Cuando lleguen al alto de
Sobrepuerto estará, seguramente, comenzando a anochecer. Sombras espesas
avanzarán como olas por las montañas y el sol, turbio y deshecho, lleno de
sangre, se arrastrará ante ellas agarrándose ya sin fuerzas a las aliagas y al
montón de ruinas y escombros…
Lo que acabáis de leer son las primeras palabras de Lluvia amarilla, la novela que Julio
Llamazares publicara mucho antes de que la
España vacía fuera un eslogan. Al comienzo de su adaptación teatral vemos a
un hombre sentado sobre una cama sencilla en un escenario austero que repite
esas mismas palabras. Lo que le escuchamos entonces contar, con dignidad y
dolor, no es sino la rememoración de la próxima llegada de gentes de otro pueblo. Suben después de
mucho a recoger su cadáver, nos explica. Él sabe que va a morir gracias a la
sabiduría dudosa que le otorga el haber sido, durante demasiados años, el
último habitante de Ainielle. Por eso, imagina los pasos cautos de los vecinos
que encontrarán su cuerpo tendido en el mismo lugar desde el que nos habla.
Antes, Andrés, a quien interpreta Ricardo Joven,
fue un hombre normal, casado, padre de varios, con amigos y heridas. Cómo quedó
solo entre las piedras cansadas de esa Ainielle mitológica será lo que nos
descubrirá él mismo, frase a frase, envejeciendo con cada gesto. Desgranará
rencores. Luchará contra un tiempo que ya no es el suyo. Se aferrará a esa casa
que levantó su abuelo y que es su todo, porque ahora ¿quién la va a cuidar?, se
pregunta. Es un hombre aplastado por la historia.
Uno de los riesgos de llevar a escena esta novela es
el peso del lenguaje. Pródigo, en ella resulta exacto al contar la desaparición
de la memoria, pero rompe la teatralidad. Jesús Arbués al adaptarla no olvida
la palabra, la establece como pilar y la adorna poco, apenas la voz de Alicia
Montesquiu, un buen audiovisual (David Fernández y Óscar Lasaosa) y
el mero trabajo actoral, y es un acierto. Montesquiu, es Sabina en el
escenario (la mujer de Andrés), pero sobre todo es el alma de la aldea hecha
canciones. Ella dota de cuerpo a la atmósfera tan importante en este trabajo.
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