Una oficina es un microcosmos, un espacio singular en el que conviven personalidades muy diferentes. Cada uno con sus miedos, con sus limitaciones, pero obligados a compartir ese caos en el que cada día comparten cafés. Ese lugar pasa a convertirse en un interesante crisol de historias que se entrelazan por los pasillos, pero que ocultan los secretos más íntimos. Esta obra nos enseña lo difícil que es vivir aparentando que todo está bien, que la rutina nos aporta la tranquilidad necesaria para seguir viviendo. Pero la realidad puede ser mucho más dura, y debajo de esos disfraces de aparente normalidad están los miedos, las decepciones, los anhelos que nos impiden avanzar, que nos obligan a fingir cada día un poco más, hasta que una mañana todo salta por los aires.
Esta comedia nos muestra las vidas de cinco personajes muy dispares, todos ellos unidos por la inseguridad, por los miedos, perdidos en la vida sin saber que hacer con sus vidas. "Es una obra que va sobre personas; parece como que no pasa nada, que es solo el momento cotidiano en una oficina... pero claro, pasa de todo" reconocen las actrices del elenco, para las que "en un teatro que no es teatro, es como si se colara alguien en la oficina y viera su cotidianeidad". Una pieza alocada, cargada de situaciones absurdas, con personajes que podrían ser una caricatura de nuestros propios compañeros de trabajo, una visión distorsionada de esta caótica realidad en el que vivimos.
Estos personajes son el reflejo de una sociedad perdida, el propio director reconoce que "muchas veces sentí que yo no estaba preparado, que no era lo suficientemente maduro o inteligente para afrontar los desafíos más simples de la vida. Como si todos los demás hubieran recibido un manual de instrucciones que a mi no me llegó. La incapacidad absoluta como sello de fábrica y sin embargo un deseo enorme de vivir. Torpemente, pero al menos intentarlo".
Esta coproducción de Producciones Teatrales Contemporáneas, Timbre 4 y Sebastián Blutrach nos muestra a personas solitarias, en busca del amor, que sobreviven en una rutina tóxica de la que no saben salir, aparentando algo que no son para que todo permanezca en su sitio. Colapsados por el miedo, se niegan a afrontar sus derrotas, prefieren ver la vida pasar mientras se centran en sus rutinas, dándole la espalda a los problemas y aparentando que no pasa nada. "Mientras tanto, se vive, se intenta. Miedo a que sepan quién soy. Miedo e incapacidad. La historia de querer y no saber qué hacer. La historia de un intento absurdo. Y subir las escaleras. Y querer vivir cada día a pesar de todo. Algo más". Cinco vidas que se entrelazan hasta llegar a ahogarse unas a otras.
Claudio Tolcachir ("Próximo", "Emilia", "Dinamo"), autor y director de la obra, se ha convertido por méritos propios en uno de los referentes del teatro argentino. Esta obra, estrenada en Buenos Aires en 2008, pertenece a la trilogía, junto a "La omisión de la familia Coleman" y "El viento en un violín", con la que se dio a conocer como creador. Las tres piezas cosecharon un gran éxito y consagraron a Tolcachir dentro de la escena de nuestro país, en el que trabaja con asiduidad.
Para el director argentino esta es "una obra de actores", pero lejos de buscar similitudes con los intérpretes de su estreno, el autor reconoce que "procuro que sean muy diferentes, porque si buscas uno similar terminas extrañando la energía del otro. Hay algo en la energía de este elenco que me parecía desafiante: imaginarme a estos personajes en estos cuerpos. Lo divertido, lo que me apasiona, es ver por dónde lo llevan los actores, y ver cómo entienden sus personajes. Yo trato de hablar poquito, prefiero ver cómo le resuena el texto a cada uno y, si veo que no funciona, aportaré. Pero muchas veces el actor, desde su inocencia o su intuición, toma caminos que son mucho mejores que los que tú habías imaginado. El personaje es una semilla que ha de crecer en cada cuerpo y que permita al autor y director descubrirlo".
Tolcachir reconoce que "hacer teatro para un actor es un gran compromiso, y yo sentía mucha responsabilidad. Pero fue muy hermoso ver cómo erraban, cómo jugaban, cómo se apropiaban del texto, que es lo mejor que te puede pasar, que los actores digan: esta historia es mía". El director sabe adaptarse como pocos a lo que le dan los actores, adaptando su idea del personaje a lo que va surgiendo durante los ensayos, con lo que consigue que cada personaje sea en parte creación individual del actor, y de esta manera conseguir que sean diametralmente opuestos unos a otros. El director habla con emoción de ese periodo de creación en el que se cocina a fuego lento la obra: "cuando empieza el ensayo me olvido del mundo. Afuera los ruidos son distintos porque mi vida es distinta. Pero el ensayo es casi mi único lugar de paz: el trabajo con los actores, con los cuerpos de los otros, con lo que está pasando cada día... Dentro del ensayo me siento libre. En el ensayo y en las clases; me siento útil, siento que aunque no sepa, me gusta no saber. Me acepto a pesar de no saber, de perderme... Confío mucho en que va a aparecer; es el lugar donde más feliz soy y más seguro; donde mi parte insegura no sufre tanto".
La historia transcurre en una oscura oficina, que nos sitúa instintivamente en el sótano de un gran edificio. Dejados, abandonados a su suerte, los peculiares trabajadores de esta oficina sobreviven dentro de una absurda monotonía, en la que están más pendientes de la vida del compañero que del trabajo en si. Un lugar destartalado que sus habitantes intentan humanizar, porque eso es lo que realmente les falta a estos melancólicos personajes. Pese al humor y el sarcasmo, los personajes destilan melancolía, soledad, miedo, se encuentran desubicados en un mundo que los ha empujado a este sótano en el que no pasa nada. Pero ese mismo lugar se convertirá, a lo largo de la obra, en la casa de una pareja ajena a la oficina, en un bar, incluso en el consultorio de un médico. Todo ello para ir descubriendo las piezas de este puzle, para ir mostrándonos las heridas de cada uno de los personajes, para hilvanar todo aquello que parece deslavazado al inicio.
Todo gira en torno a estos cinco personajes, tres que conocemos en la oficina y la pareja que deambula por el espacio mostrándonos su relación. Cinco personajes con una búsqueda casi obsesiva del amor, pero que a la vez son incapaces de relacionarse de una manera sana. Se sienten solos, incomprendidos, perdidos en una vida a la que no encuentran un significado. La rutina se convierte en su huida hacia adelante, su salvavidas para no pensar en todo lo que no les gusta de ellos mismos. Como podemos leer en la sinopsis de la obra, son "cinco vidas, cinco deseos de amar, cinco personas incapaces. Mientras tanto se vive, se trabaja. Miedo a ser, miedo a que sepan quién soy. Miedo e incapacidad".
La pieza consta de dos historias que se van solapando en el espacio escénico. Por un lado tenemos la peculiar oficina en la que nunca termina de pasar nada, y los personajes parecen tener claro ese ver la vida pasar, mientras en la otra historia conoceremos la relación de dos jóvenes, ella muy enamorada, él poniendo el freno en todo momento, a base de evasivas y respuestas cortantes. Son los personajes los que llevan el peso de la función, pasando la historia a un segundo plano. Son cada uno de ellos lo que llama nuestra atención, como si de pequeñas piezas misteriosas se tratase. Todos son aparentemente normales, podrían ser nuestros compañeros de trabajo, y a la vez son inusualmente extraños, con una misteriosa tristeza que los engulle y que nos insinúa una vida mucho más compleja de la que vemos. Con este halo de misterio, comienzan a tener gran presencia los silencios, intentamos escudriñar en aquello que no nos dicen, para descubrir quienes son realmente.
Estas cinco almas perdidas que deambulan sin rumbo por el mundo son Natalia Verbeke("Invencible", "Dos más dos", "Espía a una mujer que se mata"), en el papel de Sandra, Carmen Ruiz ("Ronejo", "7años", "Bajo terapia") como Moni, Carlos Blanco ("Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach", "Somos criminais", "Unha noite na praia") dando vida a Héctor, Nuria Herrero ("Nápoles Millonaria", "Venus", "Linda Vista") interpretando a Sofía, y Gerardo Otero ("La calma mágica", "Tebas Land", "Tribus") como Manuel. Los tres primeros son los compañeros de trabajo que intentan buscar una salida a sus oscuras vidas. Sofía y Manuel, son la joven pareja que parece remar en direcciones contrarias. Sandra, Moni y Héctor intentan aprender a relacionarse con el mundo, poder sacar la cabeza de la pesada carga que les aplasta, su propia vida.
La obra gira en torno a una genial Carmen Ruiz, que cual maestra de ceremonias es la que lleva la voz cantante, con su conocida facilidad para el humor es la que lleva el peso de los diálogos más divertidos, de las situaciones más absurdas, de las escenas más brillantes. Junto a ella, Natalia Verbeke es una Sandra hundida, que se ve atrapada en su vida, acosada por su compañera sobreprotectora, en una relación que nos da momentos muy cómicos. El tercero en discordia es Carlos Blanco, que interpreta a un oscuro Héctor, que intenta pasar desapercibido por la vida, sin hacer ruido, sin que nadie le pregunte por todo lo que no le gusta de si mismo. Hay que destacar la magnífica actuación de Nuria Herrero, siempre cargada de energía, que se lleva por delante a su pareja escénica. La fuerza que transmite, la solvencia para encarar las distintas situaciones y la facilidad para transitar la comedia y el drama, hacen de su personaje el más complejo de la obra.
Todo ello sucede, como ya hemos dicho, en un único espacio escénico, creado por Almudena Bautista (responsable también del vestuario) que ha sabido captar a la perfección la decrepitud de la oficina, el caos en el que solo sus usuarios saben desenvolverse, la melancolía que recorre toda la historia. Fundamental para crear ese ambiente es la iluminación tenue creada por Ion Aníbal López, que sabe jugar a la perfección con las luces, las sombras y los espacios en penumbra.
En definitiva, estamos ante una comedia que calla más de lo que dice, en la que debemos leer entre líneas, en la que todos los personajes nos ocultan su verdadero dolor. Una historia de la vida cotidiana, distorsionada por unos peculiares personajes a los que la vida los tiene atrapados en una espiral de rutina de la que no saben como escapar. Adéntrense en esta peculiar oficina y en los diferentes lugares que nos propone la obra. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES VIDA.
Escenografía y Vestuario: Almudena Bautista Iluminación: Ion Anibal López Diseño espacial: Claudio Tolcachir Diseño Gráfico: Javier Naval
Distribución: Producciones Teatrales Contemporáneas S.L. Ayudante de dirección: Carlos Montalvo Productores asociados: Jonathan Zak y Maxime Seugé Producción ejecutiva: Olvido Orovio
Dirección de producción: Ana Jelin Texto y dirección: Claudio Tolcachir
Tercer Cuerpo es una coproducción de Producciones Teatrales Contemporáneas, Timbre 4 y Sebastián Blutrach
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