Un encuentro fortuito puede hacer que tu vida cambie para siempre. Lo que parece un pueblo tranquilo puede convertirse en una cárcel de la que es imposible escapar. Cargada de humor y momentos absurdos, esta historia sobre dos vecinos antagónicos nos plantea muchas cosas, y nos hará mirar con ojos distintos a nuestros "adorables vecinos". Un idealista que se encuentra ante el reto de su vida, intentar comprender y empatizar con una persona con la que le separan muchas más cosas que las pocas que les unen.
Dos personajes que reaccionan de forma diametralmente opuesta a un desgraciado encuentro. El causante del conflicto busca ser cordial, solucionar el problema, y poder olvidarse de lo ocurrido lo antes posible. Pero no contaba con la personalidad tan peculiar del "agredido". Este hombre de pueblo convierte este incidente en su tabla de salvación, haciendo del "encuentro" el comienzo de lo que el considerará una gran amistad. Distintas versiones de un mismo hecho, que llevará la relación a lugares muy insospechados, poniendo al límite a ambos personajes.
Feelgood Teatro ("La estupidez", "Souvenir", "Feelgood") nos presenta una historia cotidiana plagada de momentos que podríamos vivir cualquiera de nosotros, eso si, pasados por la estridencia de unos personajes esperpénticos. Un hecho sin importancia hace que los dos personajes comiencen una relación muy intensa (y sumamente tóxica) que hará cambiar sus vidas para siempre. Una comedia negra que va cogiendo ritmo conforme avanza la historia, como quien se va acelerando en la bici cuesta abajo. Una historia que nos habla de la intimidad, de la amistad, del exceso de confianza, de las relaciones con nuestros vecinos, de la vida en sociedad. En ella conoceremos a dos personajes que no tienen nada que ver, pero que terminan por compartir muchas cosas. Cargada de humor gamberro, con una pizca (o algo más) de mala leche, veremos como una persona aparentemente dejada de lado por la sociedad y víctima del sistema del que quiere huir, puede llegar a convertirse en un parásito al agarrarse como un clavo ardiendo a lo que él piensa que es un nuevo comienzo, un amigo con el que reconducir su vida.
Escrita por Alberto de Casso ("La mala herencia", "Vorágine 123 321", "La mujer sin rumbo"),el montaje nos pone frente a muchas situaciones cotidianas a las que no tenemos muy claro la decisión que tomaríamos. La obra "surgió de una anécdota que le ocurrió a un amigo mío, que atropelló a un lugareño deslumbrado por el sol. Se trata de dos personajes de la España vaciada; uno un maestro rural, un hombre feliz con su vida, y que sigue siendo un urbanita que vive en el campo. El encuentro con Acebal le desbarata por completo su proyecto vital". Una delirante comedia plagada de situaciones absurdas, de momentos de tensión que las personalidades de los personajes llevará al extremo. Como reconoce el propio autor, "uno puede reírse muchísimo de la adversidad de los personajes, que son contrastados y antagónicos. Sin embargo, los dos se van acercando; podría decirse que Manuel se va "acebalizando" y que Acebal se va "manuelizando". Desde el primer momento, el atropello inspira un sentimiento de repulsión en el maestro que apenas sabe cómo disimular. Acebal es un hombre rústico, cerril, reaccionario, exaltado y aparentemente ingenuo, que diseña en su ilusoria cabeza una serie de máquinas delirantes, insensatas y utópicas que faciliten las relaciones humanas".
Y por si la historia no fuese ya de por si lo suficientemente cómica, a la dirección tenemos al gran Yayo Cáceres, director con su compañía Ron Lalá de espectáculos como "Crimen y telón", "Don Juan de Alcalá" o la más reciente "Andanzas y entremeses de Juan Rana". EL director hace un trabajo muy interesante en la evolución de los personajes, llevándolos hacia un abismo al que sus propios actos les dirigen. Para Cáceres la historia nos plantea "una relación incipiente y oscura que desnuda a su vez otras relaciones en el entorno de los personajes. Humor duro y con el sarcasmo suficiente como para importunar. De Casso nos ofrece este texto en el que, una vez más, el teatro nos ayuda y nos sirve para escrutar la condición humana y el profundo e intrincado laberinto de las relaciones. Manipulación, culpa, deseos ocultos, personajes oscuros y extremos, más otra cantidad de ingredientes asoman en esta función en la que dos personajes, el que provoca el accidente y el accidentado, se meten a la vez en un túnel en el que quizás ni siquiera se ve la luz de salida".
La historia gira en torno a estos dos personajes, Manuel y Acebal, que un día tienen un accidente que "los une" para siempre. Manuel es maestro en un pequeño pueblo en el que vive feliz, con su mujer y sus tres hijas. Acebal es un lugareño, un hombre de pueblo rústico, cerril, reaccionario, impulsivo, que pese a su aparente ingenuidad trama todo tipo de ideas delirantes para estrechar lazos con Manuel y su familia. Todo comienza cuando el maestro, cegado por el sol, atropella a Acebal y destroza su bicicleta. El conductor siente compasión del ciclista y éste ve en el amable gesto la excusa perfecta para comenzar, de manera obsesiva, una estrecha relación.
Un incidente fortuito, un atropello involuntario, un instante que cambiará sus vidas. A raíz de este percance surge entre ellos un fuerte vínculo, más por deseo de Acebal que de Manuel. Esta relación se convierte en altamente tóxica y destructiva, llevándolos al límite de su paciencia. Acebal se obsesiona cada vez más con la vida de Manuel y con su familia, hasta convertir su existencia en una locura absurda en la que vive para satisfacer los deseos del ciclista a la vez que intenta distanciarlo de su familia. Con toques que nos recuerdan a "El cabo del miedo", aunque en un tono mucho más relajado (al menos en apariencia), la relación acaba por asfixiar a Manuel, le desquicia y consigue que tire su vida por la borda, en su intento de proteger a su familia.
Estos dos delirantes personajes son interpretados por Fran Perea ("Todos eran mis hijos", "La estupidez", "El jurado"), que da vida a Manuel, y Fernando Soto ("Perfectos desconocidos", "Tiempo de silencio", "La ciudad oscura") en el papel de Acebal. Perea esta impecable en su papel de Manuel, con una continua evolución hacia los límites a los que le empuja Acebal. Es muy interesante lo medido que en todo momento tiene el tono adecuado para el personaje, con sus momentos de desprecio absoluto hacia el ciclista compensados con la bondad que le lleva a seguir a su lado. Por su parte, Soto nos regala un Acebal majestuoso. Una interpretación sublime con un personaje caricaturesco, obsesivo y casposo, que odiamos a la vez que no nos para de hacer reír.
Todo esto sucede en un ambiente lúgubre, con la ingeniosa escenografía diseñada por Carolina González, que termina convirtiéndose en un personaje más de la historia. Un solo elemento escénico que sirve de valla, de banco e incluso de pizarra, dependiendo de la escena. Un elemento móvil que cambia de significado según su posición en cada momento. Fundamental para el tono de la obra es la iluminación creada por Miguel Ángel Camacho, que juega con unas tonalidades difusas, en el que cobran especial protagonismo las zonas de claroscuro y los tenues tonos de la semioscuridad. A todo ello hay que sumar el vestuario de Tatiana Sarabia, que va cogiendo más protagonismo según avanza la historia, dándonos alguna de las claves del devenir de los personajes. Todo ello muy bien aderezado por la música y el espacio sonoro creado por Yayo Cáceres y Fran Perea.
En definitiva, estamos ante una comedia disparatada, con mucho humor negro y un ritmo que se acelera hasta hacernos "salirnos de la carretera". Una historia que se va complicando por momentos y que dentro del tono cómico del montaje nos deja muchas reflexiones sobre lo que somos y cómo nos relacionamos con las personas que nos rodean. Divertida y absurda, con situaciones cotidianas en las que nos podremos ver reflejados. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.
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Teatro: Teatro Galileo
Dirección: Calle Galileo 39.
Fechas: Del 8 de Abril al 2 de Mayo. De Jueves a Sábado a las 20:00, Domingo a las 19:30.
Entradas: Desde 20€ en galileoteatro.
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