Me estreno hoy con Vista Teatral. Me estreno con un musical. Y me estreno también con Carlos Latre, y creo que también se estrena él en el mundo de los musicales. Todos de estreno como ven. Y no ha ido mal, yo diría que incluso bien. Y eso que tenía en la butaca de delante al típico cabezón alto y cachas al que cualquiera dice nada.
Lo primero que tengo que decir es que he ido a ver un musical de verdad, y a mí no me apasionan, con alto presupuesto, pero que recordaba a los cómicos de la legua o a esos títeres, mimos, músicos o payasos transeúntes que recorren todavía los pueblos de España.
Con un público entregado desde el principio al que no fue necesario convencer, me atrevo a decir que pocos venían a ver una comedia clásica y menos en el Teatro de La Latina, por paradójico que parezca, y eso que se estrenó en el Festival de Mérida este mismo año. Se trataba de ver a Carlos Latre (esclavo Pseudolus) haciendo otra cosa, y reírse un poco. Y tampoco es un crimen, aunque no podamos clasificarlo de teatro clásico en sentido estricto si nos fiamos de algunos puristas. O sí.
Latre se reivindica en Golfus, como tantos humoristas, para demostrarnos que es algo más que, posiblemente, el mejor imitador de los últimos tiempos en España y más allá. Como si hacer reír a la gente fuera un género menor o vulgar cuando es lo más difícil. Y yo me he reído esta tarde. No todo el rato, está bien, pero me he reído. No se lo crean, no existe la risa fácil. Existe la risa falsa. No hay nada del verdadero humor que se escape a la genialidad.
Pero no es sólo a Latre a quien vemos en esta nueva versión de Golfus de Roma, una comedia musical moderna que lleva más 60 años por las pantallas y los teatros del mundo. Dirigidos por Daniel Anglés, muy experimentado en esto de los musicales (Los Miserables en 2014, por ejemplo) y capaz de convencer a nuestro héroe para esta aventura.
Latre no está excesivo o repetido, aunque siga siendo él a pinceladas, haciéndonos escuchar magistralmente, como si estuvieran ahí, a Gurruchaga, a Matías Prats, a Gracita Morales, a Carlos Jesús, a la Pitonisa Lola, a Boris… y hasta al mismísimo rey emérito en un momento sublime. Lo de siempre. Pero sólo un instante, a pequeñas dosis, como una carantoña a su público. Sin embargo, hay mucho más.
La obra es ágil y tiene ritmo, no nos abandona, está con nosotros desde la calle dónde un clown nos va marcando el camino, aunque al principio nos deje un poco fríos. Eran las cinco y media de la tarde y no íbamos a los toros precisamente. Pero va poco a poco in crescendo, sobre todo en la segunda parte. Sólo al final un cierto desbarajuste se me hace un pelín largo, pero no mucho, y no les negaré que al comienzo le cuesta arrancar. Pero el tiempo pasa deprisa y no miras el reloj. El vestuario (Montse Amenós) tiene destellos en los que se combinan el mundo del circo por esos caminos de Dios y las citas a la Antigua Roma con un toque de pasarela de moda. Un mundo del circo que nos desvela que estamos ante un grupo de actores muy competente incluso brillante, que forman también una orquesta de músicos, cantantes, bailarines, payasos, mimos y hasta acróbatas.
Tiene mucho mérito que podamos calificar de “coral” a una obra con un protagonista claro, predeterminado, donde Carlos Latre, generoso, no brilla sólo, ni mucho menos, aunque sea él reclamo publicitario. Al contrario, a veces el que menos brilla o baila es él. Todos están bien o muy bien. Y actúan siempre, no son secundarios o maniquíes. Nada queda descompasado con una coreografía afinada de Oscar Reyes. Y parece que no se lo están pasando mal a pesar del desgaste físico de las más de dos horas, con entreacto, que dura.
Me han gustado muchos
de ellos y ellas. La pareja de protagonistas, Ana San Martín (Philia),
exquisita y muy graciosa a veces, y Eloy Gómez (Eros),
sobreactuado, amanerado y maravillosamente histriónico, por ejemplo. Los mimos
y los músicos, excelentes… pero permítanme que yo me quede con el desfile de
las cortesanas de Casa Lycus que me recuerda a esa escena insuperable de “Cabaret”,
una de las obras maestras absolutas del séptimo arte. Y todo esto aderezado con
una pizquita de “amor” y enredo en cada esquina que aportan un motivo más para
la ambigüedad y el juego en toda la obra. Casi podrían venir hasta niños. Ustedes
verán.
La puesta en escena rellena los espacios donde pueden suceder varias cosas divertidas simultáneamente y nos envuelve como debe de ser, sorprendiéndonos con un despliegue de colores y luces que exhibe la generosidad del presupuesto y el talento con que lo han usado, por eso no resulta un derroche. Todo está muy medido y en su sitio. La música es buena, y a ratos, bastante buena, pero sobre todo bien interpretada y dirigida por Xavier Mestres. La orquesta desde los palcos me ha sorprendido. Y la historia fácil de final feliz, a veces explicada (lo hemos visto también en el Tartufo de Viñuela), la entiende cualquiera y, lo que resulta más complejo, hace reír a cualquiera, aunque no venga a aprender latín.
Me atrevo a apostar que aún le queda recorrido a esta comedia musical cargada de pequeños homenajes a los hermanos Marx, a Chaplin, a Tricicle, al mimo, al clown, a la picardía silvestre que todos llevamos dentro y al humor absurdo que es el más cuerdo de todos los humores. Le queda recorrido de mejora, pero el nivel que tiene ya es más que suficiente. Y Latre no desentona.
Vayan a verla, si pueden, aunque no les guste Latre y si les gusta Latre… también. Yo, lo mismo, repito. Pero sin el cabezón que tenía delante.
Reparto
Carlos Latre
Diego Molero
Eva Diago
Eloi Gómez
Frank Capdet
Meritxell Duró
Ana San Martín
Iñigo Etayo
OriolO
Mireia Morera
Pol Roselló
Carles Vallès
Gara Roda
Berenguer Aina
Mercedes Olmeda
Eduard Marcet
Alex Iglesias
Curro Ávila
Laura Masferrer
Pablo Rodríguez
Pablo Zarco
Xavier Mestres
Covers:
Àngels Cervelló y Ernest Fuster
Ficha artística
Músicas y letras: Stephen Sondheim
Libreto: Burt Shevelove y Larry Gelbart
Adaptación al castellano: Daniel Anglès y Marc Gómez
Arreglos musicales: Sergi Cuenca
Dirección: Daniel Anglès
Codirección: Roger Julià
Coreografía: Óscar Reyes
Dirección musical: Xavier Mestres
Escenografía y Vestuario: Montse Amenós
Iluminación: Xavier Costas
Sonido: Jordi Ballbé
Caracterización: Núria Llunell
Dirección de producción: Maite Pijuan
Jefa de producción y producción ejecutiva: Marina Vilardell
Producción ejecutiva: Mireia Farrarons
Ayudante de dirección y coreografía: Gara Roda
Ayudante de escenografía y vestuario: Carlota Ricart
Asesoramiento magia: Mag Lari
Director técnico: Moises Cuenca
Oficina técnica: David Ruiz
Regidora: Julia Bofarull
Maquillaje y peluquería: Alba Jiménez y Jorge Barrionuevo
Sastra: Amaranta Albornoz y Sara García
Operadora de luces: Paula Costas
Operador de sonido: Enric Viñeta y Rubén Cuadrado
Técnico inalámbricos: Miguel López
Técnico de maquinaria compañía: Julio Chuliá
Técnico de maquinaria teatro La Latina: Siles
Cañones: Alejandro López y Sergio Nieto
Diseño de vuelo: El Telar
Programador de teclados y secuencias: Àngel Valverde
Pianista de ensayos: Miquel González
Construcción escenografía: Arts Cenics y Jorba
Construcción caja de magia: Taller d’escenografia Sant Cugat
Construcción busto: Grau Alcázar Maquetas
Confección vestuario: Goretti
Confección telones: Pilar Albaladejo (Pro Escena)
Pirotecnia: Dídac Atzet (Pantera Produzione)
Premsa: Albert López
Márquetin y comunicación: Publispec
Diseño de imagen: Steph Pyne
Diseño de aplicaciones: Santi&Kco
Fotografía: David Ruano
A Funny Thing Happened on the Way to the Forum
Originalmente producida en Broadway por Harold S. Prince
Presentado en acuerdo con Music Theatre International (Europe): www.mtishows.eu
Una coproducción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Focus
No hay comentarios:
Publicar un comentario