Francia en conclusiones de la Cumbre del G8 Génova 2001: “…Por el contrario, lo que considero indiscutible, por encima de las diferencias ideológicas, es la cuestión del control de la globalización. ¿Cómo sacar el máximo partido de ella? ¿Cómo minimizar los perjuicios que provoca? ¿Cómo evitar las exclusiones y conseguir que el mayor número posible de personas se beneficie de sus ventajas? A nuestras sociedades, y sobre todo a las instancias políticas de nuestras sociedades, es a quien corresponde aportar respuestas. Más allá de las normas necesarias para regularla, la mundialización exige una política voluntarista de los miembros de la Comunidad Internacional para preservar la paz internacional, para compartir mejor los beneficios inherentes al desarrollo del comercio mundial, para que se respeten más los principios de justicia, de democracia y de respeto a los derechos humanos”.
Mas de 700 organizaciones en la Contracumbre de Génova 2001, miles de personas reivindicando, unos un mundo mas justo, otros la paz mundial y otros tantos el derecho a techo, condiciones laborales justas, pensiones dignas. De lo mas global a lo mas concreto se congregaba en los días previos a la Cumbre. Charlas, debates, acciones. Como principal arma, la palabra y la sensación de que otro mundo era posible. Una masa de gente, el pueblo, miles de vidas, de ilusiones, de familias, amigos y sueños allí congregados.
Mientras tanto ocho jefes de estado se blindaban en una forteza y amurallaban la ciudad, un dispositivo de mas de 30.000 policías y militares en aras de velar por la seguridad. Que oximoron. Una ciudad en estado de sitio. Divida según los niveles de acceso.
No hay datos ciertamente objetivos para la elección de los países que forman parte de una cumbre. Son decisiones meramente políticas nos dicen, obligaciones internacionales de los países. Cuanto mas se alejan los organismos mas se alejan las decisiones políticas del ciudadano. Así, nos veremos mas cercanos a un Ayuntamiento que del voto en la Unión Europea. Imagínense, lo lejanos que nos podemos sentir de una Cumbre que no sabemos de donde viene, ni hacia dónde va.
En aquellos días, la prensa, los telediarios abrían con la noticia de los dispositivos de seguridad tan desaforados que se estaban llevando a cabo en Génova. Los hombres más poderosos del planeta se reúnen en la ciudad, nos decían, instalándose en la opinión publica la percepción de que aquel excesivo despliegue era legítimo.
Ragazzo un monólogo, un texto abierto a todo aquel que quiera utilizarlo, compartir, desblindar la cultura, hacer extensivo un mensaje, añadir ideas, unir fuerzas. Lali Álvarez Garriga escribe un texto intenso en su forma e inmenso en su contenido. Compone la intrahistoria, llegando a la raíz, a la naturaleza y esencia de todas esas historias pequeñas, de gente corriente frente al poder y a un sistema que miles no somos capaces de manejar y al que no tenemos forma de acceder.
La autora se alza con un texto sonoro que habla de nosotros, de la democracia, de los abusos policiales, del poder, de las decisiones que afectan a todos y que están en manos solo de unos pocos. Habla de tí y de mí, en esencia de un Ragazzo.
Un texto minucioso, con hermosos detalles, muy sutiles que se integran en la rutina de una persona corriente. Un trabajo de investigación en los que la autora se documentó y conversó extensamente con la familia de Carlo Giuliani. Un chico de 23 años con toda la vida por delante, un chaval como todos los demás, bailón, disfrutón, con la maravillosa sensación de pensar que el mundo iba a cambiar, que las cosas podrían ser diferentes, un tipo que escribía poesía, que se enamoraba, que se bebía la vida a pequeños sorbos con un sobrecito de azúcar, como tantos, como todos.
La dirección por parte de Álvarez Garriga tan precisa como su texto, el ritmo de la obra hará que entremos al Teatro del Barrio un 18 de julio de 2001 y acompañemos a Carlo en sus últimos días de vida y salgamos el 20 de julio un poco tristes por el recuerdo y por la certeza de saber que nada ha cambiado en este tiempo.
Oriol Pla siendo Carlo exhala vitalidad, ternura, arrojo, timidez, todo junto, a partes iguales como aquel que tiene veintitrés años. Muchas ilusiones e ideas deslavazadas, desordenadas pero con el mismo fondo. Hacer de este un mundo más habitable. Una interpretación tan certera, que llega a doler, porque Pla es la esencia de Carlo pero también de algo mas grande si cabe, de una generación, es la piel de los desobedientes, de los que no tienen voz. Es un grito sonoro, que de forma mágica expresa con el cuerpo, su voz y su gesto. Un control del cuerpo que abruma, cercano a menudo a la intimidad del mimo y en un segundo la vitalidad y la fuerte expresión de lo más rudo y cotidiano. De su mano intentaremos acceder a la Zona rossa absolutamente amurallada, entraremos en Zona gialla con el acceso limitado en una ciudad absolutamente cercada, en estado de sitio.
El actor rompe la cuarta pared en sus primeras palabras y en pocos minutos pasamos a formar parte de la Contracumbre, personas llegadas de todos los países en una misma lucha. Pla reflexiona en voz alta, cocina, tiende la ropa dentro de casa, por la prohibición expresa de tender fuera, escucha música, hasta lee algún poema escrito por él mismo. La rutina de Carlo, Oriol la convierte en fascinante, cada movimiento tiene sentido, cada palabra profundidad. El simple acto de vestirse lo hace con la importancia máxima que solo un clown le puede dar.
El día 20 de julio Carlo pensaba ir a la playa, pero decidió que no podía mirar para otro lado con todo lo que estaba sucediendo. Y viviremos con Oriol la dureza de la manifestación, tropezones, barricadas, empujones, una masa de gente detrás, camaradería, hasta algún reencuentro. Movimientos precisos y milimétricos, cinestesia y absoluto conocimiento de su situación en el espacio, como sí el actor hubiese medido el escenario con precisión. Y así vivió, hasta que fue abatido a tiros por un carabiniere que mas tarde sería absuelto. Aún hoy la familia de Carlo sigue luchando porque se esclarezca lo ocurrido.
Nuria Solina en el trabajo de iluminación, que nos sitúa exactamente en cada lugar. Sin duda nos integrará en un concierto, en la intimidad al llegar a casa, en el caminar infinito de Carlo junto al diseño de sonido trabajo de Pau Matas, sirenas, el ruido de los helicópteros que sobrevuelan la ciudad, música, la multitud refuerzan cada acción.Una escenografía que es el espacio en el que vive Carlo y es ciudad. La papelera que Carlo utiliza para tirar las sobras habituales en casa convertida en contenedor en medio de la manifestación y somos capaces de verlo. Vemos la masa, vemos lo que Oriol expresa, la mesa convertida en barricada, la cama siendo barrera policial. Usos infinitos en expresión latente.
Hay algo que permanece constante, la foto que Carlo tiene junto a la cama "The kid" de Charles Chaplin, mirando atentos todo lo que ocurre, como todo un público puesto en pie para aplaudir el inmenso trabajo de Oriol Pla y de todo un equipo que rinde un bello homenaje a un Ragazzo, a una generación de desobedientes y a los que están por venir. Que corra la voz...
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