El oscuro mundo del deseo, de las tentaciones prohibidas, de los deseos que no se pueden contener por mucho que sepamos que no son correctos. Todo esto envuelve esta intrigante historia, cargada de amor y de culpa, de pasados que regresan para hacer saltar por los aires toda la aparente estabilidad de la protagonista. Hay relaciones que nos marcan, por su intensidad, por su clandestinidad, por su pasión. Todo ello ocurrió hace unos años, pero hoy es el momento en que todo regresa para que se resuelvan todas las incógnitas que quedaron pendientes. Porque muchas veces el corazón tira más que la cordura.
Inquietante, hipnótica, desgarradora, así es "Sigue a la liebre blanca", porque hay temas que solo se pueden abordar desde el dolor. Este montaje aborda el dolor de un amor imposible. Una lolita que hace perder la cabeza a una joven pintora, que no sabe como escapar de lo que le dicta el corazón, aún sabiendo que lo que hace "no es lo correcto". Lejos de tomar partido o defender lo que cuenta, este montaje nos plantea esta tortuosa relación desde el dolor de las dos protagonistas, que no han podido olvidar, que siguen sintiendo lo mismo que las llevó al abismo años atrás. La valentía de esta pieza es la de hablarnos de las fronteras del amor, de aquellos lugares que no se suelen transitar pero que albergan los mismos sentimientos (incluso más impulsivos) que otros más convencionales. La capacidad de indagar en este suburbio de las relaciones sentimentales nos pone en alerta desde el primer momento, y exactamente en ese punto es donde la obra nos atrapa, ya que lejos de enjuiciar solo intenta plasmar una realidad, un sentimiento, una pasión.
El nuevo montaje de PasoAzorín Teatro regresa al lado más oscuro de las mentes humanas y de nuestra sociedad, a esos sentimientos que nos avergüenzan y de los que intentamos escapar. Esta impecable pieza se acerca más a obras como "Las leyes de la relatividad aplicadas a las relaciones sexuales" o "El síndrome de los agujeros negros", en las que se transitaba por lugares turbios, por situaciones perversas, con personajes que se sitúan al filo de si mismos. Tengo que reconocer que la forma en la que Ramón Paso enfoca estos montajes me cautiva, me hipnotiza, me conmueve. La manera en la que trata temas tan espinosos, con la soltura de quien sabe hablar de temas tan polémicos con la solvencia de hacerlo desde la verdad, desde la honestidad que busca tanto el entender la mente humana como dejar abiertas una serie de ventanas por las que pueda asomarse el público para debatir al salir del teatro.
La versatilidad de Ramón Paso, tanto en la escritura como en la dirección, es imponente. Por ceñirnos a este año que acaba, el autor nos ha presentado una particular versión de "Sueños de un seductor" de Woody Allen, nos ha presentado a otra caótica y disfuncional familia (uno de sus temas fetiche y de los que mejor domina) en "El mensaje" ,o nos ha puesto patas arriba con su divertida "el móvil". Y como si de un preámbulo se tratase, con su anterior montaje ha vuelto a transitar historias más dolorosas, con el telón de fondo un clásico literario. Si con "Baldosas amarillas" conocíamos a un grupo de peculiares personajes encerrados en si mismos, en este "Sigue a la liebre blanca" sus protagonistas mantienen escondido bajo llave el secreto que ha marcado sus vidas. En toda esta lista de estrenos vemos la ácida visión de Paso, su mordaz visión de la realidad, su impecable cuidado a la hora de tratar determinados temas, la sutileza para poder hablar de todo dejándonos siempre el regusto de querer saber más, de necesitar conocerlo todo de estas tres mujeres. En paralelo consigue dejarnos en cada nuevo montaje el dulce aroma de lo artesanal, de aquello que se hace desde el corazón, con la intención de entretener pero también de hacernos pensar, hasta el punto de dinamitar cimientos que consideramos básicos.
Podemos estar ante la obra más oscura y más arriesgada de PasoAzorin Teatro, pero la naturalidad con la que el texto trata la relación entre las dos mujeres hace que todo transcurra con fluidez, que no nos incomode, incluso que lleguemos a entenderlas al descubrir el amor que siente la una por la otra. Muchas veces he contado en mis reseñas mi admiración por esta compañía, por su estilo muy definido, por su libertad para hablar de temas muy variados y siempre interesantes. Pero en esta ocasión creo que se han superado. Han dejado de un lado la comedia (que incluso en otros de sus montajes más dramáticos siempre asomaba) para mostrarnos una historia de amor imposible, con toda la crudeza y el dolor que conlleva. Una pieza sobresaliente, en la que el texto se desliza como un equilibrista por los límites del amor (si es que estos existen) para mostrarnos el dolor que pueden llegar a provocar las miradas ajenas, lo políticamente correcto, "lo establecido". El montaje muestra con valentía el dolor de la pintora en esta penitencia que lleva arrastrando todos estos años y a la vez la pasión desbocada de la joven que la ha buscado durante todo este tiempo.
Estamos ante una obra que nos habla de amor incondicional, de amor prohibido, del dolor que puede llegar a provocar el tener que frenar los sentimientos. Lo más interesante es que lejos de hacer juicios de lo que pasa, la obra se mete de lleno en el epicentro de la relación, en los sentimientos, para intentar mostrar el alma de estas mujeres, su humanidad y las razones de esta relación irracional. La obra huye de los lugares cómodos para empujarnos al borde del abismo, a oscuros espacios del alma que son difíciles de entender. El texto nos mete de lleno en el fango de las relaciones sentimentales que traspasan los límites, unas arenas movedizas en las que es difícil saber que va a ocurrir.
Ellas son Belén y Alicia. La primera es pintora y terapeuta. Alicia quería ser bailarina. Sus caminos se cruzaron hace muchos años y se enamoraron, tuvieron relaciones sexuales cuando Alicia sólo tenía doce años. ¿Se puede ser consciente a esa edad de lo que quieres? ¿Fueron consentidas o simplemente tenía idolatraba a la pintora para la que posaba? Belén huyó sin dar explicaciones. Han pasado los años y un buen día Alicia irrumpe en su casa en busca de respuestas. Pero a la hora de verdad ni ella misma sabe si lo que quiere son respuestas o venganza. Una relación que sobrepasa los límites de lo racional. Como podemos leer en la sinopsis "ésta es la historia de un abandono. Es la historia de un abuso. Ésta es la historia de un amor que arrasa hasta los cimientos de la razón".
Ellas son Inés Kerzan, dando vida a Belén, y Vanessa Ruiz en el papel de Alicia. Junto a ellas, María C. Petri da vida a la actual pareja de Belén, involucrada accidental en esta rendición de cuentas. Las tres forman una atmósfera turbia, tensa, que se mueve entre los reproches y el deseo, entre las mentiras y los secretos, entre la culpa y la redención. Las tres se compenetran a la perfección, con sus papeles muy bien definidos y a la vez con límites difusos entre ellas. La tensión aflora por cada poro de la obra, la pasión y la culpa lo impregnan todo, mientras la chica a la que interpreta María C. Petri asiste anonadada a todo lo ocurre, sin entender nada y descubriendo facetas de su chica que desconocía.
Estamos ante el mejor papel de Inés Kerzan en su ya dilatada carrera. Su Belén se mueve entre la pasión que debe frenar y la culpa de haber abandonado a Alicia. Lejos de los papeles que suele interpretar, esta Belén es todo ambigüedad, con un pasado oscuro que la atormenta y no le deja avanzar. La actriz consigue una perfecta transición a lo largo de la obra por los diferentes estados de ánimo de la pintora. Kerzan consigue que notemos su lucha interna por controlar a su desbocado corazón, mientras nos muestra el dolor que sufre al recordar el pasado. Una interpretación cargada de matices que la actriz consigue suavizar para que todo se perciba sin tener que exagerarlo.
Pero si Kerzan está pletórica, Vanessa Ruiz es un auténtico descubrimiento en el difícil papel de la desenfrenada Alicia. La actriz consigue crear un personaje pasional, enérgico, impulsivo, pero también cargado de una ternura infantil al más puro estilo Lolita. Alicia es un personaje complejo, con la efervescencia de la abandonada y la bondad de la enamorada. Ruiz consigue controlar ese caballo desbocado que es Alicia y lo hace transitar por la rabia y la pasión con delicadeza, sin sobresaltos, pero a la vez cargando al personaje de agresividad, pasión, lujuria y ternura. Una interpretación fabulosa para un personaje muy complejo de domar.
Y por último María C. Petri cumple de maravilla en su papel de ingenua y desconcertada víctima de un conflicto que le viene grande y del que solo puede ser salir mal parada. La actriz transmite dulzura y ternura a un personaje menor pero que resulta trascendental en el desarrollo de la obra.
El espacio escénico creado por Inés Kerzan y Ramón Paso nos traslada a la casa de Belén. Una sencilla disposición de elementos componen un acogedor espacio, en el que destacan los cuadros de las bailarinas de Degas, y en el que podremos ver los bocetos creados por Noah Ferrera. Impecable el diseño de iluminación de Carlos Alzueta, capaz de transmitir esa turbiedad propia de la historia, con un juego de luces, sombras y penumbras que crea un ambiente sórdido y misterioso. Consigue transmitir con las distintas tonalidades de la luz los estados de ánimo de la escena, pasando de la agresividad a la ternura con una deliciosa precisión.
Hay que destacar también el vestuario que ha creado Ángela Peirat y que plasma a la perfección la personalidad de cada uno de los personajes. Por un lado tenemos a Belén, con una anodina vestimenta, muy neutra y algo melancólica. En el lado contrario tenemos la exuberancia de Alicia, con una ropa mucho más femenina y atrevida, pero que deja evidencias de que sigue siendo una niña. Lo mismo ocurre con el personaje de María C. Petri, que destila ternura hasta en la forma de vestir.
Se que es mucho decir, pero creo que estamos ante una de las mejores obras de la compañía PasoAzorín. Un texto impecable, que lejos de ser sensacionalista navega en la intimidad de las dos mujeres, sin llegar a juzgar los hechos. Impecable trabajo de Paso a la hora de crear estos dos personajes tan complejos y poder llevarlos de una forma tan fina por toda la historia. Una pieza que te inquieta y te deja muchas reflexiones sobre las que hablar al salir del Teatro Lara. Una maravilla en la que destacan las interpretaciones de Inés Kerzan y Vanessa Ruiz, en un duelo fraticida impecable. No dejen de ir a verla, no les defraudará. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.
---------------------------------------------------------------------------------------
Teatro: Teatros Lara. Sala Lola Membrives.
Dirección: Corredera baja de San Pablo.
Fechas: Del 10 de Noviembre al 15 de Diciembre. Miércoles a las 22:00. 8 de Diciembre a las 20:15.
REPARTO
Inés Kerzan
Vanessa Ruiz
María C. Petri
Autor
Ramón Paso
DIRECCIÓN
Ramón Paso
PRODUCCIÓN EJECUTIVA
PasoAzorín Teatro
DIRECCIÓN DE PRODUCCIÓN
Inés Kerzan
DISEÑO DE ILUMINACIÓN
Carlos Alzueta
Asesora de movimiento
Ángela Peirat
ESPACIO ESCÉNICO
Inés Kerzan
Ramón Paso
VESTUARIO
Ángela Peirat
Bocetos en escena
Noah Ferrera
PRENSA Y COMUNICACIÓN
María Díaz
ASESORA DE MOVIMIENTO
Ángela Peirat
AYUDANTE DE DIRECCIÓN
Ainhoa Quintana
AYUDANTE DE PRODUCCIÓN
Sandra Pedraz Decker
Alicia Rueda
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.