Teatro: Por voluntad propia. Teatro Lagrada

Personajes y autores, una lucha desigual en el que los primeros siempre se ven sometidos a las decisiones que toman los segundos. Esto es lo que veremos en este ingenioso y divertido montaje, en el que la realidad se difumina entre las teclas de una máquina de escribir y el reflejo de los espejos no nos devuelven nuestra imagen, sino la de aquellos que nos dictan las reglas. Un divertido juego en el que la realidad no es lo que parece y la ficción intenta salir airosa de su mala fama de traicionera. Personajes revelados ante su destino ya escrito. Autores que intentan buscar en ellos su propia redención. Un camino hacia la búsqueda de la propia identidad.



Tengo que reconocer, antes de seguir con esta reseña, mi absoluta devoción por todo lo que hacen Celia y Javier. Cada nuevo montaje suyo lo marco en mi agenda con emoción para no perdérmelo. Tras el maravilloso "Cabezas de cartel" tenía muchas ganas de ver con que nueva genialidad nos sorprendían. Y como es habitual, no defraudan. Este nuevo montaje es de nuevo una carta de amor al teatro, pasión en cada palabra, ingenio en la forma de abordar lo que quieren contar, ternura en cada idea y emoción en cada movimiento. Desde que les descubrí se los recomiendo a todo el que me quiera escuchar, porque la verdad que destilan sus montajes emociona a todo el que se acerca a conocerles. Ahora han ido un paso más allá con esta pieza casi filosófica, en la que siguen mostrando todo su ingenio, esta vez desde el otro lado del espejo, el de los personajes.




Ellos son Perigallo TeatroJavier Manzanera y Celia Nadal, dos enamorados del teatro, de su profesión, de su modo de vida. Artesanos de una vocación que es dura, en la que solo sobreviven los tenaces, pero también los que saben ponerlo todo en cada nuevo proyecto, como es el caso de esta pareja que lleva desde 2009 emocionando a todo el que les conoce. Asiduos del Teatro Lara, allí les conocí con sus primeros montajes "La mudanza" y "Espacio disponible". Su tercer montaje "Pídeme perdón" lo disfruté en el Teatro Lagrada, a donde regreso para disfrutar de esta nueva propuesta. 


Con "Cabezas de cartel" dieron el gran salto, rompiendo moldes y barreras, consiguiendo el reconocimiento en forma de premios. Ganaron el Premio Godoff (compartido con "Sweet Dreams" de Alberto Velasco), y el 2021 el Premio Indifest a la Mejor actriz, al mejor actor, el premio del público y el de mejor directorYa era hora de que se les reconociese el enorme mérito que tienen y el talento que destila todo lo que hacen. Cinco montajes de pura artesanía teatral, muy diferentes de temática y como concepto teatral, pero todos destilando el amor por el teatro, la ternura de quien hace lo que quiere, la verdad de las cosas hechas con el corazón.



Tras analizarse a sí mismos y el mundo de las pequeñas compañías de teatro en su montaje anterior, en esta ocasión hacen el más difícil todavía e indagan en la esencia propia de los personajes. Con un equipo muy similar al de su anterior montaje (son buenos mimbres, reconocen ellos mismos) con el que han conformado un gran equipo, crean una fantástica puesta en escena llena de momentos mágicos, con un texto impecable y una elegante dirección a cargo de Luis Felpeto. La premisa inicial de la obra es, cuanto menos, atractiva. Dos personajes que descubren que no son reales, sino una invención de quien los escribe. En un espacio que representa una especie de limbo artístico, un universo imaginario en el que dos personajes tratan de encontrar el sentido de sus vidas.



Estos dos personajes, que acaban de descubrir su naturaleza, tratan de encontrar sentido a sus vidas tras darse cuenta de que son manipulados al antojo de otros y que no tienen ninguna capacidad de decisión sobre sus propias vidas. Como era de esperar, lo que comienza como un diálogo que sorprende a los propios personajes y a los espectadores, va tomando cauces de tragedia cuando empiezan a darse cuenta de su realidad, la de no-personas, a lo que intentan resistirse con ingeniosos trucos para intentar ejercer su propia voluntad. En un trabajo de contención importante, Felpeto consigue que la acción no se desboque, por mucho que por momentos el texto incite a ello. Una cuidada dirección que permite mantener la atención del público en todo momento, manejando con maestría los tiempos de la escena, que los actores saben moldear para que el tono sea el adecuado en cada momento. Una deliciosa locura, que nos divierte, nos emociona, y nos hace reflexionar sobre la delgada línea que separa al autor, al actor y al personaje.



En esta especie de limbo en el que habitan nuestros protagonistas, adquieren conciencia de lo que son, o más bien de lo que no son. Se debaten entre el amor, el miedo, el odio por los autores que les imponen sus reglas, la incertidumbre de la dependencia, la esperanza de luchar por dejar de ser "lo escrito" para convertirse en personas con voluntad propia. En este doloroso descubrimiento se rebelarán contra aquellos que les manipulan, los autores, en una lucha desigual en la que tienen todas las de perder. Los autores, al igual que ellos, buscan ayuda, respuestas, una redención, un camino hacia la salvación. Esa ayuda mutua puede ser la única posibilidad de conseguir tener el gobierno de sus propias identidades. Una comedia muy filosófica que nos hará reflexionar sobre lo que somos y lo que mostramos de nosotros, sobre el intentar ir más allá de las apariencias, en conseguir que nuestra esencia sea la que nos marque el camino, sean las que sean las consecuencias.



Uno de los muchos puntos fuertes que tiene esta historia es la dualidad entre la realidad y la ficción, de esos mundos reales que se solapan con los creados. Los autores lo explican así: "Uno de los hallazgos que atrapan a los personajes es que somos la misma cosa. Formamos con los otros una unidad mayor y todo lo que repercute en el otro tiene sus efectos sobre mí. Siempre. Otra cosa es no querer verlo. En este sentido, la “idea” de espejo nos ayuda a acercarnos a otra idea: la de que cuando miro al otro me estoy viendo a mí. No hay “otro” en realidad". Esta realidad, que es el punto central de la pieza, tiene mucho de filosófico y de enseñanza para nuestra propia vida. 

El personaje, el autor y el actor coexisten, se retroalimentan, se atacan y se defienden de si mismos, en busca de un equilibrio en el que consigan los objetivos deseados. Tres personalidades que son la misma, o todas las caretas que cada uno de nosotros se pone en las diferentes situaciones de la vida. Una divertida paradoja, que desarrollan con ingenio a lo largo de toda la obra. "Todo ello para poder hablar del derecho a ejercer la propia voluntad, y la responsabilidad de hacerlo si es que uno desea que el mundo mejore en algún sentido". Una fantasía que nos hace reflexionar sobre nuestras diferentes caras.



Sin miedo a repetir lo dicho en otras reseñas de sus anteriores obras, tengo que destacar la química absoluta que transmiten Celia Nadal y Javier Manzanera en escena. Con su sola presencia, con una simple mirada, sabemos que todo va a salir bien. La sencillez con la que se mueven en escena, la facilidad con la que transitan los distintos niveles de intensidad de la obra, los diferentes estados por los que pasa el personaje, todo lo hacen con una naturalidad apabullante, que muestra la verdad con la que hacen su trabajo. Dos actores que se mimetizan con sus personajes, que se convierten en ellos para que todo lo que pasa en escena sea real. Dos artesanos de la escena que con cada nuevo trabajo arrastran mi aplauso y mi devoción.


Y todo esta maravillosa propuesta transcurre en un espacio bello desde su ambigüedad. La escenografía creada por Juan Arellano, Pepe Hernández y Eduardo Manzanera nos lleva a ese limbo en el que se encuentran los personajes, con lámparas colgadas, grandes espejos y un telón de fondo que en principio desconciertan al espectador al entrar en la sala. Pero todo está perfectamente medido, todo encaja a la perfección. Desde las lámparas, que se convierten en un personaje más de la obra, a la poética que se crea en torno a los grandes espejos. Tras ese gran telón, tendremos un segundo plano de la escenografía que irá cogiendo importancia conforme avanza la obra. En este plano es imprescindible el trabajo de Monzo, Anna Pereira y Dora Blanco, al frente del atrezzo. Impecable el trabajo de Pedro A. Bermejo al frente de la iluminación y de Francisco Martínez con los efectos de iluminación, elementos fundamentales a lo largo de toda la historia. Por último, no podemos dejar de hablar en este apartado de la deliciosa música original de Daniel García Centeno y el sencillo y eficaz vestuario diseñado por María Cortés y Maruxiña Cao.




Poco más puedo decir de ellos, además de reiterar mi devoción absoluta por todo lo que hacen. Porque Perigallo Teatro trabajan desde el corazón, con la verdad. Celia y Javier llenan el escenario con sus historia aparentemente sencillas, pero que nos llenan el alma. Cada nueva obra que estrenan es un paso más en un camino que parece perfectamente diseñado. En todos sus montajes se muestra una evolución, un ir un paso más allá, un nuevo comienzo en el que dar un pequeño salto que les lleve aún más lejos. Con este "Por voluntad propia" lo tenían difícil después del éxito rotundo de "Cabezas de cartel", pero lo han vuelto a hacer, un paso más para seguir creando y seguir arriesgando. Cuando las cosas se hacen con amor y devoción, ese es el resultado. Esperemos que vuelvan pronto, porque las fechas elegidas para el estreno no fueron las más acertadas.

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Teatro: Teatro Lagrada
Dirección: Calle Ercilla 20.
Fechas: Del 15 al 24 de Marzo. Viernes y Sábado a las 20:00. Domingo a las 19:00.
Duración: 90 minutos.
Entradas: Desde 15,28€ en Teatro Lagrada.


FICHA ARTÍSTICA


Autor: Javier Manzanera/Celia Nadal
Dirección: Luis Felpeto
Interpretación: Celia Nadal y Javier Manzanera
Iluminación: Pedro A. Bermejo
Efectos iluminación: Francisco Martínez
Música original: Daniel García Centeno
Escenografía: Juan de Arellano / Pepe Hernández / Eduardo Manzanera
Vestuario: María Cortés, Maruxiña Cao
Atrezo: Monzo, Anna Pereira, Dora Blanco
Diseño gráfico: Sira González

Compañía: Perigallo Teatro

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