“Money. Get away. You get a good job with more pay and you're okay. Money. It's a gas. Grab that cash with both hands and make a stash. New car, caviar, four star, daydream. Think I'll buy me a football team”. Así, a golpe de Pink Floyd, con un calor estrepitoso en el asfalto de la Gran Vía, nos recibe este montaje, donde poco más o menos quiere decir que con dinerito consigues todo todito.
Mucho más poético, la letra de esta mítica banda. Y más castizo, el dicho Poderoso caballero es Don Dinero, con todas sus mayúsculas, y si hablamos de este dinero cibernético, criptodinero, dinero estelar o como coño se quiera denominar, pues mucho mejor. Al fin y al cabo, la conclusión es nítida. El dinero, en esta nuestra sociedad, sí da la felicidad.
Las cosas claras. La sinopsis lo deja clarinete. César, un friki cibernético está forrado de criptomonedas. Sally quiere promocionar como poli mala malota que busca su hueco en un mundo hormonal y hombruno considerable, y lo ha de conseguir deteniendo a estos frikis hackeadores. El caso es que se conocen, se van conociendo, se va enredando la cosa y…. Y nos hacemos la mítica pregunta de si todo vale para conseguir nuestros sueños, si lo material en este mundo jodidamente mezquino es lo más placentero cuando las necesidades no están cubiertas, si el dinero, aunque sea virtual, nos marca el día a día en este primer mundo tan disparatado y tan gris en ocasiones.
Gris y anodina. Solitaria. En este tapiz codicioso en busca de lo fácil , de lo que todos anhelamos en mayor o menor medida, aparecen César y Sally, Alejandra Pino y Víctor Sainz, con una escucha en escena elogiosa, llena de miradas, de gestos, de silencios, de guiños. De complicidad. Y no es fácil mantener esta energía durante noventa minutos. Víctor y Alejandra nos conducen a una vertiginosa historia actual, con mafiosos rusos, con hackers inquietos, con policías desalmados, con hambre de humor, porque el humor está presente desde el minuto uno.
La nueva religión. El redismo, del que todos somos acólitos practicantes en mayor o menor medida. Una orgánica dirección de José Masegosa, actor y cantante de musicales, al que hace tiempo le llamó el gusanillo tan atractivo de dirigir. "El ascensor", "El lamento de las Divas", o "Macabaret" son sus anteriores montajes. En Bitchcoin, la música, el movimiento, la danza está muy presente; nos brinda transiciones dinámicas que sirven para seguir con ojos como platos, sin bajar la guardia. Esperando el nuevo ciberataque, o ciberdefensa, o ciberleches.
Su autor, Ramón Paso, nieto de Alfonso Paso y bisnieto de Jardiel Poncela (no me quiero imaginar sus reuniones familiares como han tenido que ser, lo digo con envidia y admiración), lleva ya una amplia trayectoria de montajes, siendo director de PasoAzorín Teatro, que desde 2012 desarrollan proyectos críticos y reivindicativos, tan necesarios en estos días. En estos calurosos días de verano podemos ver dos de sus últimos montajes, como "Filomena", "El secreto" (ambos en el Teatro Lara) y a final de mes llegará su próximo montaje "Al abanico de Lady Windermere de Oscar Wilde". Con Bitchcoin nos muestra ese otro punto de vista del porqué de las cosas, de entender al otro en sus fechorías, en sus andanzas o en sus miserias también.
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Teatro: Pequeño Teatro Gran Vía.
Dirección: Gran Vía 66.
Fechas: Del 12 de Julio al 4 de Septiembre. De Martes a Jueves a las 22:00. Viernes y Sábado a las 22:30. Domingos a las 20:00
Entradas: Desde 16€ en gruposmedia.
Ficha Artística
Intérpretes
Alexandra Pino es Sally
Víctor Sainz es César
Dramaturgia: Ramón Paso
Dirección: Jose Masegosa
Escenografía: María Arévalo
Vestuario: María Arévalo
Iluminación: Juanjo Llorens
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