Permítanme que les confiese algo que es, por supuesto, muy discutible. Para mí Calderón es el mejor, y lo digo con mucho pudor sabiendo la banda en la que estaba metido este buen hombre (Lope, Tirso, Cervantes, Quevedo…). La riqueza absoluta de su texto, la caricia de un castellano por el que sólo se puede sentir reverencia me estremece, en Calderón, igual que en todos ellos... me vuelve contemplativo, más aún si cabe. ¿Qué idioma es el nuestro que parece palabra de Dios, incluso cuando no todo se entiende?
Cuando escucho a estos clásicos, a los que hablan en español, comprendo mejor eso que fue un Imperio, una decadencia y hasta una misión. Guerras y excesos aparte, nuestro Imperio, igual que Roma, fue la palabra y no pudo ser sin la palabra. Da mucho gusto oírsela decir a este grupo de jóvenes dirigidos por David Boceta que han acariciado la voz de ese castellano que hizo de la lengua un río de ambrosía, una cuna de oro para la lírica, el teatro y la sabiduría. Voz fuerte, declamada con perfección coral, como si fueran una orquesta. En realidad, llevaban una orquesta también, aunque roquera, de las de ahora, pero con la partitura del siglo XVII. Sólo por escucharles, aunque no hubiéramos entendido nada, habría merecido la pena. Pero, además, se entiende.
El texto habla sobre un "feminismo" inverso y prematuro, de mucho antes del feminismo, que deja en evidencia a los hombres. Una mujer que los derrota a todos cuando quedaba mucho para que se celebrase cualquier ocho de marzo. Los derrota a todos y los avergüenza por ser mujer, los derrota sin necesidad de cambiarles sus principios masculinos ni sacarles de su época, o precisamente por eso. Los derrota como un hombre, como mucho más que un hombre. Como una mujer.
La Gran Cenobia nos muestra la verdad, habla de la verdad, de todas las verdades, las que se muestran retorcidas, las que se esconden...la verdad de cada uno, las de dentro. Y viene desde entonces hasta hoy para darnos otra lección. No es sólo que Calderón sea muy actual, es que parece que no se hubiera muerto y siguiera de clérigo por la Colegiata o alguna Iglesia del Barrio de las letras...
Versión
Luis Sorolla
Dirección
David Boceta
Producción
Compañía Nacional de Teatro Clásico
Escenografía
Almudena Bautista
Iluminación
Víctor Longás
Vestuario
Paola de Diego
Coreografía
Edu Cárcamo
Dirección musical, música original y espacio sonoro
Antonio de Cos
Videoescena
Álvaro Luna
Asesor de verso
Alejandro Saá
Ayudante de dirección
Vanessa Espín
Ayudante de escenografía
Igone Teso Bravo
Ayudante de iluminación
Marina Palazuelos Soto
Ayudante de vestuario
Guillermo Felipe Señaris
Ayudante de videoescena
Elvira Ruiz Zurita
REPARTO
Cristina Arias
Mikel Arostegui
Mariano Estudillo
Marta Guerras
Alejandro Pau
Isabel Rodes
José Juan Rodríguez
Víctor Sáinz
Irene Serrano
José Luis Verguizas
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