Le es fácil flotar, de la Compañía Tito-Niño-Pichón, con texto de Eva Redondo y dirigida por el propio Tito Niño Pichón. Aún estáis a tiempo de verla en La Sala.
Es un peligro cuando la “originalidad” de un montaje devora
todo lo demás, un mal endémico de la escena de estos últimos tiempos. La
novedad se convierte en tiranía y parece que lo único que importara fuera romper
barreras, volverse más alternativo que nadie hasta casi desvirtuar por completo
el sentido de lo que se quiere contar, suponiendo que se quiera contar algo.
Debido a que parece que ya todo estuviera inventado se busca lo nuevo con
desatada obsesión. Sólo lo nuevo, la ruptura. Sin límite. No se puede romper y
romper algo hasta hacerlo añicos y luego mostrarlo como si fuera arte. Eso es
una pataleta.
Es por esto que siento una mal disimulada prevención ante
aquellos “teatrajes” que a priori simplemente se me aparecen como
"alternativos", de estas dramaturgias que se hacen tanto ahora, que
no gustarían a los abuelos de entonces, y seguramente a muchos de ahora tampoco...
Esta fue mi prevención ante la historia de Bob Esponja “Le
es fácil flotar” que vi el otro día a cargo de la compañía Tito-Niño-Pichón en
La Sala. Era casi un compromiso. No sabía nada de lo que iba a ver. Mi
mirada estaba predispuesta a no fiarme y esperar a las cañas... Sin embargo,
como quien ve un espectáculo en el metro con el que no contaba, todo fue
cambiando afortunadamente desde mi educada indiferencia. La agilidad de lo que
estaba pasando en ese espacio a muy poco del micro teatro y/o el teatro
infantil, primero me capto la concesión de una nueva expectativa. Después
empecé a reírme, aunque aún insolente me preguntaba, que a ver qué sentido
tenían esas risas...público entregado, sospeché, en ese diálogo conmigo mismo a
lo "boyero".
Pero no, me estaban sorprendiendo, tres actores solos sin
parar, de la mano del mimo, la parodia, el clown, los juegos como marionetas
para niños...la denuncia y todo perfectamente empaquetado…y muy original, pero
de la mejor manera. Muy pronto bajé la guardia y dejé que me fueran llevando a
dónde ellos y ella querían, Fran Gil-Ortega
(El Tito) y Javier Madruga (el Niño)
e Irene Barsanti (la Pichón): una
comedia triste, una denuncia cómica, una sucesión de registros y transiciones
inverosímiles más cercanos al montaje cinematográfico y con artilugios caseros
que parecían encontrados en un punto limpio pero que funcionaban perfectamente
y recordaban con encanto a las primeras épocas del teatro y la pantalla o a una
clase de secundaria de fin de siglo... maravilloso.
Me llamó mucho la atención esa voz en off, grabada, imposible
de distinguir de la pronunciada en vivo, como la realidad de la ficción…
El caso es que subliminalmente entre risas, gags y juegos nos
fueron contando una historia vieja como si fuera nueva: el mundo se estaba
llenando de plásticos, de contaminación y de mierda, y nos lo estaban enseñando
con la eficacia y la gracia de quien educa a un parvulario, retornando a esa
extraña inocencia trágica de los magos y los trovadores de otros tiempos...y
sin dejar de lado el texto su autora,
Eva Redondo, cómplice perfecta de
esta moraleja. Una moraleja bien dicha y muy bien interpretada, metálica, viva
e inquietante.
Parecía por momentos una obra futurista, como esas en las que
se perseguía a aquellos que se atrevían a leer libros... pero eso casi nunca ha
sido futurismo, lamentablemente.
Al final aplaudí a rabiar y sólo por contarme que Bob Esponja se había muerto, que la pecera se rompe, la nuestra no la del vecino, la de todos, que amamos como máquinas, que vivimos como esponjas, que hay que hacer algo o esto se va a la m.… pero que nos podemos hundir del todo o empezar a despertar, si aún queda tiempo, esbozando una sonrisa.
Y todo a velocidad de vértigo para ellos: Fran,
Javier y para ella, Irene: ... cambiando de ropa, escena,
efectos especiales de hormiguero y registro sin que se ralentice nada, y delante de nosotros como si
fueran la mujer orquesta .. como siempre, como si estuviéramos en la barraca
un pueblo y con la agilidad de un niño.
Mucha soltura, presencia y saber hacer en la escena y el
montaje. Son muy buenos, es muy buena. Y la voz interpretada, su voz, no
quedaba arrinconada en medio de la prestidigitación de la propuesta, al
contrario, era la protagonista.
Así sí. Así la originalidad tiene sentido...y la brillante
actuación de este trío de amigos que se conoció estudiando en el Laboratorio de
William Layton también.
Por algo La Sala
estaba llena y lo debe haber estado todos estos días.
Una gozada…tanto, que nos fuimos tranquilos a casa sin echar
de menos esas cañas, otro día será. Sólo esperamos en la puerta a felicitarles.
Qué menos. Muy recomendable.
Fran Gil-Ortega
Javier Madruga
Tito Niño Pichón
Dramaturgia:
Eva Redondo
Escenografía:
Abel Pérez Capilla
Iluminación:
Ricardo Várez de Castro
Sonido:
Tito Niño Pichón
Audiovisuales:
Rubén Guimarey
Vestuario:
Tito Niño Pichón
Fotografía:
Matías Vico
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