Que de noche lo mataron en Corral de Cervantes

 

Llegan al Corral de Cervantes dos planos y un drama El tiempo como concepto, como valor, como yugo y como amo de todo. El tiempo, más poderoso que reyes, caballeros o cualquier noble que podamos nombrar.

Dentro de este se condensa todo, pueden haber pasado cuatro siglos que los valores parecen no cambiar. Tallados en el sistema, la envidia, los celos, el miedo, lo que es tangible y lo que no lo es. Marcados a fuego, imperturbables al paso del tiempo. Pero el tiempo sigue su camino como uno mas en discordia, indemne a todo. El único inmortal en esta historia, el tiempo.

 Julieta Soria presenta un texto complejo, respetando el texto original, pero más aun respetando una idea y llevando el concepto a su máxima expresión.

Hilo argumental contado de dos formas diferentes,  tiempo y espacio distinto con idénticas aristas en cuanto al fondo, si bien diferentes en la forma. Pasado y presente se funden para presentarnos un mismo camino. El camino hacia la muerte.

Ainhoa Amestoy dirige una puesta en escena en la que no deja espacio a la improvisación, todo está absolutamente medido, parece como si un movimiento fallara todo fuese a derrumbarse  y caer.

De este modo, Juan Cañas será el hilo transmisor desdoblado en mas de un personaje para presentarnos el camino a transitar y llevarnos como guía a las sombras mas oscuras. A la esencia más oscura y ennegrecida, a los miedos de los que el hombre es alma cautiva.

Don Alonso emprende el camino de Medina del Campo a Olmedo, donde Inés espera.A lomos de un caballo y con el mismo miedo a que la vida se desboque, a que le asalten los miedos, el infierno de los celos le aceche o le acechen canciones que auguren lamentos. Porque quizá Alonso en tiempo neutro no temiera a morir en sí, si no a los presagios de la muerte misma.  Por su parte, un motorista recorrerá esa misma senda hacia  la muerte que nos presenta y se topa con un ritmo frenético y vital en escena. Con un actor que se desdobla, que dibuja colores y aristas con el cuerpo y la voz.

 Innumerables matices que permanecen constantes sin que decaiga en ningún momento el ritmo. Un micrófono de apoyo que recuerda a un loop que fomenta la distopía, y el encarcelamiento sobre una misma idea, la electrónica y el ritmo robótico, que dura instantes hasta que topa de nuevo con la ironía trágica de Lope. Una catarsis emocional convertida en bucle llevada al límite perfecto para poder salir con facilidad.

Pero, en esta mezcla de ritmos, tiempos  ¿si no pudiéramos salir de esta celeridad agotadora? Si no pudiéramos salir y controlar la atmósfera  psicológica del día a día, del ritmo social, del camino que siempre tiene un mismo final ¿si no somos capaces de controlar esa catarsis? Es solo una reflexión que me venía a la cabeza cuando se descontaban los días en el micrófono de un modo cada vez mas rápido, más corto y vertiginoso. Sigamos..

 
Obsesiones que sirven al actor para hacerle más grande, herramientas y un escudo para protegerse, el del humor. Porque como en todo montaje donde esté la esencia de Lope de Vega, toda sombra siempre tiene claros que dejan respirar y tomar aire.

Juan Sebastián Domínguez en el trabajo de vestuario e iluminación creo que nos invita a pensar que cualquiera podría ser Alonso o el motorista, que podemos elegir el caballo o la moto, pero que lo fundamental no está en los vaqueros, botas y chaleco que se nos presenta con una iluminación mecida entre la noche y los lugares más mundanos del día.

Atemporalmente recomendable.
 
Teatro: Corral Cervantes
Dirección: Palacio de Cristal, Parque Madrid Río. Paseo de la Chopera s/n.
Fechas: Febrero 29 · 20:00 h Marzo  7 / 14 / 21 · 20:00 h
Entradas: Desde 14€ . CORRAL DE CERVANTES


 

 

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