El pasado sábado asistimos a una propuesta vital y
enriquecedora. Naves del Español en Matadero abría sus puertas al circo, una
forma de expresión artística que debiera tener todo espacio a su disposición,
aire fresco que unos pocos valientes continúan experimentando y generando
nuevas formas de hacer. Un trabajo personal, de técnica e investigación que
debiera tener un sobre nombre en las reseñas de toda programación cultural.
Irene Poveda en un trabajo de creación colectiva nos presenta una propuesta que engarza
con la esencia mas clown, una dirección que transmite conocimiento circense e
investigación teatral en una propuesta que bien pudiera representarse en un
palacio o en la calle. Las ilusiones del joven que comienza a transitar en Carampa, la esencia permanente de Philippe Gaulier, no traicionar los orígenes de la escuela circense sin olvidar lo que está por venir. Tortell Poltrona, el Circo del Sol o Juan Francisco Kuelguin cuando pasábamos por la Plaza Mayor. Todo eso es Ethos, se lo contamos a continuación.
Un lenguaje al alcance de todos los públicos, cincuenta minutos en los que pueden disfrutar del circo en palabras mayúsculas. Permítanme un pequeño paréntesis, para todos los públicos, no se trata de acompañar a los mas pequeños, se trata de disfrutar, de divertirse de la manera mas blanca y terapéutica, de volver a reconocerse sin condicionantes sociales, ni autocensuras, de difundirlo, de tomar conciencia y contárselo al resto.
Vienen a la cabeza Augusto y Carablanca en escena de un modo más sutil, estéticamente más bello y técnicamente mas complejo que en el modo tradicional.
Acaba de empezar la función y se escuchan tímidas risas y sonrisas tras las mascarillas. Cuando un niño se ríe, despierta las carcajadas de un público adulto que pierde el pudor, que vuelve al origen y se permite volver a ser, de la mano de una compañía con la que vuelves a jugar en palabras mayúsculas, a reconocerte y a ser la niña que tienes por ahí escondida en tu interior pero dispuesta siempre a salir y divertirse. Producciones Chisgarabís y la Comunidad de Madrid en colaboración con el Circo Price, nos da su mano para que recorramos con ellas un viaje, un largo viaje al interior de nosotros mismos.
Un encantador ejercicio de pantomima a lo largo de toda la función, en la que no son necesarios el hipérbaton, la elipsis, la metáfora, la perífrasis, la antítesis y las alusiones mitológicas, estilo propiamente barroco. Convenciones sociales quedan expuestas sin utilizar la palabra y quedan resumidas en cierta jerigonza.
No ha de molestarse, quien entienda que va a disfrutar de un espectáculo tradicionalmente barroco porque de alguna manera, entiéndame, lo es. Solo que un clown entiende las cosas a su manera, si nos dejamos llevar y vemos la historia y la vida a través de la mirada del clown, nunca querremos soltar su mano, ni obviar esa mirada. Una mirada mas sana, mas consciente y necesariamente mas cercana a la raíz. Si un clown ve así la vida en un palacio barroco ¿Quiénes somos nosotros para llevarle la contraria?.
Escenografía y vestuario que nos lleva a un palacio exquisito, exagerado, absurdamente divertido. Diferentes capas y niveles en el vestuario que suponen cierta protección para unos acróbatas con muchas horas de ensayo y muestran su mejor sonrisa para que lo único que nos llegue sea entusiasmo.
Estética transversal en la que la danza sirve de nexo entre escenas, una suerte de todo protagonista llenando el escenario de muerte temporal y vida constante, vis cómica sin dilaciones en el renacer de Cira Cabasés, en el papel de la no expresión, de la estética invertida, la acrodanza que cuenta un relato íntimo y que amistosamente cede su expresión para volver a la vida de este desbaratado palacio, convertida en elemento etéreo, alma y energía en escena. Así en el trabajo grupal en báscula, cuya técnica y cinéstesia por parte de los artistas en un espacio reducido fue sobresaliente.
Grata sorpresa cuando una dama parece tumbarse a
descansar en los jardines de palacio, y de pronto Manoela Wolfart presenta un
ejercicio al que estamos menos acostumbrados pero es interesante poner en
valor, el antipodismo, apoyada en su espalda, utiliza sus pies y sus manos para
realizar juegos malabares. Junto a ellas Rubén Burgos “Nebur”, Juan de las
Casas e Ismael Perez dando forma a un baile entre cuchillos que vuelan, danza, monociclo,
pelucas por los aires, volteretas infinitas un coro que la hace mas grande a ella, mas protagonista. Ella.
Como no hablar de ella, Madame Capricho, la anfitriona, una mujer fina donde las haya, de exquisito gusto, vestido, corona, palacio, parece tenerlo todo para que nada falle, pero allí no hay quien ponga orden y además no dejan de producirse infortunios a su paso. Impecable trabajo de teatro gestual y corporal por parte de Mónica Suárez “Mon”, su cuerpo y su mirada lo dicen todo, portora de acrobacias en juegos acroporter y ante todo una excelente maestra de ceremonias, una estupefacta anfitriona entre el passing de mazas, donde reivindica su papel de protagonista en la fiesta.
Cincuenta minutos en los que no faltan, no sobra nada. Vuelen con ellos y ellas, Madame Capricho les espera en palacio.
Acuérdense, cuando veamos a deportistas, verticalistas ganando medallas, bailarines en el Centro Nacional de Danza no olvidemos que son las mismas horas de esfuerzo, el mismo trabajo, en muchas ocasiones las mismas personas que gentilmente ponen su talento al servicio de la risa y que requieren el mismo respeto y reconocimiento ya sea en la calle o en un Estadio Olímpico. Más aún se cargan de mas valentía si cabe en espacios donde la seguridad es relativa al no ser espacios permanentes. Cuiden la risa como patrimonio de la humanidad, cuiden el circo y a sus artistas.
¡ Ethos, una obra de altos vuelos. ¡
Programación Veranos de la Villa.
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