia de amor entre una mujer y su jefe, hablando incluso del deseo de formar una familia. Pese a que él tenía hecha la vasectomía, eso no frenó su amor y buscaron una clínica de fertilidad con la que poder tener un hijo en común. Como pareja feliz y con el embarazo en marcha, él le pide que deje su trabajo, para centrarse en el embarazo. Ella acepta y después de los necesarios tratamientos se quedó embarazada de dos bebés. A partir de ese momento, cuando todo parecía ir sobre ruedas, él comenzó a distanciarse, cambiando radicalmente su actitud hacia ella y pasando absolutamente del cuidado de sus hijos.

La mujer sufre durante mucho tiempo la angustia de la soledad, de la indiferencia por parte de su pareja, sin entender los motivos que han llevado a esta situación, porque él nunca se dignó a explicarle nada, a explicarle esa actitud hacia ella. La protagonista, sumida en una angustia y abatimiento tremendos, acaba por resignarse y se centra en la educación y el porvenir de sus hijos, así como en el cuidado de su madre (gran apoyo y compañía) enferma de Alzheimer. Una angustiosa situación que la hunde cada vez más, la mete de lleno en una espiral de dolor, pena y angustia, hasta que decide dar un giro a la situación, sin sopesar los daños que esto le conllevaría.




Cuando la situación resulta insostenible y decide dar un paso al frente (ya que sin trabajo no podía mantener a sus hijos) y reclama una ayuda económica al padre de los pequeños. Lejos de tener una actitud razonable, el hombre reacciona de forma altiva y prepotente (incluso bastante irracional), negándose a prestarle cualquier tipo de ayuda. Esta fue la gota que colmó el vaso, el empujón definitivo que le impulsa a acudir a una abogada de oficio (ya que en su situación no se podía pagar una) para llevar el caso a juicio. Pero ella no podía imaginar lo que se le venía encima, un auténtico calvario que convirtió su vida, aún más, en un infierno. Lo que escuche en el juicio la golpea con fuerza. De repente pasó a ser una estafadora y una adúltera a los ojos de la gente (o al menos eso querían hacer ver en el juicio).  Su desesperación era máxima, no conseguía llegar a entender como podía estar pasándole todo esto. Solo el apoyo de la abogada, que le indica cual es el único camino posible, consigue mantenerla con esperanzas a lo largo de este calvario.


El elenco lo encabeza Nuria García ("La función por hacer", "Swimming pool", "Las variaciones de Goldberg")el papel de la víctima. Una mujer que tiene que luchar contra todo para seguir manteniendo en pie a sus hijos, a su madre y a si misma. Junto a ella Ana Fernández ("La culpa", "El amante de Lady Chatterley", "Diálogo del amargo") da vida a su madre, el único apoyo incondicional que encuentra ante todas las dificultades. Ambas nos regalan escenas de gran ternura y complicidad, en el que el apoyo mutuo resulta fundamental para sobrevivir. Junto a ellas completan el reparto Óscar Codesido ("El cuello de la jirafa", "El pelícano", "Los escándalos de un pueblo") en el papel del hombre maltrata a la protagonista, Lucía Barrado ("Incendios", "Todas las mujeres", "El concierto de San Ovidio") que interpreta a la abogada que defiende a la víctima, José Luis Alcobendas ("La tortuga de Darwin", "Mármol", "La hija del aire") en el papel del médico con muy pocos escrúpulos y mucha mala praxis, y Carlota Ferrer ("Al final nos encontraremos", "Me acordaré de todos vosotros", "Ubú rey") en la piel de la jueza que instruye el caso.
 


Efectivamente, la mujer es la única que puede dar a luz, pero ella es quien decide si quiere ser madre y si no lo es nunca, nunca será mucho menos mujer. Empezamos a conocer el concepto de sororidad, que me encanta el concepto, pero me siento muy triste porque se haya tenido que crear una palabra para generar la amistad y el respeto entre las mujeres. Cuando yo me defino feminista y apoyo la lucha feminista, apoyo siempre la igualdad. Resuena mal en mi cabeza que para celebrar, abanderar, mostrar una obra feminista sea necesario victimizar a una mujer y dibujar al hombre como el villano de los cuentos que cuando éramos pequeñas. 
 


Por favor, seamos todos utópicos y pensemos y generemos en el lenguaje, el teatro, la literatura, la música, en general en todo modo de cultura este concepto, igualdad. Para enseñar lo que queremos ser mostremos igual. Según la escritora, esta obra quiere rendir homenaje a esas mujeres que han sabido enfrentarse a grandes dificultades en una relación. Pero yo me pregunto ¿Solo las mujeres se encuentran en estas situaciones dónde no siempre se creen sus testimonios? ¿No deberíamos hablar de personas, hombres y mujeres y no siempre victimizar a las mujeres por sus sospechosas conductas? Hablemos de la dignidad de las personas, sin incluir un género. El grito está basado en una historia real, pero hay muchas historias reales que no siempre la protagonista y víctima es una mujer. Luchemos por la igualdad, el feminismo y el respeto siendo indiferente el géneroTodos somos iguales, todos tenemos los mismos derechos. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.

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Teatro: Teatro Fernán Gómez Sala Guirau, Centro de Cultura de la Villa (90min) 
Dirección: Plaza de Colón 4 
Fechas: Del 26 de marzo al 4 de abril. De martes a domingo a las 19:00. 
Entradas: entradas desde 17€, disponibles en teatrofernangomez. Encuentros con el público (al término de la función): días 4 y 18 de marzo. Programa de mano.

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