Da gusto acudir a nuevos espacios artísticos, a contemplar propuestas tan atrevidas, divertidas, irreverentes y evocativas en este Madrid tan acogedor. Acogedor para este tipo de espectáculos, cuidados y mimados, recuperando viejos aspectos culturales tan intrínsecos en nuestro pasado y nuestras raíces. Y qué mejor que una sala joven, atrevida también, ilusionada, coqueta.
Una sala y una escuela para el desarrollo artístico y personal de las intérpretes (y de los intérpretes), como ellas (y ellos) mismos se definen. Esperemos que esta sea la primera de muchas colaboraciones con la sala. Algo se respira allí; algo diferente. Buen proceso.
Volvamos al espectáculo, a las divas, a las alturas, a los cielos, a los infiernos. Con Aldegunda Vegara como diosa cupletista y Sonia Megías como diosa pianista. Y de aquí a la historia, al cuplé. Preciosa palabra, ¿no creen? Cuplé es la españolización de la palabra francesa couplet, "que se aplica a ciertas cancioncillas ligeras y, generalmente, picarescas, que se cantaban en el primer tercio del siglo XX en los espectáculos de variedades". Según la socorrida Real Academia de la Lengua: "(del fr. couplet, copla) es una canción corta y ligera, que se canta en teatros y otros locales de espectáculo".
La historia del cuplé en España es larga y antigua: desde el s. XVII está documentada la inclusión de canciones o tonadillas en las obras teatrales, aunque seguramente sea anterior a dicho siglo. En el XVIII esta costumbre escénica estaba ya en pleno apogeo y los mismos actores cantaban tonadillas de contenido popular, aunque generalmente eran los actores cómicos, caracterizados de majas o petimetres, los que le ofrecían tal entretenimiento al público. Los cuplés se incluían al final de cada acto de obras de teatro que no tenían por qué ser íntegramente musicales.
De forma gradual pasarían a incluirse en las zarzuelas como canciones que no habían de seguir necesariamente la trama de obra, pudiendo hablar tanto de amores y desamores como de asuntos de actualidad y acontecimientos políticos o sociales del momento. Esta precuela pasó también por los cafés-cantantes, tan de moda desde mediados hasta finales del s. XIX, donde ya poco a poco se va perfilando el modelo que nos ha llegado a la actualidad: una sola persona, generalmente una mujer, cantando una canción que narra una historia de corte popular y con un estribillo que el público pudiera recordar -y por tanto, corear fácilmente.
Se puede considerar que hubo una cupletista pionera, Augusta Bergés, y un primer couplet, "La pulga", que marcaron el comienzo de la Edad de Oro del cuplé en España. Fue en el año 1893 y en el teatro Barbieri de Madrid, ubicado en la calle Primavera, muy cerca de la sala Duncan. ¿Casualidad?
Nos metemos de nuevo en la sala, abarrotada, demasiado abarrotada. La función da comienzo, con las manos divinas de Sonia, en una comunión con el público innata, explosiva, desde antes de entrar, en una fila concurrida en una fría noche. Aparece Alde, Aldegunda, la diosa. En todo su esplendor. Con todo su poderío, su desvergüenza, su autenticidad. Y así, entre diosa y diosa, evocan temas míticos del género.
La pulga, la vaselina, tatuaje, señora… con un estilo propio, divertido, irreverente, femenino, universal. Nos invitan a compartir su magia, su ceremonia, un misticismo de doble filo. Nos invitan a cantar, a actuar, a dejar los tapujos, los complejos a un lado. A desnudarnos en nuestras butacas plegables, compartiendo codo con codo esa autenticidad que en pocas ocasiones podemos disfrutar. Entre copla y copla, entre vestido y vestido, entre erotismo y teclas, barajas y agujeros, van recorriendo un imaginario cultural que no ha de ser olvidado. La Montiel, La Flores, La Jurado…Coplas, coplillas, picardías. Sensualidad. Aldegunda nos va envolviendo en su mundo, en lencería fina y guiños de encaje. Con Sonia y su presencia, su delicadeza y acompañamiento.
Ambas nos invitan, nos ganan, nos seducen. Y las notas van sonando, y las voces coreando, y las sonrisas naciendo, y los sentidos explotando. Y ya no hay quien pare esto. La maquinaria se engrana, se descoloca, se vuelve a colocar, sin estaciones, sin destino. Solo el recorrido es lo que importa. Una buena noticia. Repetirán. No se lo pierdan. Pasen a divertirse, dejen fuera las caretas. A plena alma. A pleno corazón. Copleen y cupleen en la Duncan. Algo distinto les espera. Vengan al teatro. Vivan la cultura. Seguro y segura.
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Teatro: Sala Duncan
Dirección: Calle Zurita 23.
Fechas: Del 6 al 7 de Noviembre. Sábado a las 21:00. Domingo a las 13:00.
Entradas: Desde 10€ en saladuncan
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