Hay obras que tienes ganas de que se repongan y esta es una de ellas. La vimos hace un tiempo en la Nave 73 y en esta ocasión es el Fernán Gómez el que tiene el privilegio de programarla. Digo privilegio porque esta pieza es una delicia.
Ya desde el principio vemos a su protagonista manejarse
cuan autómata, destacando su fragilidad y vulnerabilidad. Que va ordenando sus
enseres al compás de una música procesionaria. Una pista del dolor que nos va a
mostrar Mariana, nuestra heroína.
Tras la procesión, que, aunque va por dentro no tarda
en exteriorizar, se nos muestra a Mariana, abandonada en una residencia donde
sólo huele a muerte o a muerto, que no son lo mismo. A partir de allí nos
sumerge en un texto delicioso, a veces tierno, a veces cómico y a veces
desgarrador.
Porque gracias a su magnífica
interpretación y su reseñable capacidad de saltar de una época a otra, entre
flashbacks y el momento actual nos muestra una España no tan lejana. Una España
de señoritos y gentes de bien que sólo quería analfabetos a su servicio. “Para
dos sirvientas que tengo, una de parto y otra de entierro…”.
Una España que reflejó tan bien Miguel Delibes en sus Santos Inocentes. Y que Mariana explica tan bien. “Porque todos nacemos con un traje y las costuras de este nos van marcando toda la vida”. Maravilla de texto que nos va envolviendo en esa trama donde todo suma; el acento, la pobreza, su padre fusilado, la condición de ser mujer, el cardo como elemento de dignidad y que tanto quitó el hambre en la posguerra. Ese cardo de las cunetas testigo de los que murieron por ser diferentes, por tener voces diferentes.
Pero no sólo tenemos a Mariana
de joven y de anciana, tenemos a la señora, tenemos a la retorcida niña que
heredará la forma de vida de sus padres y tenemos a un niño entrañable, Palomo,
el señorito al que cuida nuestra protagonista durante sus quehaceres de
sirvienta. Este chico, que aporta vitalidad y frescura a la historia también es
diferente y sufrirá por ello el resto de su vida. Este fluir de personajes en
cuestión de segundos, ayudada por un par de detalles identificativos, esta
maravillosamente llevado por una soberbia Inma González.
Todo ello para dar de nuevo
"voz a los invisibles, aquellas personas que viven en los márgenes, que
son expulsadas del sistema y silenciadas sistemáticamente, pero cuyas vidas
merecen ser contadas por la dignidad con la que han llevado su existencia".
La Compañía encargada de esta
delicia es Trajín Teatro donde el trabajo en equipo, según sus
integrantes, es lo más destacable, ya que todos aportan riqueza al proyecto.
Esta compañía nació, con Mauthausen: la voz de mi abuelo, donde también
se daba voz a los olvidados. Con El grito del cardo, estrenada en 2021,que
junto con un profundo y meticuloso
trabajo está el uso poético de todos los elementos que componen la escena que reafirma
sello de identidad de la compañía.
La idea original de esta desoladora,
pero a la vez optimista pieza, nace durante la pandemia de la propia Inma
González y de Sandra Jiménez, responsable final de la dramaturgia. Pero es Inma
González quien protagoniza y dirige esta obra, que cuenta además con música
original de Luis Miguel Lucas. La gran cantaora de flamenco Carmen Linares le
ha puesto voz a dos de los temas que suenan en la función, todo un lujo. La
copla como elemento subversivo.
Un uso magistral de las luces y
una puesta en escena con enseres antiguos cotidianos y en continuo movimiento consiguen
dos y hasta tres funciones diferentes en la misma obra. Un juego visual metafórico con unos vestidos al
principio de la obra ya te atrapa y el uso de todo el escenario hacen de la
interpretación de Inma una obra por momentos dolorosa llena de rabia y soledad
Pero siendo una obra
desgarradora tiene algunos momentos tragicómicos donde aparece un pobre pavo
cebado que acaba con un momento de justicia poética que es pura genialidad. O
sus compañeras de geriátrico. Una dormida y otra rezando bajan un poco la
tensión de la acción.
Inma González empieza
su formación como actriz en Málaga. En 1998 realiza su primer trabajo
profesional con la compañía local Octopussy Teatro.
En el año 2000 arranca su
aventura madrileña y comienza sus estudios de Arte Dramático en la
Escuela de Interpretación de Jorge Eines.
En estos momentos está al
frente de Trajín Teatro, una apuesta personal en la que está volcando todo
su saber hacer en el escenario y en la gestión cultural.
Si no pudieron disfrutar de
ella cuando se estrenó no se la pueden perder y si ya lo hicieron, siempre es
bueno refrescar aquellas obras que merecen la pena.
Dirección: Inma González
Idea original: Sandra Jiménez e Inma González
Música original: Luis Miguel Lucas
Colaboración especial: Carmen Linares
Con: Inma González
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