«Un recuerdo después del Holocausto» es una obra inspirada en hechos reales que explora la complejidad de la memoria humana. Anna, una sobreviviente del Holocausto, lucha a lo largo de su vida por mantener viva la memoria de un recuerdo muy especial: la primera vez que conoció a Zygmunt en una cafetería romántica de París en 1954.
La motivación de esta obra es la vida de los abuelos de Perelman. Ambos polacos, ambos supervivientes del Holocausto (Shoá). Ya han pasado unos años desde el fin de la guerra y parece que Europa se despierta de la pesadilla. A medida que conversan, van abriéndose el uno al otro y entre ellos surge un amor que los llena de esperanza y fuerza y que los lleva a irse de París e instalarse, primero de Bogotá y después en Venezuela.
Lo que podría quedarse en una historia de amor, se vuelve una reflexión acerca del pasado compartido de ambos y de como los recuerdos se van cambiando a medida que pasa el tiempo. Y así, con la ayuda de los flashbacks y de la narración de un Dios encarnado en mujer nos lleva al nacimiento del amor, nos habla del exilio en la Latinoamérica de la postguerra, de los traumas del holocausto, del amor conyugal y familiar, del Miami del exilio, de la pérdida del ser querido y del final de las cosas. Nos muestra las vueltas que puede dar una vida.
“Mi abuelo Zygmunt Rotter (Cracovia, 1920) es uno de los sobrevivientes de la lista de Schindler, y mi abuela Anna Rzechte (Varsovia, 1930) vivió años dentro del gueto de Varsovia hasta que valientemente logró escapar con tan solo doce años. Ambos perdieron todo durante la guerra y aun así, a pesar del trauma, la soledad y las limitaciones del lenguaje, fueron capaces de emprender a nuevos mundos y rehacer sus vidas en Latinoamérica. Tuvieron la convicción y el coraje de salir adelante, y estoy convencido que sus historias tienen el potencial de inspirarnos a todos a seguir luchando, especialmente en estos tiempos tan complicados que vivimos”, comenta Samuel Rotter, coautor y productor de la obra.
La escenografía inicial
nos muestra ese típico café parisino con varios veladores rodeados de sillas
que, paulatinamente, va desapareciendo y dejando el escenario más hueco y
esencial, con tan solo un espejo de pie. La música de Edif Piaff y Jazz de
fondo nos transporta a otro tiempo. Bailes, risas y encuentros con Golda (amiga
algo liberal de Ana) y un fotógrafo cazador de turistas y de jóvenes enamorados,
junto con la narradora, anteriormente mencionada, componen el universo de aquel
instante que les cambiaría la vida por completo.
El trabajo actoral es
notable, los cambios de registro a medida que los años pasan y los recuerdos se
cambian es impresionante.
Pero no hay que
olvidarse del objetivo de la obra, que es contar la historia de sufrimiento que
soportaron muchas personas para que no se vuelva a repetir. Muy necesaria en
estos tiempos que corren.
La obra viene de la
mano de Producciones NAU, productora internacional residenciada en Madrid. Fue
fundada en el 2019 por Samuel Rotter y Carolina Perelman con la intención de “crear
proyectos de artes escénicas y audiovisuales, apostando siempre por el arte
emergente, disruptivo y poco convencional”.
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