Entramos en la sala Fernando Arrabal de Matadero con la sensación de que vamos a asistir a una de las obras más esperadas de la temporada. Y al salir solo podemos decir que no estábamos equivocados. El portentoso montaje que acabamos de disfrutar no desmerece para nada a la versión cinematográfica que todos tenemos en nuestra mente, que ya es bastante decir. Tras una gira que le ha llevado por toda España, llega a Madrid para cerrar temporada uno de los títulos más esperados de los últimos meses. Una pieza especial por asentarse sobre una de las grandes obras maestras de nuestra literatura, pero sobre todo por mostrarnos como nuestra sociedad parece anclada en esas luchas de señoritos y sirvientes, de poderosos que se aprovechan de los pobres, la lucha de clases en estado puro.
La prodigiosa novela de Miguel Delibes bucea como pocas en la España rural de los años sesenta, en plena posguerra, esa en la que los pobres no podían levantar la voz y vivían bajo el yugo de los nobles, que los trataban como a míseros objetos de trabajo. Una historia que retrata a la perfección esa España rural, acobardada, marcada por la miseria y el miedo, por la renuncia a una vida digna y el sometimiento a la dictadura del "señorito". Un desgarrador relato que nos enseña (y nos invita a reflexionar) la vida en los cortijos de Extremadura, en el que los dueños maltratan a los campesinos a sus servicios y los obligan a permanecer a su lado, sin importarles lo más mínimo sus derechos ni lo que quieran, mientras les obedezcan y les sigan en sus cacerías. La película, estrenada en 1984, fue todo un acontecimiento y una revolución (incluida la mención especial del jurado en el Festival de Cannes), con un reparto de lujo encabezado por Alfredo Landa, Paco Rabal, Terele Pávez y Juan Diego.
Este espectacular montaje es una producción de GG Producción escénica y Teatro del Nómada, en coproducción con Carallada!!, AJ Claqué, María Díaz Comunicación, Mardo, Juan Carlos Castro, Saga Producciones y Diodati se mueve. Este fantástico montaje nos habla de una época, de un país, pero también de libertad, de honor, de la resignación a un destino que parece escrito, de la subordinación al poder, del despotismo de los poderosos, de la esperanza de un cambio que nunca llega, de la soledad de esos cortijos tan inmensos como vacíos de vida. Como explica Javier Gutiérrez, protagonista de la obra, "La sociedad española actual está más instruida en general que la de nuestra obra, pero cero que seguimos viviendo en una sociedad egoísta, resignada y poco dada a ser empática. La pregunta es ¿Qué nos está pasando para estar sometidos, como Paco, a "señoritos Ivanes"?".
Fernando Marías y Javier Hernández-Simón han sido los encargados de la adaptación de esta novela, una de las piezas clave de la literatura del siglo XX. Marías reconoce que "Delibes, en poco más de ciento cincuenta páginas, crea un universo tan sólido y veraz que a veces parece trascender a su autor, existir por encima de él e incluso a pesar de él. Habitan ahí personajes extraordinarios, gozosos, más vivos y complejos en cada nueva lectura, que surgen de una mirada lúcida e inmisericorde sobre la España de una época, que es también mirada sobre el ser humano, sobre el mundo y, sin duda lo principal, sobre la España de hoy. Todo ello a través de la palabra precisa que parece en cada línea inventar la literatura: quién leyó "Los Santos inocentes" lo sabe". La idea de versionar una obra tan universal parece compleja, y más cuando permanece en la memoria colectiva la película de Mario Camus. Fernando Marías reconoce que han querido, de forma premeditada, alejarse de la obra de Camus para "reinterpretar a los personajes desde la mirada de hoy y, en todo caso, desde la nuestra". Una meticulosa adaptación en la que queda la esencia de la novela pero en la que los personajes toman una nueva dimensión, un nuevo empaque que les hace enraizar aún más los problemas de clases, entre los que se evidencia la importancia de la educación para la posible emancipación de los criados.
La dirección corre a cargo de Javier Hernández-Simón ("Mariana Pineda", "Fuenteovejuna", "El Avaro", "Diktat") que ha realizado un trabajo excelso, tanto en la búsqueda de los distintos ritmos dentro de la obra como la meticulosa creación de cada uno de los personajes. Un trabajo cuidado en el que ha sabido transitar por la esencia de la obra, sacar el corazón de los personajes y adaptarlo a las tablas con un montaje poderoso y de una gran belleza formal. El director se cuestiona "¿Qué es la libertad? ¿Es posible ser libre en un mundo social? Y si no lo es... ¿A qué se debe el profundo anhelo de libertad que reside en cada uno de nosotros y nosotras?" y con ello los límites de la propia libertad, sin duda uno de los pilares fundamentales del montaje. Hernández-Simón explica que "deberíamos preguntarnos quién establece esos límites y si en su concepto más primario es posible que la libertad individual termine, y si lo hace, si la libertad tiene límite, ¿Somos verdaderamente libres?". Este tema, tan de actualidad en estos tiempos (donde se manipula su significado con mucha facilidad), sobrevuela toda la obra como la bandada de pájaros que preside el escenario.
El personaje de Azarías es el que vive en total libertad, sin tener que someterse a nada ni a nadie, con los problemas que eso le conlleva al vivir en el cortijo del señorito Iván. Azarías es "un personaje que no entiende de límites o normas, pero que percibe a la perfección la diferencia entre el bien y el mal". En el lado opuesto está Paco, que intenta mantenerse fiel a los dictados del señorito, por mucho que sepa que muchas de las cosas a las que le obligan son injustas, incluso inaceptables entre personas que se respeten un mínimo. En este punto, el director de la obra nos plantea lo siguiente: "Si en el silencio de la butaca nos detenemos un instante a escuchar esa profunda pulsión de libertad que late en nosotros... ¿La dejaríamos salir a "correr el Cárabo" como Azarías... o como si de Paco se tratara responderemos "A mandar, que para eso estamos?".
Y mientras intentamos resolver esta pregunta, entremos de lleno en lo que nos cuenta Delibes en esta historia, que no es más que un reflejo de lo que es nuestra sociedad. La historia, pese a situarse en los años sesenta del pasado siglo, es un fiel reflejo de lo que somos como individuos, de lo que fuimos en aquellos años, pero que no es muy diferente a lo que somos hoy en día. La historia comienza cuando la familia de Paco, el Bajo, regresa a trabajar al cortijo del señorito Iván, en el que hacen todo tipo de trabajos sometidos a unas condiciones muy próximas a la esclavitud, casi como en un sistema feudal. Todo parece anclado en el tiempo en ese cortijo extremeño de la posguerra. Pero inevitablemente las cosas están cambiando, por mucho que le moleste al señorito, y los criados quieren que sus hijos estudien para que puedan tener un futuro mejor que el que han tenido ellos. Todo se tensa en el momento en que llega la época de caza y Paco no puede acompañar al señorito porque se ha roto el peroné. Las presiones del déspota Iván, para que le acompañe pese a que no puede casi ni andar, retratan la crueldad y la ceguera moral de una clase social que vive instalada en sus privilegios heredados que consideran inquebrantables, mientras que los pobres que los sufren intentan soportarlos con la mayor dignidad y entereza posibles.
El elenco es sencillamente maravilloso. En un trabajo impecable de todos en conjunto, sobresalen en los papeles protagonistas Javier Gutiérrez, como Paco, el bajo; Luis Bermejo en el papel de Azarías; Pepa Pedroche interpretando a Régula; y Jacobo Dicenta como el señorito Iván. En el resto de papeles secundarios tenemos a Fernando Huesca (interpretando a Don Pedro y a Don Manuel) , Yune Nogueiras (dando vida a Nieves, la hija en la que todos se fijan por su potencial), Marta Gómez (en los papeles de la Marquesita y la niña chica), José Fernández (en la piel de Quirce, el hijo de Paco y Régula, y René, un francés que viene de visita al cortijo) y Raquel Varela (como Doña Pura).
El autor de esta imponente versión, Fernando Marías, explica que "hemos visto en Azarías rastros de héroe anómalo, un silencioso corazón grande y mucha lucidez en Régula, la maldad impune de Iván, que todo lo daña y todo lo hiere y todo lo quiere matar como si disputara una carrera frenética contra sí mismo... Paco, con su resignación férrea, es acaso el personaje que más nos concierne. Paco, el Bajo es la pregunta y cada uno de nosotros somos la respuesta"
Pero no podemos dejar de hacer una mención especial a los cuatro protagonistas, que realizan unas interpretaciones impecables, cada uno desde un lugar muy diferente. Luis Bermejo (para mi, el alma de la obra) nos hace olvidar a Paco Rabal en su papel de Azarías. Su soberbia interpretación, cargada de ternura, de emoción, de genialidad, nos regala un personaje que nos gana desde la primera escena, por su sinceridad, por su sencillez, por su emoción por todo lo que hace. Bermejo vuelve a demostrar que uno de actores más polifacético y camaleónicos de nuestro país. A su lado tenemos a Javier Gutiérrez como Paco, el Bajo. Un personaje que sufre por dentro más de lo que expresa por fuera. El actor nos regala una interpretación que es la antítesis de la de Bermejo, pero que encajan a la perfección. Javier crea su personaje desde lo pequeño, desde ese lugar en el que Paco debe permanecer para poder quedarse en el cortijo, pese a los continuos desplantes del señorito.
En el medio de ambos tenemos a Pepa Pedroche en el papel de Régula. Una fantástica interpretación para un personaje que tiene que lidiar con muchos frentes abiertos e intentar que su marido y su hermano se lleven bien. La actriz nos muestra a una mujer angustiada por su situación, pero esperanzada con el futuro que les espera en el cortijo. Régula sufre como nadie a lo largo de la obra, primero por Azarías, luego por Nieves y al final por Paco. Pedroche consigue mostrar toda este vaivén de sentimientos a la perfección. Por último tenemos al gran Jacobo Dicentaen el papel del odioso señorito Iván. Tengo que reconocer que el actor hace un papel descomunal, dan ganas de matarlo desde que sale a escena. La soberbia, la altanería, el desprecio con el que trata a los otros personajes, hacen una impecable radiografía de este tipo de personajes. Dicenta está impecable en este incómodo papel en el que maltrata a todos los personajes.
Si el elenco es primoroso, la escenografía diseñada por Ricardo Sánchez Cuerda es de una belleza formal impecable, que nos deja perplejos desde el mismo instante en el que accedemos a la sala. Una especie de monolito formado por diversos tipos de muebles (sillas, mesas...) preside el espacio desde un lateral, pero es inevitable levantar la vista para ver la bandada de pájaros que "sobrevuelan" el escenario. Un espacio creado desde la estética, pero que nos traslada de lleno a los áridos campos extremeños, por sus tonalidades amarillentas y terrosas. Esta perfecta ambientación se completa con la precisa iluminación de Juan Gómez-Cornejo e Ion Aníbal que saben darle a cada momento de la obra su textura precisa, jugando con las sombras y las penumbras, para meternos en esas inmensidades del cortijo, en el que hay más lugares ocultos de los que imaginamos. Todo ello se culmina con el poderoso espacio sonoro de Álvaro Renedo (responsable también de la música original), que hace retumbar en nuestra alma cada disparo del señorito, mientras escuchamos revolotear a los pájaros en su intento de huida. Por último no podemos dejar de nombrar el impecable trabajo de Elda Noriega en el diseño de vestuario, creando una identidad propia para cada personaje.
En definitiva, estamos ante uno de los montajes más imponentes de la temporada. La belleza de la puesta en escena contrasta con la crudeza de un texto descomunal. Es muy difícil conseguir que el público se enganche a una historia que todos tenemos en la cabeza por su versión cinematográfica. Pero uno de los puntos fuertes de este montaje es, sin duda, su descomunal elenco, en el que Luis Bermejo, Javier Gutiérrez, Jacobo Dicenta y Pepa Pedrochehacen olvidar a sus correspondientes intérpretes cinematográficos, que ya es mucho decir. Y poco más podemos decir de una obra que lo tiene todo para quedarse en el recuerdo colectivo por muchos años. Si pueden corran a comprar las entradas, porque como era de esperar están volando, como "La Milana bonita" de Azarías. No esperen a que nadie se lo cuente, vayan y disfruten de este soberbio montaje.
Adaptación: Fernando Marías y Javier Hernández-Simón
Dirección: Javier Hernández-Simón
Con Javier Gutiérrez, Pepa Pedroche, Fernando Huesca, Yune Nogueiras, Marta Gómez, Luis Bermejo, José Fernández, Raquel Varela y Jacobo Dicenta
Diseño de iluminación: Juan Gómez-Cornejo (AAI) e Ion Aníbal (AAI)
Diseño de espacio escénico: Ricardo Sánchez Cuerda
Diseño de vestuario: Elda Noriega (AAPEE)
Composición música original y espacio sonoro: Álvaro Renedo
Una producción de GG Producción escénica y Teatro del Nómada en coproducción con Carallada!!, AJ Claqué, María Díaz Comunicación, Mardo, Juan Carlos Castro, Saga Producciones y Diodati se mueve
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