Hablar de Arthur Miller es hablar de un gran clásico capaz de emocionar con todas sus historias. Muerte de un viajante será, quizá, una de ellas en las que adoras al protagonista pero, a su vez, detestas esa personalidad tan autoritaria, adusta y frustradora. Miller, en cada una de sus narraciones, plasma la realidad de su época, la amargura de un país que vivía tiempos convulsos en lo económico, político y como no, social.
Poesía en escena, Natalio Grueso en el trabajo de dramaturgia y Carlos Saura en la dirección han creado una pieza multidisciplinar, rica en tonalidades y formas. Tintes de teatro documental , matices en un magnifico trabajo de vestuario cercanos al cine de la mano de Almudena Ruiz Ara, donde la herida, la sangre, Andalucía se posan en una chica de nuestro tiempo y toman presencia pero también acercándonos a figuras como Dalí dejando fluir la comedia .
Existen obras que todo amante al teatro debería ver. Este clásico de Arthur Miller es, sin lugar a dudas, una de ellas. La historia del viajante Willy Loman es ya un referente de lo que era la vida en los Estados Unidos en una época determinada, el desgarrador relato de un hombre vencido, abatido por las circunstancias, sobrepasado por su propia vida, impotente ante una realidad que va dejándole atrás, culpable de todo aquello que soñó y nunca pudo llegar a hacer realidad.
