Teatro: Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo). Teatro Quique San Francisco.

La vida de los riders es un fiel reflejo de nuestra sociedad, que transita a la carrera sin dejar nunca de correr. Una vida descontrolada, en la que todo está vigente apenas unos minutos, lo que dura esa entrega a la que hay que llegar en el tiempo estipulado. Una forma de vida, y en definitiva una sociedad, que vive supeditada por el consumo, en un individualismo feroz en el que lo queremos todo y lo queremos para ayer. La dictadura del algoritmo que nos atrapa y nos condena a vivir según sus indicaciones, siempre a la carrera pensando lo próximo que queremos comprar, lo siguiente que vamos a hacer, mirando hacia adelante y nunca a la persona que tenemos al lado.

La cruda realidad del mundo de los riders nos golpea en esta ingeniosa propuesta, en la que desde la comedia más ácida nos hace una voraz crítica de nuestra sociedad. Una historia que nos habla de lo difícil que lo tienen los jóvenes para poder trabajar de aquello para lo que se han formado, nos muestra de forma descarnada la realidad de la nueva "economía colaborativa" que lejos de su propósito inicial ha llegado para precarizar aún más los empleos, pero desde la perspectiva de que es el propio trabajador quien se marca sus límites, una forma de decir que se deben autoexplotar para poder conseguir unos objetivos mínimos. Una aparente estabilidad que es mucho más endeble que muchos trabajos de los considerados precarios en otra época. Cobrar mil euros, algo que antes se consideraba precariedad y que en estos tiempos de falsos autónomos es un logro. Trabajos basados en un algoritmo que nos condena a hacer horas de más, kilómetros de precariedad para conseguir subir en el escalafón, precariedad autoimpuesta sin ninguna protección social ni compromiso por parte de la empresa explotadora.



Esta producción de La Caja Negra Teatro ("Loba", "Addio del passato") nos divierte y nos golpea a partes iguales. Una incisiva propuesta cargada de humor negro, verdades como puños disfrazadas de comedia, mucho sarcasmo y una gran cantidad de situaciones que nos empujarán a plantearnos nuestras propias vidas. La vida atropellada que todos tenemos, en mayor o menor medida, reflejada y llevada al extremo en las peripecias de un joven rider que hace todo lo posible para cuadrar sus números y su vida, aunque parece que no consiga alcanzar sus objetivos muy rápido que pedalee. Una inteligente propuesta que nos muestra esta nueva forma de afrontar la vida, basándolo todo en algoritmos que nos dicten lo que somos y lo que queremos. La llamada economía colaborativa en el centro de la polémica, un engaño que hace que las ciudades se inunden de bicis desbocadas para intentar llegar a tiempo con el pedido... y poner siempre buena cara.



Escrita y dirigida por Íñigo Guardamino ("Monta al toro blanco", "Castigo ejemplar yeah", "Este es un país libre y si no te gusta vete a Corea del Norte", "Metálica"), uno de los creadores más representativos de su generación, que con cada nueva propuesta nos muestra el mundo desde la más ácida comedia pero siempre con una descomunal certeza a la hora de plantearnos esas preguntas que nos removerán al salir de la sala. El autor reconoce que "mi idea, además de contar una historia que deleite, entretenga y lo que quiera que sea que haga una historia, era hablar de la economía colaborativa en su versión más siniestra. Lo de "colaborativa" es un doble lenguaje digno de Orwell, ya que la relación entre trabajador y empleador dista mucho de ser de iguales o de mutuo beneficio. Esta nueva economía se vende como cool o disruptiva y escatima en cosas tan antiguas como la estabilidad laboral o la protección social. Aparentemente, ahora no es el bienestar del trabajador sino el del consumidor el que se tiene en cuenta". 


La precariedad disfrazada de emprendimiento. El rider es el que se marca sus horarios en esta nueva era tecnológica, en la que al final todo se deshumaniza cada vez y nos convertimos en súbditos de las aplicaciones, de los algoritmos, de la tecnología. Guardamino lo tiene claro "no hay oferta sin demanda, sin esa "necesidad" de satisfacer de la gente que pide, muchas veces por pereza, por aspiración o por los horarios imposibles de nuestra forma de vida. Ese famoso "aquí y ahora" o "porque yo lo valgo" que hace que seamos incapaces de hacer algo tan heroico como bajar al súper y exijamos en muchos casos entregas en media hora, en fin de semana o en condiciones climatológicas complicadas cuando, realmente, esa urgencia no existe. Parece que estamos entregados a esta nueva forma de consumir y de ser, porque ya todo es una misma cosa. ¿Por qué nos comportamos así? ¿Podremos parar esto? ¿Queremos?". Estas preguntas que el autor nos deja en el aire nos deberían hacer recapacitar sobre los ritmos que imponemos a nuestras vidas, sobre la exigencia de la inmediatez, sobre la obligación de consumir compulsivamente sin pensar en la explotación que sufren aquellos que realizan el servicio.



La obra nos da una clara imagen del mundo en el que vivimos. El individualismo, la precariedad extrema, lo efímero, la inestabilidad, la dependencia tecnológica, la deshumanización de nuestros barrios, la fragilidad de unas vidas que se basan en una continua huida hacia adelante. Un castillo de naipes de naipes al que seguimos poniéndole pisos, con la seguridad de que en cualquier momento todo se vendrá abajo, más pronto que tarde. Una comedia que nos habla de nosotros mismos, que nos muestra la cara amable del repartidor al contar un chiste en la entrega, la doble moral de querer todo al momento sin preguntarnos por la situación de la persona que nos trae el paquete, una propina por llegar a tiempo, una buena reseña en la aplicación, pero todo ahora, ya, inmediatamente, como si se fuese a acabar el mundo. Una comedia ácida, directa, demoledora, que nos habla a las claras de la explotación de la llamada economía colaborativa, el nuevo negocio en el que las empresas son cada vez menos responsables y el trabajador está cada vez más indefenso.


La historia nos muestra la crudeza de esta precariedad laboral ejemplificada en un joven que no puede trabajar de lo que ha estudiado y comienza a trabajar como rider en una empresa de entrega a domicilio llamada Hermess, como única vía de escape para su situación. En esta empresa no conocerá a su jefe, estará al expensas de lo que le dicte la aplicación, de lo que le ordene el algoritmo, entrando así en una rueda que cada vez le exige más, y que nunca le deja frenar. Allí conocerá a un peculiar grupo de riders que, como él, se agarraron a esta opción como única tabla de salvación para una vida de precariedad, dentro de una enloquecida sociedad sumida en un descontrolado capitalismo. El joven rider intenta compaginar su vida personal con la vertiginosa actividad de la aplicación, que le impone horarios imposibles, incompatibles con la vida. En este intento de lidiar con sus dos mundos se irá separando cada vez más de su pareja y de su madre, obsesionado por llegar a los parámetros exigidos por el algoritmo. En esta carrera hacia el precipicio tendrá que descubrir que quiere hacer con su vida, si es que la vorágine de sus entregas se lo permite.



El joven rider está interpretado por un siempre fantástico y enérgico Alex Villazán, que una vez más demuestra sus capacidades interpretativas... y físicas. Su interpretación está cargada de energía, de velocidad, de fuerza, pero también de angustia y de descontrol, al verse abocado sin remedio a una carrera continua que ni él mismo sabe a donde le llevará. David, el joven rider, está desesperado porque no encuentra trabajo tras acudir a varias entrevistas sin éxito. Lo que él no sabe es que comenzar en el mundo de los riders puede ser aún más estresante y frustrante que la vida que quería dejar atrás. En su nuevo trabajo conocerá a Samu, un rider veterano al que interpreta de manera deliciosa José Emilio Vera. Este colombiano, evangélico, utilizará a David como antes otros lo utilizaron a él, en una cadena sin fin de continua explotación. 

En el lado contrario está Luisa, la madre de David, a la que da vida la siempre impecable Belén Ponce de León. Ella es una mujer separada que ha educado como ha podido a David, pero que no ve con buenos ojos que trabaje en Hermess. Funcionaria de tráfico, es aficionada a dibujar en carboncillo los accidentes que ve en su trabajo. Belén, o Luisa, nos deja algunas de las escenas más divertidas de la obra. Y por último tenemos a Marta, la pareja de David, a la que da vida de manera muy convincente Katia Borlado. Aunque se queja de la situación de David, Marta vive también autoexplotada, en su caso como comunity manager, y es una fiel defensora del poliamor y las relaciones abiertas, lo que hace que poco a poco se vaya distanciando de David.



Todo ello en una escenografía sencilla, diseñada por Paola de Diego (responsable también del vestuario) formada por una serie de bloques de distintos tamaños, unos fijos y otros móviles, con los que se van configurando las diferentes escenas de la historia. El espacio se va configurando con la cuidada iluminación de Bea Francos (responsable también del movimiento corporal de los actores), que da un tono lúgubre a la mayoría de las escenas, a mitad de camino entre lo misterioso y lo bucólico. Por último hay que destacar el espacio sonoro creado por David Ordinas, pieza fundamental en el desarrollo de la historia.


En definitiva, estamos ante una comedia contundente y necesaria. Una propuesta diferente cargada de crítica social y que nos deja muchas e interesantes preguntas en el aire sobre las que poder recapacitar. En este mundo que vive a la carrera es necesario preguntarse si todo esto es necesario, si lo que nos vendieron como economía colaborativa no deja ser una nueva forma de esclavitud, si necesitamos tenerlo todo al minuto, si no podemos bajar de revoluciones y tomarnos las cosas con más calma. Vayan a ver esta ácida y delirante comedia, saldrán con las respuestas algo más claras. Nosotros al menos, hemos decidido bajar las revoluciones...

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Teatro: Teatro Quique San Francisco
Dirección: Calle Galileo 39.
Fechas: Del 23 de Marzo al 23 de Abril. De Miércoles a Domingo a las 19:00. Duración: 95 min.
Entradas: Desde 14€ en teatroquiquesanfrancisco.


FICHA ARTÍSTICA:

Dramaturgia y dirección: Iñigo Guardamino
Reparto: Alex Villazán, Belén Ponce de León, Jose Emilio Vera y Katia Borlado
Escenografía y Vestuario: Paola de Diego
Iluminación y movimiento corporal: Bea Francos
Ayudante de Dirección y Coreografía: Pablo Martínez Bravo
Ayudante de Escenografía y Vestuario: Guillermo Felipe Señaris
Espacio Sonoro: David Ordinas
Fotografía: Carmen Prieto Remón
Diseño cartel: Andrés Sansierra
Producción Ejecutiva: Isabel Castaño
Una producción de La Caja Negra Teatro


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