Teatro: El cuaderno de Pitágoras. Teatro María Guerrero

La vida en prisión no es tan pintoresca como nos quieren hacer pensar los guionistas de "Vis a Vis" o "Orange is the new black". La humanidad y la ternura de las historias que componen este montaje nos acerca a la complejidad de un centro penitenciario, en el que cada historia es distinta, cada uno viene de una tragedia personal, cada una se equivocó en el momento menos oportuno. No todos los que acaban en prisión son peligrosos asesinos en serie y en este impecable crisol de historias podremos conocer algunos de esos casos a los que la cárcel si consiguió redimir. Porque todos necesitamos una segunda oportunidad, porque los errores hay que pagarlos, pero no todos jugamos con las mismas cartas al enfrentarnos al abismo de un juicio. Deliciosa propuesta que nos hará ver con otros ojos lo que ocurre al otro lado de los muros que separan el encierro de la libertad.




La sensibilidad con la que Carolina África afronta cada uno de sus trabajos es encomiable. Tengo que reconocer que soy fan absoluto de su forma de hacer teatro, ya que aún resuenan en mi cabeza los ecos de las maravillosas "Vientos de Levante", "Otoño en Abril" y "Verano en Diciembre". Aunque en este caso aún sea más evidente la verdad que desprende el relato (las historias están basadas en relatos reales), es inevitable no querer a cada uno de los personajes de las obras de Carolina, ya que todos ellos nos muestran su lado más humano, sus miedos, su cara más vulnerable. Y eso hace que cada uno de los personajes tenga un atractivo especial, que según avanza la historia y les vamos conociendo les comprendemos, les apoyamos e incluso nos dan ganas de gritar por su libertad. 


Esta producción del Centro Dramático Nacional pertenece al VII Laboratorio de Escritura Teatral de la Fundación SGAE 2018-19. No cabe duda de que el texto es una joya, un compendio de historias entrelazadas que se unen en una cárcel para enseñarnos algunas de las injusticias que pueblan nuestra sociedad. La facilidad con la que Carolina África (autora y directora) sabe moverse en la narración con los saltos en el tiempo es encomiable. Nada a lo largo de la historia parece forzado, todo transcurre al rimo que necesita, y las escenas del pasado se entrelazan con el presente con sencillez. Todo en el texto tiene su dosis adecuada para que no empalague. Así habrá genuinos momentos de gran comedia, con otros de angustioso dramatismo, incluso momentos en los que la realidad y la ficción se difuminan, retazos de realismo mágico, otros de sueños demasiado reales.

Carolina África reconoce que con este montaje ha intentado humanizar una realidad que desde fuera se ve con muchos prejuicios y con demasiadas ideas preconcebidas que en muchos casos no son ciertas. "Detrás de cada condena hay una historia humana que, en muchos casos, tiene más que ver con unas circunstancias desfavorables y con un entorno dañino que propician acabar en prisión. Hay muchas historias de dolor, de familias rotas y de pobreza que no se manejan solo en la dicotomía de buenos y malos". 



La autora habla en esta obra de sus vivencias personales como voluntaria. "Entré por primera vez en un Centro Penitenciario para dar una charla a los internos en calidad de dramaturga. Ellos a través del proyecto LOVA (La Ópera como Vehículo de Aprendizaje) iban a crear un espectáculo como si fueran una compañía profesional de teatro". Y de ahí parte esta descomunal obra de teatro, que se cimenta en las personas que allí conoció, en los conflictos que se generaron, en las historias que le contaron. Este proyecto metateatral cierra el círculo el pasado sábado, cuando acude a ver la función una de las personas que inspiró la obra. 

Este largo proceso llevó a la autora a quitarse sus propios prejuicios, a liberarse de sus miedos, para crear un ámbito de libertad durante esos ensayos de teatro. "Las tardes eran intensas, con momentos duros, porque estábamos en una cárcel, pero el teatro nos hacía libres... también a los voluntarios, que veníamos con nuestras propias cárceles". La pieza final para terminar de encajar toda la trama le llegó al entrar en contacto con diversos colectivos que colaboran en módulos de mujeres. "Contar, por tanto, le experiencia de una mujer en una cárcel mixta con sus características particulares y su universo específico, hablar de los embarazos en prisión, los módulos de madres, los pisos de acogida y la condena social añadida que padecen las mujeres ha sido uno de los pilares fundamentales sobre los que también se sustenta esta historia".



Hay obras de teatro en que lo menos importante es la sinopsis, ya que lo realmente interesante es la manera de contarlo, lo que aflora de esa pequeña historia, las ramificaciones que de ella van apareciendo una vez comienza el relato. Por eso esta obra es mucho más que la historia de unos reclusos y unos voluntarios que hacen una obra de teatro dentro de un centro penitenciario. Eso solo es la fina capa sobre la que se esconden un montón de interesantes anécdotas, las apasionantes vidas de los reclusos, las desgarradoras experiencias de las madres, las amistades forjadas ante la adversidad, todo un mundo que se esconde dentro de las paredes del penal. El montaje nos muestra un maravilloso abanico de personalidades, de hombres y mujeres atrapados pero que buscan la manera de seguir hacia adelante, con la ayuda del teatro o con una mirada furtiva a una reclusa con la que poder olvidar donde estás. Un pequeño universo perfectamente plasmado en este maravilloso acto colectivo, en el que cada pieza es indispensable para entender a la otra y todas son necesarias para entender la compleja realidad que se quiere mostrar. Carolina África (expertas en montajes corales) se supera a si misma en esta descomunal apuesta desde lo colectivo para hablar de muchas pequeñas cosas, pero que en su conjunto construyen una obra inmensa.


Podemos hablar de dos historias que se desarrollan en paralela, con realidades que convergen y mundos que se alejan. Por un lado tenemos a los reclusos que se unen al taller de teatro, para acabar mostrando el resultado ante un auditorio repleto de familiares y amigos. La otra historia se centra en una pareja de reclusos, ella dio a luz en prisión y podremos vivir de cerca el dolor al separarse de su hijo, la soledad de la vida sin él, y la ardua tarea para intentar recomponer su vida al salir. Pero como hemos dicho antes, estas dos historias son la excusa para hablarnos de temas mucho más importantes y dolorosos. Las dificultades para no perder al hijo mientras está en la cárcel, los motivos por los que algunas inmigrantes acaban en mundos oscuros de prostitución y drogas al ser engañadas en su país de origen, la impecable labor de los voluntarios, capaces de darles un poco de alegría a los presos y devolverles un poco de dignidad por unas horas.  Relatos fragmentados (como sus propias vidas) que nos llevan de lo común a lo particular, de las vidas de cada uno de los presos a los de los voluntarios que descubren la belleza en muchas de las personas que habitan tras esos muros. Con una visión limpia y desprejuiciada, Carolina sabe moverse entre la comedia y el drama con soltura, para llevarnos a conocer las diversas tramas que se van entrelazando a ambos lados de los muros


Como ocurre en todos los montajes de Carolina África, el elenco es una pieza fundamental del montaje, siendo el trabajo coral de todos uno de los puntos fuertes de la obra. El trabajo en equipo, la fuerza del grupo, la confianza que desprenden en el compañero, hace que la obra adquiera otra dimensión diferente. Para hablar de este delicioso elenco comenzaremos por la historia vertebradora de la función. En ella conoceremos a Paqui, Furia y Luis Miguel (el hijo de ambos). Esta terna protagonista a la que la autora define como "supervivientes que han cometido errores muy gordos y en la obra les veremos enfrentarse a muchos fantasmas presentes y pasados, vivos y muertos", nos hará vivir en primera persona las dificultades de la reinserción social, las trabas tanto burocráticas como sociales que pesan como auténticas losas.

Paqui y Furia con Nuria Mencía y Manolo Caro, en dos interpretaciones descomunales, que nos ponen la piel gallina, nos hacen reír y llorar, al meternos en el torbellino de situaciones extremas que son sus vidas. Manolo Caro nos regala un personaje dolido, asqueado por la vida, pero que intenta mantener un mínimo de humanidad dentro de la amargura que le golpea. Una soberbia interpretación llena de pequeños matices, de guiños inesperados, de cambios de registro, para crear a Furia como un personaje con mil aristas pero con un fondo de bondad. Por su parte Nuria Mencía esta descomunal en su papel de Paqui, una madre que vive desolada por que la han separado de su hijo y vive con la única obsesión de comenzar una nueva vida con él. Nuria nos deja momentos memorables, desgarradores, emotivos, en una interpretación preciosa y llena de matices. Junto a ellos veremos crecer a Luis Miguel, interpretado de forma impecable por Pepe Sevilla, dándole el punto justo de ternura, comedia, brusquedad o chulería propias de cada una de sus etapas vitales. 


Aunque hemos comenzado por ellos, todos a lo largo de la obra están fabulosos. Helena Lanza es Macarena, el alter ego de la autora, que encarna a la perfección todas esas sensaciones encontradas que vivió cada tarde al ir al centro. Lanza se muestra certera al mostrar las diferentes etapas en su relación con los reclusos. Juntos iremos entrando en la dinámica de grupo, para terminar perteneciendo a esa gran familia que se forma en el taller de teatro. Además de este papel, Lanza interpreta pequeños papeles como el de la hija del guardia civil muerto o el de la hija de Vicenta. Ascen López es la encargada de dar vida a Vicenta, la mujer que ayuda a Paqui con su reinserción. Un personaje sumamente importante en la trama que Ascen dota de una ternura que nos abraza a todos. 

Del resto de personajes quiero destacar la divertida  pareja que forman Jorge Mayor y Emmanuel Cea, interpretando a Clemente y Pedro, dos de los presos del taller que nos regalan algunas de las escenas más cómicas de toda la función. La química entre ambos es potente y se complementan a la perfección dando vida a estos dos reclusos. Ambos tienen otras pequeñas intervenciones en papeles menores. Por último, pero no por ello menos importantes, tenemos a Gledys Ibarra en el papel de Ángélica y a Victoria Teijeiro metiéndose en la piel de Luis, de una funcionaria y de una presa.



Como no podía ser de otra manera en un montaje tan coral, la puesta en escena también funciona por el compromiso del elenco. La escenografía diseñada por Ikerne Giménez se compone de un elemento fijo, que representa la casa de Paqui y Furia, y una serie de elementos móviles que los actores mueven con destreza para componer las distintas escenas. Una compleja distribución de las distintas piezas que convierte cada cambio de escena en un misterioso descubrimiento. Estos momentos, como todo el montaje, son impecables, con una soltura y limpieza asombrosas (impresionante el trabajo de Elena López Nieto). Toda esta puesta en escena se cimenta en la maravillosa iluminación de Sergio Torres, capaz de jugar con la luz y la penumbra, con los claros y los oscuros, con distintas tonalidades para crear en cada escena una textura diferente. No podemos dejar de hablar del envolvente espacio sonoro creado por Nacho Bilbao y Pilar Calvo, que nos hace meternos de lleno en la historia. Por último hay que destacar la videoescena de Davitxun, que consigue servir de apoyo a toda la escenografía, consiguiendo composiciones realmente bellas, en las que veremos pintadas en las paredes o nos sumergiremos en el mar.
 


Poco más podemos decir de esta maravilla. Carolina África lo ha vuelto a hacer, ha creado un montaje lleno de ternura, de sensibilidad, de verdad, en el que todos los personajes nos atraen, nos interesan y consigue enlazar las diversas historias con una asombrosa facilidad. Puedo asegurar, sin ánimo a equivocarme, que estamos ante una de las funciones de la temporada. Una prueba de ello es la gran acogida que está teniendo, con entradas agotadas mientras escribo estas líneas. Esperemos que pronto podamos volver a disfrutar de esta preciosa historia, ya que creo que es muy necesaria para quitarnos tantos prejuicios e ideas preconcebidas. Solo terminar agradeciendo a Carolina su sensibilidad a la hora de acercarte a las historias, a los personajes, al teatro. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.
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Teatro: Teatro Valle-Inclán. Sala Francisco Nieva.
Dirección: Plaza Ana Diosdado s/n.
Fechas: Del 18 de Enero al 20 de Febrero. De Martes a Domingo a las 18:00.
Entradas: Desde 12,50€ en entradasinaemPrograma de mano. Encuentro con el público 27/01

EQUIPO

Texto y dirección

Carolina África


Reparto

Manolo Caro (Furia), Emmanuel Cea (Clemente/ Hombre 1/ Yonki), Gledys Ibarra (Angélica), Helena Lanza (Macarena/ Hija Guardia Civil muerto/ Hija de Vicenta), Ascen López (Vicenta/ Señora/ Presas), Jorge Mayor (Pedro/ Funcionario/ Guardia Civil muerto), Nuria Mencía (Paqui), Pepe Sevilla (Luis Miguel) y Victoria Teijeiro (Luis/ Funcionaria/ Presa)


Escenografía

Ikerne Giménez


Iluminación

Sergio Torres (AAI)

Movimiento escénico

Elena López Nieto

Espacio sonoro

Nacho Bilbao y Pilar Calvo

Vídeoescena

Davitxun (AAI)

Ayudante de dirección

Juanma Romero

Ayudante de iluminación

Gustavo Segovia

Ayudante de vestuario

Tania Tajadura

Alumnas en prácticas

Lucía Mira-Marceli (URJC) y Ana Torres (ESAD de Castilla)

Fotografía

Luz Soria

Tráiler

Bárbara Sánchez Palomero

Diseño de cartel

Equipo SOPA

Realizaciones

Mambo Decorados (Escenografía), Sfumato Pintura escénica SL (Acabados), Taller Sol Curiel (Taller de arreglos y confección) y Maria Calderón (Taller de tinte y ambientación)

Producción

Centro Dramático Nacional

Texto creado en el VII Laboratorio de Escritura Teatral de Fundación SGAE 2018-2019

 


 


 


 



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