Teatro: Moisés. Teatros Luchana. Por Cruz Molina

El éxito es algo efímero que por una jugada del destino puede cambiar nuestra vida para siempre. La delgada línea que separa el estrellato del fracaso nos desliza por dos mundos contrarios, que muchas veces duelen por las pérdidas ocasionadas por el cambio. El texto de Máximo Huerta es un homenaje a la infancia, a ese periodo de nuestra vida en el que todo es posible, en el que somos poderosos y soñadores, aunque luego la vida nos demuestra que la realidad puede ser mucho más cruel. Con el mundo del fútbol como excusa, el autor nos habla de la pérdida, de los sueños, de la vida.



En la vida, el destino no se puede controlar. Esto nos lo recuerda continuamente Moisés (Antonio Aguilar). Y es que para él, aunque pasen los años y las circunstancias no sean favorables, hay que seguir siempre adelante como en un partido de fútbol, dispuestos a marcar un gol, esquivando los recuerdos que te  pueden hacer caer. Hay que sobreponerse a los penaltis, a los fuera de juego, y evitar pensar que cualquier pasado fue mejor. Hay que mirar la vida con los ojos de un inocente y más aún cuando Moisés no tiene otra forma de mirar, debido a que a los 12 años un balonazo le dejará 20 años en coma, el día de su debut como jugador de fútbol.


Como gran promesa futbolística era de prever que saliese a la luz la experiencia que vivió durante aquel larguísimo sueño, y es que los aficionados, los amantes del fútbol, no olvidan lo que le ocurrió a Moisés, por eso a su despertar es el invitado de honor en un programa de crónica deportiva, donde el presentador, un chispeante y dinámico Manu (José Emilio Vera), quiere que comparta con los espectadores todo lo que recuerda de aquel momento. Manu, como si fuese un titiritero, estira el hilo de la maraña mental de Moisés, haciéndole sentir como si fuese una gran estrella futbolística, tratándole como un héroe de guerra, todo lo que sea necesario para que la audiencia del programa suba.



Como un niño grande, vemos a Moisés que se divierte colaborando con su nuevo amigo, el presentador Manu, que le pone prueba con juegos de habilidad con la pelota, cabriolas, regates, pases y recuerdos sobre los Mundiales, como la falta de Tassotti a Luis Enrique, rompiéndole la nariz con el codo (y que nunca fue señalada), en el mundial de Estados Unidos del 1994. Nosotros como público también colaboramos en el programa respondiendo a preguntas que cualquier futbolero conoce, el ambiente se va animando en la sala creando una especie de euforia cada vez que Moisés y nosotros hacemos las preguntas .



El presentador hace de director de orquesta, llevándonos a nosotros y a Moisés a un estado de unidad, fraternidad y emoción con el fútbol. El maremoto de preguntas y respuestas es interrumpido por lo que nos cuenta Moisés, que rompe el momento. Nos quedamos paralizados observando, cómo lo hubiéramos hecho ante el profeta, viendo como separa las aguas  o como cuando vemos el balón suspendido en el aire a punto de entrar en la portería para hacer gol. En ese momento un cambio de aire o de destino, hace que todo se vaya al garete y el balón impacta sobre su cabeza. El principio del fin se hacía presente, su cuerpo no respondía, aunque él escuchaba todo lo que a su alrededor pasaba...




El éxito prometedor que la afición creía que le correspondía quedó truncado y con el tiempo Moisés pasó al olvido. Pero para su familia, para La Inma (su primer amor) y para su gran amigo el gordo... se convirtió en la esperanza de que volviera de su viaje personal. Aquí Moisés nos hace partícipes de la anécdotas que vivió antes del accidente y durante los 20 años que estuvo en coma. A pesar de estar inmóvil y no poder comunicarse, el fútbol seguía siendo lo principal en su cabeza gracias a su abuelo, que le ponía la radio para que escuchara el ruido vibrante de la afición y de los comentaristas gritando los goles. El abuelo era el único en su familia qué mantuvo la fe hasta el final, para él su dios era Alfredo Di Stefano, tanto que  tenía un altar para él y se hizo argentino por decisión propia , por eso a la hora de la tertulia el comentaba con su nieto todo lo que pasaba en el fútbol cada año, cómo era la camiseta del mundial, qué país ganó, quién marcó el gol, todo lo que ocurría cada domingo en todos los campos de fútbol.



Mientras el ruido incesante de una máquina de coser se oía al fondo (era su madre haciendo camisetas de cada Mundial), Moisés se va colocando las equipaciones, una encima de otra, a medida que va contando con detalle lo que acontecía en los partidos de cada año. Y el tiempo iba pasando, y todo parece igual para Moisés, pero en el exterior las cosas empezaban a cambiar. Su madre envejecida, la voz de su abuelo que se apaga, su amigo el gordo (su fiel compañero), al que le pasaba los mejores pases desde la banda izquierda, dejó de ir a verlo, se avergonzaba por haberle quitado la novia, la Inma...





Y al despertar, se encontró solo. Nos conmueve cómo Moisés le cuenta a Manolo, como a él le gusta llamarle, la experiencia, la sensación de desamparo, la emoción, la tristeza que vivió. Pero hubo algo que le sacó del momento más duro de su vida, sintió como precisamente la vida le había hecho una falta. Él sería el que le sacase la tarjeta roja, para expulsar todo el pasado y comenzar de nuevo. Con la inocencia de un niño de doce años, solo pensando en el ansiado debut como futbolista y aceptando que la vida no se puede controlar.

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Teatro: Teatros Luchana.
Dirección: Calle Luchana 38.
Fechas: Del 12 de Marzo al 30 de Abril. Sábados a las 20:30.
Entradas: Desde 14,90€ en teatrosluchana.

FICHA ARTÍSTICA

DRAMATURGIA:

Máximo Huerta

DIRECCIÓN:

Constanza A. Aránguiz, Nicolás Rivero y Máximo Huerta

REPARTO:

Antonio Aguilar y José Emilio Vera


FICHA TÉCNICA

DISEÑO ESCÉNICO:

Bibiana Cabral

DISEÑO SONORO Y MÚSICA ORIGINAL:

Dani Tejedor

FOTOGRAFÍA Y DISEÑO GRÁFICO:

Daniel Garrido

ILUSTRACIONES:

Jorge de Juan

REALIZACIÓN AUDIOVISUAL:

Pinea Films



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