Es libre por dentro una mujer que es libre en su lenguaje, en su forma de expresarse, en su pensamiento, en sus gestos, que se mueve con libertad por el escenario, aunque luego la vida la tenga atrapada junto a una cama y a un insomnio. Es libre una mujer cuando nos invita a escucharla desde dentro de su celda, desde su pensamiento profundo.
Y es quizás la libertad el elemento con más fuerza del monólogo de Molly Bloom, en la interpretación que Magüi Mira viste de exquisitez y desafío. Es la suya una libertad que viene de la verdad, de cuando se dice la verdad. Por eso, gracias a la verdad, y a Magüi, no desaparece la ingenuidad ni la inocencia, la fragilidad, durante toda su interpretación.
Pero es su palabra la que al desnudarse nos desnuda a nosotros también, destapando todos los tabúes. Molly Bloom dice lo que no se puede decir, lo que sólo se piensa, y al decirlo habla por nosotros…y nosotras. ¿A fin de cuentas, no es el sexo una forma de volverse vulnerable, de arremangarse y exhibirse?
En ese desvelamiento nos sumerge Joyce, un hombre, negándole a los hombres la palabra, y pensando como una mujer. Esta noche hablan ellas, ella sola, como si no estuviéramos presentes, o sólo fuéramos el público, como si el Mario de Delibes no pudiera escucharnos y los ángeles que volaban sobre el Berlín de Win Wenders nos prestaran sus oídos.
La puesta en escena es mínima, una mujer y una cama que son los barrotes de una cárcel. Y luces…luces en la noche, sombras y luces en su rostro. Hora y media hablando, ella sola. Que elegancia. A estas alturas, nos basta su presencia. Molly nos habla como un hombre, como un objeto que echa en falta el amor y la cultura, sobre todo la cultura.
“Todas las mujeres somos la misma mujer” le cuenta Magüi Mira a Carlos Alsina, en una fascinante entrevista de Onda Cero. Magüi Mira reivindica ante él, que es un hombre, la condición femenina universal trascendida en su personaje y aspira a que las mujeres dejen de salir desenfocadas en la foto.
No es poca cosa. Ahí lo dejo.
Y perdonen que no pueda dejar de preguntarme: ¿Y los hombres? ¿Somos todos también, el mismo hombre?
Quizás Molly Bloom pueda darnos alguna pista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario