La vida de una madre cambia de forma abrupta cuando sus hijos se van. Toda su vida ha girado en torno a ellos, y ahora descubre un vacío existencial al que no sabe como hacer frente. Una nueva vida en la que tendrá que convivir únicamente con un marido ausente la mayor parte del tiempo, y con una soledad que la ahoga cada vez más. Un abismo en el que parece que todo ha sido en balde, en el que siente el abandono de su entorno y la rutina se apodera de ella hasta convertirse en una cárcel de la que es difícil poder salir.
Asistimos al estreno de esta fabulosa obra con la expectativa propia de un acontecimiento de este calibre. El estreno se demora, la tensión se palpa en el ambiente. Aitana Sánchez-Gijón permanece impasible en escena mientras pasan los minutos (más de media hora de retraso), para ganarse una ovación antes de comenzar la representación. Contingencias del directo, que diría aquel. Con todo esto, el ambiente de tensión, de thriller, de emociones a flor de piel, se respira en el ambiente. Algo se ha conseguido con tanta espera. El estreno, al final, discurre como la seda y no defrauda a una platea llena, que se pone en pie para aplaudir a un elenco maravilloso que ha sabido mantener el tipo pese a los nervios que suponemos les habrán atenazado durante la espera. Ha merecido la pena.
Esta producción de
Barco Pirata y
Producciones Rokamboleskas nos propone un viaje al mundo interior de una mujer en la soledad que supone la emancipación de los hijos. Una madre que debe enfrentarse a la soledad, con un marido que nunca se ha ocupado de ella, al vacío dejado por los hijos, al miedo de enfrentar cada día sin objetivos ni ilusiones. Todo esto hace que su vida transcurra en el filo de la navaja, entre la locura y la cordura, porque el tiempo es un enemigo que le deja demasiado tiempo para pensar y elucubrar sobre lo que ha sido su vida, y si de verdad ha merecido la pena. Como podemos leer en el programa de mano, la obra
nos hace cuestionarnos cosas como ¿Puede una madre amar demasiado? ¿Existe un límite para ese amor? ¿Qué ocurre cuando un hijo crece y se va?
El texto de Florian Zeller forma parte de su trilogía familiar ("El padre", "La madre" y "El hijo"), de la que también podemos ver estos días "El padre" en el Teatro Bellas Artes (con Josep María Pou a la cabeza). El que ha sido encumbrado como "el nuevo autor teatral más apasionante de nuestro tiempo" por el crítico Mark Lawson, de The Guardian, nos sorprende con un texto plagado de emociones, de incertidumbres, de lugares oscuros, de comedia negra, de giros inesperados. Zeller es todo un referente de nuestros días, galardonado con premios tan importantes como el Tony, el Moliére o el Oscar. En esta pieza disecciona con maestría el dolor y la angustia de una madre que se encuentra perdida, tras una vida dedicada a su familia. Un texto plagado de matices, de capas, de lugares por explorar, de viajes de la ternura al reproche, del amor al odio, de la cordura a la locura.
Impecable dirección de Juan Carlos Fisher, que tras su aplaudida "Prima Facie" nos demuestra que es un excelente director de actores y que está especialmente interesado en el mundo femenino. En esta ocasión nos lleva por el desierto existencial al que se enfrenta una madre en el momento en que sus hijos se van de casa. Un personaje perfectamente moldeado, al que vemos sufrir, emocionarse, lamentarse de su soledad, enfurecerse frente a su destino. Un trabajo portentoso en el que se mezclan con maestría la comedia negra con el thriller, lo surrealista con el absurdo, lo real y lo onírico, para crear una historia angustiosa y dolorosa, pero que sentimos real y que nos dará mucho que pensar sobre la soledad de las madres tras una vida dedicada a los cuidados de sus hijos.
Una cruda historia tratada, al menos al comienzo, a modo de comedia. El relato de esta madre se centra en la relación con su hijo, pero en realidad es un interesante análisis de toda una generación de mujeres que vivieron para cuidar de su familia, sin prestar atención a sus propias necesidades. A esta mujer le invade en llamado síndrome del nido vacío, que le hace descubrir otras muchas cosas sobre su vida a las que antes no daba la menor importancia, empezando por la casi inexistente relación con su marido. Ella se castiga haciéndose preguntas que no tienen respuesta ¿Se puede querer demasiado a un hijo, hasta el punto de perder las ganas de vivir en el momento que marcha de casa para vivir su vida? Todo esto la va minando, hiriendo su ya poca autoestima, hasta verse como un ser inservible al que nadie tiene en cuenta. El relato es desgarrador, a la vez que nos engancha desde el primer momento la forma tan enigmática con la que se desarrolla la trama.
Pero centrémonos en la historia que vamos a ver sobre las tablas. Anne, es una mujer que ha centrado gran parte de su vida (sus últimos veinticinco años) en el cuidado y la educación de su hijo Nicolás, que ahora ha decidido emanciparse. Esta decisión trastoca toda la vida de la madre, que debe enfrentarse a la ausencia de su hijo, pero también a cosas que antes consideraba menos importantes, como la relación con su marido. Las preguntas se agolpan en su cabeza y le golpean con fuerza, además de hacer cada vez más vulnerable e insegura. ¿Ha vivido para ella o para los demás? ¿Ha valido la pena? ¿Hay algún sentido para lo que queda? Ahora se siente vacía y responder a todo esto le duele y le va minando, hasta el punto de saber que sentido tiene su vida.
Esta madre atormentada por la ausencia de su hijo es la maravillosa
Aitana Sánchez Gijón ("Malvivir", "Juana", "La rosa tatuada", "Los cuentos de la peste") que nos obsequia con un trabajo impresionante (agudizado el día del estreno, al tener que aguantar más de media hora en escena viendo entrar al público), de los mejores de su carrera, que en su caso es mucho decir. Le acompañan en escena
Álex Villazán ("El curioso incidente del perro a medianoche", "Equus", "La edad de la ira") interpretando al hijo ausente, Juan Carlos Vellido ("Bajo terapia", "Retorno al hogar", "Perfectos desconocidos") como el marido, y Julia Roch ("Castelvines y Monteses", "Nadie nunca nada", "Cosas a hacer para que me escuchen; desnudarme, morir") que interpreta a la novia del hijo.
Toda la historia transcurre en la aparentemente sencilla escenografía creada por Alessio Meloni. Una pared rasgada por una grieta de luz, que tensa el espacio y parece ser un reflejo de la vida de la madre, partida en dos desde que su hijo se fue. Una escenografía aparentemente fría, por el tono y la textura, que va reduciendo el espacio escénico según avanza la obra (como si el propio espacio arrinconase a la madre hacia el abismo), para reservarnos un gran truco final. Elegante e ingeniosa. Esto se acompaña de un cuidado diseño de iluminación a cargo de Pedro Yagüe, que se amolda al estado de salud de la madre, pasando de las tonalidades más frías del inicio a todos más apagados y tenues conforme avanza la historia. Todo esto se completa con la impecable composición musical de Joan Miquel Pérez, que eleva con cada nota la tensión creciente en el ambiente. El vestuario corre a cargo de Elda Noriega.
En definitiva, estamos ante una obra brillante, con un texto portentoso, que transita la comedia y el drama con maestría, que nos ahoga y nos angustia, que nos hipnotiza y nos empuja hacia el deslumbrante final, que nos entretiene y nos mantiene pegados a la butaca, con la tensión propia de un thriller psicológico. Si brillante es el texto, la dirección de Juan Carlos Fisher es primorosa, elegante, sofisticada, plagada de giros inesperados y decisiones que engrandecen el montaje. Y por encima de todo esto tenemos a la gran Aitana Sánchez-Gijón que ha construido un personaje complejo, lleno de matices, que sabe transitar con maestría y que emociona al público. Una obra brillante que disfrutará todo el que vaya a verla, aunque salga angustiado en un primer momento por la tensión que despliega.
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Teatro: Teatro Pavón. Sala Principal
Dirección: Calle Embajadores 9.
Fechas: Del 6 de Marzo al 12 de Mayo. De Miércoles a Sábado a las 19:00. Domingo a las 18:00.
Duración: 90 minutos.
FICHA ARTÍSTICA
Dramaturgia: Florian Zeller
Dirección: Juan Carlos Fisher
Reparto: Aitana Sánchez-Gijón, Juan Carlos Vellido, Álex Villazán y Júlia Roch
Composición musical: Joan Miquel Perez
Diseño de escenografía: Alessio Meloni (AAPEE)
Diseño de iluminación: Pedro Yagüe
Diseño de vestuario: Elda Noriega (AAPEE)
Ayte. de dirección: Rómulo Assereto
Adjunto dirección de producción: Fabián T. Ojeda Villafuerte
Jefa de producción y regiduría: Blanca Serrano
Administración: Henar Hernández
Dirección técnica: Manuel Fuster
Dirección de producción y producción ejecutiva: Nuria – Cruz Moreno
Jefa de prensa: María Díaz
Fotografía: Sergio Parra
Diseño gráfico: Eva Ramón
Distribución: Fran Ávila Distribución y producción teatral
Producción: Barco Pirata producciones y Producciones Rokamboleskas
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