Teatro: El Golem. Teatro María Guerrero

El poder de la palabra sirve para jalear a las masas, pero también para manipular o distorsionar la realidad. Es tan importante ser conscientes de lo importante que puede llegar a ser el discurso, como saber que sin él no podríamos comunicarnos, seríamos como una inmensa torre de Babel. Este montaje nos mete de lleno en un caótico viaje, en el que descubriremos el verdadero valor de las palabras, como pueden llegar a descomponernos y a cambiarnos, hasta convertirnos en seres diferentes. Una caída a los infiernos, al reseteo absoluto de la mente para volver a instalar aquello que nos quieren imponer. Debemos ser conscientes de lo valioso que es lo que decimos y de la forma en que lo transmitimos.




Lo que comienza como una misteriosa enfermedad y un conflicto por la sanidad que nos es arrebatada, se va tergiversando hacia una pieza que navega entre la ciencia ficción, las realidades distópicas, en un mundo en el que se entremezcla lo onírico con lo real. La pieza nos va metiendo en un laberinto de enigmas, todo va perdiendo coherencia según avanza la obra, una deconstrucción total para crear una nueva realidad, un final en el que todo se ha dado la vuelta y todo encaja, o al menos eso parece. 


La nueva producción del Centro Dramático Nacional se nos presentaba, a priori, como una de las obras clave de la temporada. Porque un proyecto en el que unen fuerzas dos talentos como Juan Mayorga y Alfredo Sanzol llama la atención, ya que estamos ante dos de los más importantes directores y autores del panorama nacional. Si a eso le unimos la presencia de la maravillosa Vicky Luengo (no es por desmerecer al resto del elenco, pero la obra gira en torno a su figura) nada puede fallar... o si? Spoiler, lo leído los días previos a ver la obra eran poco halagüeños. Han pasado unos días desde que asistimos a la obra y aún seguimos intentando encajar las piezas. Una obra compleja, difícil, con muchos temas potentes (la sanidad colapsada, la importancia de la palabra, la manipulación, la salud mental) que se nos presentan de forma contundente, pero no con excesiva coherencia, no al menos de inicio. Un final contundente parece dejarlo todo encajado, aunque aún estamos intentando terminar de recomponerlo en nuestra mente.


El texto escrito por Juan Mayorga nos introduce en una maraña de palabras aparentemente inconexas, en un laberinto de emociones del que no tenemos muy claro como podremos salir. El propio autor reconoce que "había escrito El Golem hace unos años, pero algo ocurrió durante el confinamiento (en medio de la conmoción general, de la angustia de tantos, del temor de otros a que el orden en que habíamos vivido pudiese hundirse) que me impulsó a reescribirla y enviársela a Alfredo Sanzol. Para mi es un enorme honor que un director y dramaturgo al que admiro y por el que me siento influido, haya decidido poner en escena esta obra. Cuyo asunto, creo, es el poder de las palabras que nos envuelven y atraviesan y con las que hacemos nuestras pesadillas y nuestros sueños". Mayorga se apoya como punto de partida en la leyenda judía que nos muestra a un ser que es creado en arcilla y que cobra vida cuando, introducen por la boca una orden escrita para que la lleve a cabo (sin importarle cual sea la orden).


La dirección corre a cargo del gran Alfredo Sanzol, que crea "una atmósfera de misterio fantástico" en el que nos movemos por arenas movedizas, en el que todo está distorsionado y lleno de ambigüedad. El director cuenta que "esta historia habla del poder que tienen las palabras para construir lo que somos. En un momento de la historia en el que la capacidad de hacer circular las palabras se ha multiplicado de manera nunca antes conocida, también se ha multiplicado la capacidad de usar las palabras para mentir, destruir, deformar y manipular. Nunca como ahora habíamos sufrido el poder descontrolado de la palabra, y esta obra cuenta una historia que nos hace conscientes de algo que pasamos por alto: somos lo que decimos, somos lo que leemos, somos lo que aprendemos".

El director nos invita a una reflexión sobre los paralelismos de la obra con la realidad que estamos viviendo. "Nosotros mismos tenemos la sensación de estar viviendo una realidad misteriosa y conspirativa porque las palabras se usan para poner la verdad y la mentira al mismo nivel. Nunca como hasta ahora habíamos sufrido el poder descontrolado de la palabra". Sanzol juega con nosotros, nos manipula como hacen con la protagonista, para llevarnos a donde quiere, del modo que cada momento necesita, revolcándonos por una serie de imágenes y palabras que nos inundan y nos transportan a lugares desconocidos. Por momentos consigue que nos perdamos dentro de ese movimiento de paneles que no dejan de "bailar" al son marcado, para que aparezcamos en un nuevo lugar en el que nada es lo que parecía al comienzo. "La contundencia de la acción contrasta con la sensación de no poder atrapar todo lo que pasa".



La historia se centra en la figura de Felicia, una joven a la que le proponen un aparentemente sencillo "juego" para ayudar a su novio. En una realidad distópica pero muy parecida a la que vivimos, el sistema de la sanidad pública colapsa y el gobierno empieza a cobrar por ciertos tratamientos que antes eran gratuitos. Ismael (pareja de Felicia) es uno de los afectados. Sufre una rara enfermedad mental y se verá obligado a dejar el hospital al no poder pagar el tratamiento. Cuando todo parece abocarlos al abismo aparece la misteriosa Salinas, una empleada del hospital que le hará una oferta a Felicia: Ismael podrá continuar con el tratamiento de forma gratuita si ella accede a memorizar un texto. Una propuesta que, en principio parece muy beneficiosa. Aprenderse un texto para que Ismael se pueda curar.

Pero lo que parecía muy sencillo se va complicando cada día que pasa. Felicia va notando que "conforme haga suyas las palabras de ese texto, que no sabe quien escribió, algo dentro de ella (en sus sueños, en su imaginación, pero también en su cuerpo y en su voluntad) se irá transformando". Todo comienza a cambiar, su mundo se distorsiona, la realidad se comienza a entrelazar con los sueños, el hospital se convierte en un mundo con sus propias reglas, el camino que recorre cada día se convierte en un laberinto del que no puede salir.



Toda la obra, como dijimos al inicio, gira en torno a la figura de Felicia (descomunal Vicky Luengo) y su tortuoso camino hacia los infiernos. Vicky Luengo ("Principiantes", "El idiota", "Como una perra en un descampado") hace una interpretación prodigiosa, con una descomunal metamorfosis que la va cambiando a lo largo de toda la obra. Ya sabíamos que era una gran actriz, pero tras este papel entra de lleno en otro nivel, ya que es muy difícil hacer lo que hace a lo largo de toda la obra y con la fuerza y destreza con la que ejecuta cada escena. La desgarradora angustia que se va apoderando de ella poco a poco nos estrangula el alma, sus frágiles decisiones iniciales se van convirtiendo en gritos de ayuda, sus miedos la van acorralando mientras todo se vuelve borroso. Su mutación, tanto física como psicológica es, sin duda, lo mejor de la obra, de la que es dueña absoluta.



Junto a Luengo podemos ver en escena a Elena González ("La ternura", "Mármol", "Edipo Rey"), dando vida a Salinas y a Elías González ("La valentía", "La panadera", "El silencio de Elvis") en el papel de Ismael. Además de los tres actores, veremos a Andrés Bernal, Cecilia Galán, Leonora Lax y Kevin de la Rosa, encargados de los impecables movimientos escénicos. Los papeles (y las maneras de interpretarlos) de Elena y Elías son antagónicos. Ella interpreta a una Salinas fría, calculadora, que no se inmuta ante nada, que solo quiere cumplir los objetivos marcados. Un personaje difícil que Elena González interpreta con elegancia y solvencia. El personaje de Ismael es el caos absoluto, un hombre perdido lleno de miedos, de dudas y de preguntas sin resolver. El viaje de Elías González es el contrario al que hace Vicky, y aunque no se muestra tan evidente en la escena, nos regala una transformación que sabe medir en todo momento.


La escenografía diseñada por Alejandro Andújar (encargado también del vestuario) colabora en gran manera a crear ese mundo caótico en el que nada es lo que parece en la escena anterior. Paneles móviles que en cada escena van diseñando los espacios. Una interesante propuesta, muy potente visualmente y muy apropiada para el desarrollo de la historia. Otra pieza clave es la lúgubre iluminación de Pedro Yagüe, que transita las penumbras y los tonos azulados de las escenas más oníricas. Por último hay que destacar el poderoso diseño de sonido de Sandra Vicente, que nos mete de lleno en ese laberinto al que nos empuja Sanzol, y la brillante composición musical de Fernando Velázquez, capaz de conseguir una textura diferente de cada escena.



Tengo que reconocer que salí aturdido del teatro. Demasiados giros, muchas partes que se me escaparon, pero el final parecía ponerlo todo en su sitio. Una sensación extraña, de duda, ante lo que acabábamos de ver. Por un lado salí emocionado con la soberbia actuación de Vicky Luengo (prodigiosos movimientos coreográficos en un par de escenas que nos dejaron hipnotizados y se quedaron grabados en nuestra mente), impresionado por la ingeniosa escenografía, pero superado por un texto que por momentos me aturdía y en otros me enganchaba

Cuando consigues analizarla con perspectiva, alcanzas a ver la dimensión real de lo que se quiere mostrar, esa manipulación a la que todos, en mayor o menor medida, estamos sometido en estos tiempos de sobre exposición, de fakes news, de información "a la carta". Una reflexión muy interesante, que nos lleva a valorar el poder de la palabra, analizar lo expuestos que estamos a la desinformación. Pero, como ocurre en nuestro día a día, el mensaje dentro de la obra se pierde por momentos, se diluye en momentos inteligibles, aunque el resultado final sea contundente y poderoso.

------------------------------------------------------------------------

Teatro: Teatro María Guerrero.
Dirección: Calle Tamayo y Baus 4.
Fechas: Del 25 de Febrero al 17 de Abril. De Martes a Domingo a las 20:00.
Entradas: Desde 5,50€ en entradasinaemPrograma de mano.

Texto

Juan Mayorga

Dirección

Alfredo Sanzol

Reparto

Elena González (Salinas), Elías González (Ismael) y Vicky Luengo (Felicia)

Escenografía y vestuario

Alejandro Andújar

Movimiento escenográfico

Andrés Bernal, Cecilia Galán, Leonora Lax y Kevin de la Rosa

Música

Fernando Velázquez

Agradecimientos musicales

Cesáreo Muñoz (cello), Fátima Sayyad (voz) y Marc Blanes (mezcla)

    


 

Iluminación

Pedro Yagüe

  


 

Diseño de sonido

Sandra Vicente

Movimiento

Amaya Galeote

Ayudante de dirección

Beatriz Jaén

Ayudante de escenografía y vestuario

María Albadalejo

Ayudante de iluminación

Antonio Serrano

Fotografía

Luz Soria

Tráiler

Bárbara Sánchez Palomero

Diseño de cartel

Equipo SOPA

Realizaciones

May Servicios del Espectáculo y Mambo Decorados (Escenografía), Gerriets (Gasas de la escenografía).

Producción

Centro Dramático Nacional


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Critica, Blog de critica teatral, Critica teatral. Teatro. Reseñas. Cartelera. Programación, Crítica teatral, critica teatral Madrid, crítica teatro, crítica teatro Madrid, crítica, críticas, Madrid

Traductor