Salimos a la calle y están en cada esquina, pero nuestra mirada los esquiva, por una parte para no sentirnos mal y por otra para no preguntarnos cual es su historia, que les llevó a tener que vivir en la calle. Ellos son los invisibles de los que habla esta impecable pieza llena de ternura, pero también de dolor, como la vida misma. Un cúmulo de circunstancias que desembocan en un trágico final, y la vida cambia para siempre. Vayan a ver a estos invisibles, nunca volverán a girar la mirada por la calle.
Una historia que desborda ternura y dolor, que nos muestra la crudeza de la calle y la humanidad de quien reside en ella, que pese a haberlo perdido todo intenta seguir para adelante, haciendo de cada instante algo especial. Un relato que nos golpea con fuerza, que tras la imagen de una comedia esconde una brutal crítica a nuestra sociedad individualista en la que solo prestamos atención a lo que nos gusta, dejando el resto en la invisibilidad más absoluta.
Esta obra de La Coracha Teatro es una divertida y a la vez demoledora pieza, que nos hace reflexionar sobre lo inhumanos que nos hemos vuelto como sociedad, al no inmutarnos con toda esa gente que vemos cada día viviendo en la calle. La compañía nace con la intención de buscar un lenguaje propio donde desarrollar su pasión por comunicar, por hacer reír, pensar... por hacer teatro. Con esta premisa festiva y reivindicativa, reconocen que "queremos que el público se divierta, que se ría hasta no poder más, hasta que se de cuenta de que se ríe de sí mismo, de sus miserias, de las miserias de la sociedad que le rodea, una sociedad que está en nuestras manos mejorar y finalmente se vaya a casa pensando… ‘Tengo que volver al Teatro!!!".
La idea original y la dramaturgia corren a cargo de Paco Pozo, fundador de La Coracha Teatro junto a Inma Caballero (los dos intérpretes de la obra), que nos comenta que "el individualismo propio de los sistemas capitalistas distancia a las personas, y el ser humano, por naturaleza, necesita vivir en sociedad para progresar. Conocer y empatizar con las personas que nos rodean nos ayudará a caminar hacia delante como individuos y como grupo. Una idea aparentemente irrefutable, pero que se desliza por nuestras ciudades como una plaga. Ese individualismo que nos empuja a no participar en la vida social, que nos hace mirar el móvil de forma instintiva cuando alguien pide en el metro, que nos hace no ver a toda esa gente que duerme en las calles de nuestras ciudades bajo cartones.
El autor de la pieza reconoce que "quiero que el espectador sea consciente de que cualquiera de nosotros puede sufrir un giro de 180 grados y que todos los esquemas que organizan nuestra vida se pueden derrumbar. No es un canto al Carpe Diem, es más bien un grito contra el conformismo, contra el sistema, contra la hipocresía de una sociedad que prefiere invisibilizar un problema antes que afrontarlo". Tengo que reconocer que conmigo lo consiguió, salí de la sala con la cabeza llena de pensamientos sobre la fragilidad de nuestra vida y lo cerca que podemos estar de acabar en la calle.
La dirección corre a cargo de Juan Antonio Hidalgo, que nos presenta una comedia negra, o quizás un drama tamizado con pinceladas de humor. Lo que está claro es que juega con maestría los mimbres que le da el texto para crear un ambiente de cercanía desde la comedia, pero con la tensión propia del drama que sucede ante nuestros ojos. Un devenir entre el mundo fantasioso de él, que se revela ante su propia realidad, y el mundo lúgubre y pesimista de ella, que se sabe avocada a este lugar en el mundo, del que tampoco puede salir por miedo a lo que hay fuera. La necesidad de ser visible y el riesgo de serlo. Uno quiere volver al mundo de los visibles, ella teme hacerlo.
Pero vayamos a lo que vemos en escena. Veremos a Tío Mierda y a Illa. Ellos son dos personas cuyos caminos se truncaron hasta llegar a la actualidad. No tenían nada en común. Sus vidas, sus sueños, sus valores eran distintos. Sin embargo acabaron en el mismo lugar: LA CALLE. Llegados a este punto el conflicto es: ¿rendirse o luchar? De este modo nos explica Paco Pozo el argumento de la obra, una lucha por la supervivencia desde lo más hondo de nuestra existencia. Dos maneras de asumir una realidad dura, desoladora, que les obliga a buscar en las basuras, a pedir por las calles, a intentar sobrevivir un día más en la crudeza de su mundo invisible.
Él lleva poco tiempo viviendo en la calle y aún tiene la esperanza de salir de esa situación, no ha olvidado "la vida visible", la añora y la necesita, aunque no sepa como salir de ese oscuro lugar al que ha sido empujado. Ella, por contra, lleva mucho tiempo en esa situación y ya ha perdido la cuenta del tiempo que lleva durmiendo bajo cartones, tiene asumida la situación y ha encontrado en la invisibilidad su particular felicidad. Los dos llegaron a esta situación de maneras muy diferentes, pero ahora les toca convivir y luchar, cada uno a su manera por sobrevivir. Mientras que él intenta ver esto como algo pasajero, una mala racha, ella tiene claro que ese es su lugar en el mundo, que nada ni nadie podrá sacarles de allí. Hoy, les toca celebrar su primer aniversario de convivencia.
Ellos son, como ya hemos dicho antes, Inma Caballero y Paco Pozo, dos fabulosos actores que nos emocionan con sus impecables interpretaciones de Illa y Tío Mierda. Dos personajes antagónicos, con los que nos sentiremos identificados, porque podríamos ser cualquiera de nosotros. Poco a poco, la historia nos va contando de donde viene cada uno de ellos, y así vamos entendiendo un poco mejor sus miedos y sus esperanzas. Dos personajes deliciosos que tanto Caballero como Pozo saben moldear con maestría, dando el toque justo de parodia (sin llegar en ningún momento a la caricatura) y mostrando en todo momento los miedos y las incertidumbres que les aplastan y no les dejan avanzar. Impecables trabajos, llenos de sinceridad y con la naturalidad que da la complicidad que tienen los dos en escena.
La parte técnica, como el resto del montaje, está soberbia dentro de su sencillez. El director Juan Antonio Hidalgo ha sido el encargado de crear el espacio escénico, la iluminación y el espacio sonoro, y tenemos que decir que ha dado con la tecla, creando una atmósfera que nos lleva a ese submundo invisible en el que se mueven los personajes, esos lugares en penumbra que siempre evitamos mirar, ese rincón con cartones y un carrito de la compra en el que viven. El vestuario, perfectamente elegido por Inma Caballero, nos marca desde el comienzo la personalidad de cada uno de los personajes.
En definitiva, estamos ante una historia que se desliza en la crudeza de una realidad dolorosa y la sencillez de las relaciones humanas, entre la ternura de quien se revuelve ante la adversidad y el dolor de quien asume que nunca podrá salir de allí. Una deliciosa y desgarradora historia, que nos estremece y nos hace pensar, que nos divierte y nos golpea, que nos enternece y nos hace emocionarnos. Porque eso debe ser el teatro, una visión de la vida que nos llegue muy dentro, y La Coracha Teatro lo consiguen. No dejen de ir a ver a estos invisibles, para que puedan dejar de serlo.
Producción: La Coracha Teatro. Producción Ejecutiva: Inma Caballero Dirección: Juan Antonio Hidalgo Idea original: Paco Pozo Dramaturgia: Paco Pozo Escenografía: Juan Antonio Hidalgo Iluminación: Juan Antonio Hidalgo Espacio sonoro: Juan Antonio Hidalgo Vestuario: Inma Caballero Técnico de iluminación y sonido: Gari Lariz Fotografía y diseño gráfico: Encarni Vega Diseño Cartel: Alejandro Ruíz. Video: Luigi Rodríguez y Geraldine Torres Prensa y comunicación: Daniel Conde Distribución: EUNICE Producciones
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